2009/08/21

Salmónidos pacientes

La historia de la participación de Calamaro en Veneno Paciente tiene varios puntos de contacto con la grabación que yo hice de su tema El Salmón. Hay gente a la que no le puedo decir que no. Por suerte son muy pocas. Contadas con los dedos de una mano. Una de ellas es mi estimado Lito Vitale. Mucho le debemos a el y a su padre Donvy de que los Redondos pudieran grabar su primer disco de estudio. Son imborrables para mi los consejos de Donvy y el andar juicioso y austero de Lito por la sala de grabación. Por aquellos años yo todavía creía que pendíamos de la cuerda de los trazos más delirantes que puede tener una banda de rock, ese extremo que en caso de profundizarse podría terminar con la disolución de la banda de rock, atomizarse en el puzzle imposible de armar de un cabaret. Sabía que estábamos en esa encrucijada entonces ver a estos dos tipos padre e hijo laburar a la par nuestra para conseguir un sonido acorde a nuestra locura me hizo bajar a tierra me empecé a decir que yo también tenía que dejar de lado mi costado suicida y darle más bola al entramado técnico sino iriamos a parar a los caños. Ese mensaje de Donvy creo que lo he asumido cada vez con más responsabilidad. Así que cuando el bueno de Lito se presentó a mi casa con los lineamientos de su nuevo proyecto desde el primer instante le estaba diciendo que si. Como no viejo Lito. Acá está el Indio para servirlo en lo que crea necesario. Sabe bien Lito que lo mio no es el rock nacional, nunca lo fue. Así que ser parte de un homenaje no era algo muy sincero. Fue el pobre Lito el que asumió la parte más aguda de la critica para con mi participación . El se hizo cargo de todo lo que debería haber dicho yo. Eso es ser un buen tipo, viejo. Nos servimos unos wiskies livianos y me dio el listado de lo que el creía conveniente que yo cantara. El tema de Moris no me calzaba de ninguna forma, no ha mi voz. Terminamos el güisqui y le dije que iba a hacer El Salmón. Lito me dijo que suponía que era el último que iba a elegir. Nos reimos un rato y ahí nomás le pregunte si había algún inconveniente en modificarle minimamente la letra. Le dije que por la parte de Calamaro no se haga problemas que eso lo arreglaba yo personalmente con Andrés. Lo que sigue es historia conocida y no vale la pena que la vuelque en esos diarios.

De epígonos y covers

Me dicen que cada vez hay más pibes y no tan pibes en el circuito del rock local metiendo la voz finita en sus canciones. O sea que me imitan. La verdad que mi ignorancia endémica en cuestiones de lo que hacen mis colegas argentinos hace que yo no sepa nada al respecto. Han insistido tanto en el tema que dispuse unos minutos en tratar de escuchar a los ya consabidos epígonos del Indio. Si bien abusan del falsete o le meten el rugido de tigre lunar a todos los estribillos, no he notado ningún tipo de parecido a mi voz. Sobre todo a la intención de mi voz. Sin sonar pedante es imposible que pibes de esta decada intenten hacer correr su voz por un cauce inexistente. Esto lo escribo porque es muy evidente la falta que hay en ellos de experiencias trascendentes esas experiencias que son las únicas capaces de darle el tono exactamente trágico a la voz. Puede ser que estos pibes técnicamente lleguen a parecerse pero nunca hallarán el centro de la alquimia, el cruce de calles donde un loco recita citas de Oupensky y otro pesa proporciones de pólvora para volar la caja de Pandora, donde alguien se pasa veinticinco noches en vela para definir el tono de color que tendrán las pieles en sus oleos y otro estudia de que forma componer una opera rock basada en el I Ching. Esas son las cosas irrepetibles. Pero bueno no puedo negar que en alguna parte de mi se acumula orgullo al saber que cuando tienen que darle tenor a su voz vienen a la sombra del viejo Indio Solari. Que le vamos a hacer.
Otra cosa que arriman a mis oídos es el tema de los covers. Yo desde hace tiempo que perdí la cuenta. Recuerdo muy bien el momento, por ejemplo, en que los chicos de Hermética versionaron Vencedores Vencidos. Si no me equivoco, el primero de todos. Me acuerdo de la cara del manager de la banda de Iorio golpeando las puertas de la sala de ensayos para solicitarnos el permiso. Me dio no se qué aquella tarde. Pibes tan ásperos pidiendo permiso. Les dije que si enseguida para sacarlos del papel de mendicantes que tanta impresión que daban. Me gustó como lo hicieron, mucho. Yo temía que tal vez la velocidad metalizada de la banda le quitara el paso de vietcong combatiendo en la jungla que tiene la canción. Pero no hasta la voz d e Oconnors me pareció bien. Por aquellas épocas todavía tocabamos en Obras y una forma de decirles que realmente me gustó fue ponerme una remera de Hermética durante los bises.
Después de la versión trash de Vencedores, a decir verdad solo vienen a mi mente La Bestia Pop, por Los Palmeras y por Fabiana, aguerrida y elegante en su estilo la primera, la verdad que si bien la cumbia definitivamente no es lo mío, los muchachos han preservado mucho del espíritu festivo con que fue concebida, la versión de Fabiana solo me gusta porque la hizo ella
Porque es ella parte de la historia del rock.
Unos pibes centrados creo un una radio de la Universidad de la Plata están pergeñando un disco de homenaje a los 20 años de Octubre por lo que distintas bandas harán un tema de la placa.
Espero que le vaya bien y que no sufran lo que sufrí yo intandando controlar los reverb, aquellas oscuras jornadas de gloria y espanto.

Del barco de María al Buquebus

Bueno, esta la anécdota inolvidable del barco de María. Los Redondos y los barcos. Las heroicas correrías de Willy Crook y todo ese episodio de épica bizarra. Pero esto es otra cosa y si bien los chicos ya abordaron las naves para ir a ver a los Redondos ahora la están abordando para ir a ver al Indio Solari. En Uruguay. En el fabuloso Centenario. Retrocedo la grabación de Crónica TV, busco el momento en que miles de chicos esperan subir al Buquebus ya ansioso y exaltados con la proximidad de mi show.
Otra vez la pregunta. Otra vez más. Que hace que alguien se tome el trabajo de cruzar un río para ir a ver un número musical. Un río que para mayores es el más ancho del mundo. Maravillosa odisea. En mi mente paranoica, miserias de Cromagñon se mezclan con Lord Jim, la poderosa novela de Conrad, el Patna, los miles de fieles musulmanes al borde del naufragio, no!.
Me ha llegado el comentario que unos chicos de la zona del Tigre
habría llegado a costas uruguayas en una precaria balsa de fabricación propia. Un canal de Montevideo tendría la grabación del desembarco triunfante al son de JIJIJI con pogo incluido en la playa. Me da miedo que algún día se me ocurra querer ver esas imágenes. No deja de asombrarme la disposición que de manera excepcional tienen buena parte de los chicos.
He sabido también del enorme esfuerzo económico de muchos de los que se allegaron al Centenario. Meses de ahorro, trabajos extras, venta de objetos queridos, solo para una noche de rock. También se de las actividades non sanctas de otros para obtener el pasaje. Esta cuestión me tortura hasta más no poder. Seguro que no tanto por la cuestión moral, no. Aunque esto debería ser procesado por un dialogo que me llevaría mucho tiempo. Mucho más del que en verdad siempre le he dedicado al lance delictual. Si algo me desvela es la posibilidad que algo pase, que algo les pase mientras tanto el pecho al descubierto. No podría tolerar que alguien haya perdido la vida o la libertad por conseguir unos malditos tickets de ingreso. Pero esto hace tiempo que se me ha ido de las manos. Totalmente de las manos. Nada puedo hacer ya. Acaso debería fletar barcos gratis? Acaso debería liberar la entrada al Centenario? No estoy en condiciones de ese tipo de paganismo. No mientras el sonido y las luces, la seguridad y los seguros me sigan costando lo que me están contando.
A algún boludo se le ha ocurrido decir que venir a tocar a Uuguay no tiene otro motivo que sacarme de encima la parte más peligrosa de Buenos Aires. Al suponerlos indigentes, pobres pibes incapaces de cruzar el charco, el Indio estaría disponiendo una nueva cuestión de elites para con su público. Estos pobres imbéciles no saben que las pasiones verdaderas siempre se financian de algún modo. Por que no se van un poco a la mierda. Todo es sufrir carajo. Todo es renegar de lo que a los giles les parece andar diciendo por ahí.
Vuelvo mis ojos a ese barco, al Buquebus cargado de pibes cruzando el Río de la Plata cantando: me voy a ver al indio/ me va a demostrar/ que hace rocanroll/ que lo lleva adentro/ como lo llevo yo. Cientos de brazos que se han rebelado ante el pedido de tranquilidad por parte del capitán de la nave. Es incontenible, debe ser terrible para las gaviotas ver esa imagen de niños sublevados cantándole al cielo, bailando la tarantela de proa a popa, de babor a estribor. Esta es la banda/ de los redondos/ esta bailando de la cabeza.

Quebrando las escamas del pez palo

Una decisión muy acertada de Virginia la de aceptar la invitación de los padres de los compañeritos de Bruno. A mí me costo decir que sí. Desde siempre las reuniones sociales me dejaron un gusto recalcitrante en la boca. A decir verdad nunca soporte la puesta en escena de todos esos lugares comunes del imaginario burgues en derredor de una mesa. Desde niño que le escapo como quien escapa del mejor diseñado de los infiernos. Pero ya estoy grande, ya tengo un hijo y todas las experiencias posibles sobre el lomo, así que hasta las más aciagas deberían resbalar por mis endurecidas escamas de pez palo. Así que me vuelvo a perfumar las carnes para asistir a estas veladas que increíblemente me han llamado a entusiasmo. Si un verdadero entusiasmo de principiante. Lo primero que pensé la primera vez que dije que no fue en Bruno. Me parecía egoísta de mi parte no comenzar a formar parte del conjunto humano que se reunía sobre todo para dar un respaldo social a la educación de sus hijos. Así como los pibitos se conocían sus padres también debían hacerlo. Que se yo, todo de buena leche, no. De la frialdad inicial de saludarnos en la puerta del colegio fuimos pasando a esta linda intimidad que se está forjando. Virginia me dice que me ponga el pulover negro y los pantalones Prada que me hacen muy joven. Sonrio para mis adentros. Creo que lo que más me gusta de estas nuevas reuniones a las que asistimos con Virginia es que por un rato largo dejo de ser el Indio Solari, para ser Carlos el padre de Bruno. Esa metamorfosis que creí hasta hace unos años imposible ha logrado por fin desplegarse. Los padres de los demás pibes me tratan como a un par, como a un laburante común y no como a un artista, aunque saben bien quien soy han creado, han tenido la inteligencia especial de darme ese trato que si bien no ansiaba si intuía sabía que me iba a hacer muy bien. Casa vez que nos reunimos me siento en un oasis. Dejo a un lado mi pesada armadura de guerrero del rock y dejo que mis camisas de padre sean toda la camiseta. He hecho buenas migas con casi todos los muchachos. A la mayoría les llevo más de quince años. Pero esto no pesa en nada. Uno de ellos es un curioso importador de objetos electronicos, un gordito de origen polaco, que tiene una cancha extraordinaria para el diálogo y que provee interesantes anecdotas y reflexiones acerca de su oficio. Me gusta comentar con él las nuevas apariciones de los nichos de la tecnología. Siempre tiene alguna novedad para contarme. Otro de los pibes es contador, si contador de una empresa dedicada a los juguetes. Le encanta el fútbol y pese a su posición acomodada, tiene un rasgo artliano que no deja de sorprenderme. Me encanta cuando se pone mordaz con las estrellas de la tele. Me siento bien entre esta gente tan alejada de la fama y de la mitología de la música rock. Me ayuda su frescura nunca expuesta a excesos.

La muerte del Doce

Me he puesto a meditar sobre la extraña muerte del Doce ocurrida ya hace un tiempo. El crimen del Doce debería decir. Ni bien me enteré la noticia no impactó en mi como de ha poco lo esta haciendo en este tiempo. En ese momento, el Doce ya me parecía un tipo lejano a mi órbita, hacía años que no hablaba con el, entonces su triste final no llegó conmoverme. Una mañana lluviosa buscando cosas en Internet me topé con la noticia. La dejé pasar y sentí que pasaba. Que se perdía en esa cápsula invisible donde se retienen los pesares para que algún día inexorablemente exploten. Debí intuir ya desde ese momento el espectro de oscuridades que traía en su formato de laúd alado. Muerto a puñaladas, el pobre Doce. Un tipo tan tierno como el descosido por la mano de un enfermo. Camino por la sombra de los liquidambar, el ritmo de mis zapatillas sobre las hojas secas le brinda una música especial a esta evocativa desazón. El Doce entre la gente sirviendo sus buñuelitos, los auténticos redonditos de ricota como anotan en cada una de las aproximaciones historicas que emprenden sobre la banda. Era un ser por demás de querible el Docente. Sombras de su figura gorda y grandota todavía parecen reflejarse en las paredes de los tugurios donde supimos tocar. El eco de su voz de enfermera comenzando a forjar uno de los hitos mayores de los inicios de la leyenda me llega bajando de los árboles de la memoria. Como evocar a los queridos muertos. Como ser fieles a ese afecto que nos supimos tener y que aunque de algún modo haya desaparecido en estas instancias obituarias vuelve a resurgir como dulces llamas del corazón. Se me mezcla el Doce disfrazado de cocinero, correteando a Rosso y al Mufercho sobre el escenario mientras intentamos versionar por segunda vez aquella versión prehistórica de Ladrón de mi cerebro en el infame reducto de La Cotorra, vienen a mi mente las psicodelicas puestas de esos años, El Doce imitando a un remozado Lorca mientras le ofrece el culo a Symns. Una hermosa locura que supimos compartir que ahora tiene el ingrediente luctuoso de su cuerpo viejo cubierto de sangre, agujereado por la punta de un cuchillo, una y otra vez. En su estancia en la cárcel el docente supo hacer amistades peligrosas. Psicópatas irredimibles que tanto te podían dar un beso como achurarte a traición. No puedo decir que esto le fuera ajeno al bueno del Doce, pero se que no merecía un final así.

Reportaje al Indio

Que hablo cada vez que pongo un huevo. Así le he dicho a los chicos que juegan a periodistas y escritores en los medios. Siempre me resultó una situación difícil el reportaje. Más allá de quien sea el entrevistador. Por lo general siempre han sido amigos. Kleiman, Rosso, Gloria, que se yo. Con ellos lo difícil era
acomodar los datos autobiográficos a la altura de las circunstancias musicales y esteticas que estaba atravesando en esos momentos. A ellos no les podía mentir. Ellos por lo general habían sido parte del viaje. Así que con estas personas la dificultad radicaba precisamente en ser coherente en los dichos con lo que ellos sabían, yo había vivido, y lo que yo había y/o estaba pensando.
Ahora me toca atravesar otra etapa con respecto a las notas y a los reportajes. Una etapa que comienza promediando la carrera de los Redondos, allí cuando, por dar un ejemplo, yo ya no podía salir a la calle y llevabamos diez mil personas por fin de semana a nuestros recitales. Ahí en esos años, se acabó lo que se daba con respecto a las entrevistas. Ya no era más sentarmos con Claudio en una de las mesas del Británico o en el café pegado al Parakultural. No. Las cosas ya habían cambiado y el ida y vuelta que lograbamos con los amigos mientras dabamos cuenta de varios wiskys y fernets, el intercambio natural y enriquecedor, que más tenía que ver con los diálogos platónicos que con un cuestionario habían terminado. El monstruo se devoró todo. No quedó nada de mis intimidades mentales expuestas por que sí, al libre arbitrio de mis amigos, los periodistas de rock.
Algunos de ellos como el mismísimo Claudio Kleiman me ha vuelto a entrevistar para esa si no me equivoco la subsidiaria de Les Inrrokuptibles francesa. Pero él, más que yo, se dio cuenta de que las cosas realmente habían cambiado. Su mirada era otra. Ahora acompañado de un pequeño ejercito de jóvenes cronistas, era el guía de las inquietudes de estos. El que conducía y hacía de interfaz conmigo. Mi aprecio por Claudio hizo que las cosas salieran más o menos bien. Pero la verdad que me daba por las bolas esa pequeña conferencia de prensa que estaba brindando en el living de mi casa. Sería muy hijo de puta de mi parte pensar que solo doy estas entrevistas para que estos pibes puedan vender su revistita. Pero también siento que es un poco así. Yo por suerte no necesito ningún tipo de promoción. No a esta altura. No después de saber que soy capaz de llevar un estadio como el de La Plata con la sola convocatoria que da mi persona. Así que me podría cagar tranquilamente en todas su publicaciones. Al respecto me gusta pensarme como un gentleman al que le es inevitable solo y nada más que por cortesía comunicar algunas de sus experiencias vitales y hacerles morder a los pibes que lo leen un poco del hilo del barrilete.
La metodología a emplear para estos casos ha sido tomada como introducción inevitable en cada una de las últimas notas que he publicado. Sabía que el hecho de citarlos en una estación de servicio y que uno de los míos los pase a buscar en una moderna camioneta los iba a dejar pensando en lo cada vez más extraño y enigmatico que está Solari. Ninguno de los chicos que vino dejo de entreveer esto como parte de una película. A mi me daba un poco de vergüenza decirle que no me gustaba que anden extravíados por los bosques de Parque Leloir golpeando las manos y preguntando si allí era lo del Indio. Preferí dejarlos creer que todo era una puesta en escena de un introvertido excentrico de la cultura rock. Que se le va hacer, las cosas salen como a las circunstancias le caben.
Para esta ocasión, para lo que van a ser los reportajes que darán la presentación al material de Porco Rex he urdido una estrategia un tanto burda pero que se que me sacará el peso de ponerme en la piel de filósofo del rock cada vez que los muchachos lleguen hasta la puerta de mi casa con la intención de entrevistarme. Me he puesto a escribir y a estudiar una especie de libreto con las ideas centrales del disco, con lo que voy a decir cada vez que me lo requieran. No quiero ponerme a zozobrar. Me pongo tenso y alargo las cuestiones hasta hacerlas interminables. Estoy en una etapa donde mi subjetividad se ha expandido hasta llegar a marearme. Aunque ojo también soy capaz de ser una máquina que repite lo mismo como un loro sin parecer dubitativo ni siquiera por un instante. De esta forma se que le voy a quitar riqueza y espontaneidad a cada una de las charlas pero también voy a presentar una suerte de fuerza concreta que tiene mucho que ver con la estampa del nuevo disco.

Para Viruta

Canciones de amor. Canciones de amor. ¿Cuantas canciones de amor he compuesto a lo largo de mi vida? Quizá no muchas. Las más sentidas, las más verdaderas han quedado olvidadas en el diapasón de una guitarra criolla. Abandonadas en algún fogón de las playas de Valeria. Allí donde de algún modo intentaba remedar las baladas de Serrat y del desconocido Aute. Donde culo en la arena creía que la gracia particular de mi lenguaje era capaz de penetrar el corazón de aquellas fabulosas chiquilinas que tenían el arrojo hermoso de dejarse llevar por nuestros pasos de poetas delirantes. El Mufercho, Guillermo, Alejo, yo. Si bien era una época donde no sabíamos bien por que túnel íbamos a salir con vida, como nos íbamos a escapar de esa creciente desesperación de sentirnos inmensamente vivos, inmortales creo, casi todos sabíamos que nuestra fuga era por medio de las palabras y que era ellas las que acarreaban el cuerpo. Así que el amor para nosotros era una palabra un tanto sagrada a la cual no debíamos bastardear. En la que invertíamos muchas de nuestras fichas pero que a la vez temíamos. Así le buscamos mil metáforas para decir lo mismo de siempre.
Mil y una formas de decir eso que sentíamos en la punta del corazón. Era sencillo sin embargo el trámite. Guitarra balde y noche.
Después cuando los Redonditos comenzaron a rodar su film inimaginable. Comencé con las reticencias. Cada vez más quise camuflar con ironía o exageraciones el pulso sentimental. Yo no me caí del cielo, Te voy a atornillar no responden en nada a los requerimientos de una canción de amor. Aunque los son y con el tiempo su lírica intención me sigue dando que pensar. Quizá Mi Genio amor haya sido la más esclarecida de ese período hasta Esa estrella era mi lujo, ese himnito para chapar que tanto me gusta anunciar en los recitales como si me transformara en el conductor de todos los mimos y arrumacos.
Le he prometido a mi compañera que en esta placa tendrá un tema exclusivamente para ella. En tamaño brete siento que me he metido. Como seré capaz de trasladar a mis nuevos engendros todo el amor que siento y que he sentido por ella. Me levanto a la mañana con esa preocupación, temo no ser capaz de lograrlo de quedarme corto. Todavía no lo he intentado. Aunque algunas puntas ya asoman como sendas que guiaran a la canción. Pero todavía esta todo muy difuso. Siento que por primera vez me voy a volcar dentro de una canción, que por primera vez me voy a derramar completo sobre su cauce musical. Estoy reteniendo tensiones y vientos, fuerzas y sentimientos para cuando llegue el momento.

Escapar del espíritu freak

Quiero escapar un poco del espíritu freak con que me dejé llevar en la concepción y desarrollo de El Tesoro de los Inocentes. Desempastar un poco las bujías de esa máquina infernal de sonidos. Darle más claridad a algunos de los instrumentos. Se que para lograrlo debería darle preeminencia a la guitarra volver todo un poco más a la tradición del viejo rock. Sin perder contundencia ni espesor lograr un disco de digestión más rápida. Siento que en El tesoro me fui de mambo con algunos condimentos. Hay canciones que quedaron demasiado picantes o demasiado saladas. Un buen gourmet debe ser ante todo alguien equilibrado en esa zona donde el paladar impone sus reglas. Toda saturación es freak. Así que me impuse para este disco menguar un poco esos excesos. Sobre todo por consideración a los chicos de la banda y al público que si bien se bancan como reyes los meandroso meadley en el living de su casa en el ipod o mientras estan tirados en la cama fumandose un ñoca, a la hora de escucharlos en vivo siento que sus cuerpos no saben bien como moverse. Les cuesta y no es para menos moverse al ritmo de Adieu Bye Bye o de Tomasito. Y eso termina conspirando contra el espiritu del show. Recién transpuesta más de la mitad del camino del periodo de composición de mi primer disco me di cuenta de esto, pero ya era difícil volver atrás. De allí surgió el Charro Chino. De sospechar la constipación de movimiento que conllevaba interiormente la placa. Lo mismo que le pasa a los pibes le pasa a los nuevos integrantes de la banda. En el Estadio Unico sentí como de algún modo los muchachos estaban atados a partituras exotericas. Muy pendientes de construir las capas de sonidos que exigía la canción como para liberarse y expandir toda la carga de adrenalina rockera que llevan adentro. Observé que sufrian. Sin vueltas sufrían.
Ahora estoy en un dilema, un nuevo dilema. A decir verdad yo sigo enamorado del pelaje de acero que obtuvieron los temas de la placa. El devenir trágico y operístico de casi todos los temas. La muerte y yo, Nike, Pabellón, Amnesia, casi todos llevan en la sangre la genética que mis obseciones le terminó por crear. Pero voy a aligerar la sangre voy a volverla más liquida y más rápida aunque se que esto le quitará tenor a la lírica. Ya no ambicionaré ser un Goehte del rock sino un simple y conmovedor poeta beat.

2009/08/05

Relinchos en Jesùs Marìa

Les pido a los chicos del hotel que suban otro televisor a mi habitación. El que hay es demasiado chico. Quiero ver TN. Quiero ver bien como van llegando los chicos a Jesús María. Por momentos me parece mentira que un canal de noticias del prestigio y audiencia de TN este tan pendiente de los que pasa en mis shows, de esto que no es más que un sencillo número musical al cual acuden los jóvenes. No solo cubren los minutos previos antes del show sino que desde la mañana temprano comienzan a emitir imágenes concernientes al Indio y a sus seguidores. A veces desde el día anterior ya empiezan con la cobertura. Me he trasformado en algo que verdaderamente excede por completo todos mis intentos de comprensión. A menudo sospecho que el canal esta dirigido por algunos de nuestros fans, viejos fans ricoteros. Hago la cuenta y muchos de los chicos que nos venían a ver , digamos durante fines de los ochentas y principio de los noventa ya tiene treinta y pico de pirulos, edad en la que ya no es tan raro ni impensado que dentro de los medios de comunicación ocupen ya puestos semigerenciales. La semana que lancé El Tesoro de los inocentes el noticiero del 13 cubrió la salida con bombos y platillos. Algo advertí en el rostro de Santo Biasatti cuando el Bebe Contempomi le volvió a pasar la posta del programa luego de a toda fanfarria anunciar que ya estaba en la calle el primer disco solista del Indio. Biasatti no entendía nada, el tipo venia de presentar cosas como el nuevo triunfo de la derecha en Italia o de presentar las nuevas pistas del crimen de la García Belzunse y quedó como shokeado. Si bien debe ser conciente que las estrellas de rock hemos ganado un lugar importante dentro de esta sociedad, un poco se preguntaba por el tono eufórico y militante del Bebe. Que tipo de noticia estaba dando ese pibe, se preguntaría. Paradójicamente, yo frente al televisor (me había llamado Virginia a los gritos desde el living) me sentía más identificado con el azoramiento de Biasatti que con el joven periodista de rock. Es que desde cuando, me pregunto yo ahora el lanzamiento de un disco de rock es noticia central en los medios. Otro triunfo bobo de la cultura rock.
Ahora estoy mirándolos llegar. Debo confesar que se arraciman en mi las más variadas sensaciones al ver los cientos de rostros de los pibes gorgoteando sus cantatas de devoción hacía mi persona. Por momentos se me pone la piel de gallina, me pongo nervioso y tengo que dejar la pantalla para ir a colgarme de la ventana del hotel y respirar aire. Una inestabilidad emocional me gana por todos los frentes de mi sensibilidad. Debería haber sido creada una pastilla para estos casos.
Todavía me resulta imposible de comprender esas eternas travesías de los muchos que se allegan desde lugares inhóspitos del país para asistir al show. Días de viaje para venir a verme. Noches durmiendo en el piso y comiendo alfajores. Economía de guerra si es necesario. Con que alcance para puchos estas bien. Así de grande es la locura. Si no hay amor que no haya nada en vos… carajo. Después de infiernificarme en las mieles más agudas de la pasión, luego de ponerme otra vez a tono con las circunstancias a las que soy sometido a vivir sobreviene el espanto, sin lugar a dudas me he covertido en un monstruo, puesto que en un dios seguro que no, aunque en realidad esto solo lograría causarme más espanto. Digo un monstruo, alguien que se ha deformado de su carnadura humana, que se ha dispersado de su morfología elemental para vivir corporizado en la mente de miles y miles de pibes que te arman y te desarman a su antojo. Aunque son incapaces de cuestionarme nada. No me cercenan sus críticas inexistentes. Sino el incondicional amor con que se dan. Ellos llevan las riendas de mi ser. Son ellos los que desde hace años conducen inexorablemente mi destino.
Le preguntan cuantos años tiene. Catorce responde. La ha traído su padre. Por un instante siento una suspensión rarísima en el tiempo, un lento y fugaz retroceso como si hubiéramos retornado a la época en que las chicas eran acompañadas por sus madres a los bailes. Le preguntan al padre. Un hombre seguramente más joven que yo si el también tiene entrada o esperará a su hija a afuera tomándose una cerveza. No el tipo también viene; adentro. Se me hace difícil asimilar la composición de la gente que viene a verme. Siento que pese a mi contingencia solista esto está cambiando pero también veo a los chicos de siempre a esos que han crecido bajo el ala negra de mis canciones del Baión, de La Mosca, de Luzbelito, las huestes que con su fidelidad y fervor terminaron por convertirme en eso que eso que soy en eso que ahora no cabe dentro de su cuerpo.

Volvió una noche

Y si, como no iba a ponerme un poco nerviso un poco tenso. Siento un enorme dolor de estómago como si me hubiera comido un gliptodonte en mal estado, la velocidad del paisaje que veo a través del vidrio de la combi me tiene apunto de vomitar. Le digo a Charles que vaya más despacio. Me mira y se que nota mi palidez. No me pregunta nada. Sabe que debo tener para rato con mi cabeza después del encuentro que acabo de tener. Charles desacelera y siento que toda se recompone de golpe como si nada hubiera pasada. Me miro en el retrovisor y mi cara aún sigue
pálida. Tendría que haber mandado a mi representante. No me hace nada bien encontrarme con Skay y con Poli en estas condiciones. En las condiciones actuales en las que nos hemos encontrados para hablar pura y exclusivamente de negocios. Como tres desconocidos. Ahí el dolor ahí lo que no puedo soportar. Fueron ellos los que eligieron ese bar en Palermo. El bar de un amigo al que le cerraron las puertas por unas horas para que los Redondos se vuelvan a juntar. Ni bien entre lo hice con la naturalidad suficiente para que ninguno de los dos note ninguna sombra de encono de alguna disputa pasada. Sin vanidad, estoy seguro que soy yo el que menos rencores guarda. Lo se fehacientemente. Enseguida noté la tensión que tanto Skay como Poli traían. Me pase todos esos primeros minutos buscando el hueco por donde asomar algo de nuestra vieja familiaridad, busqué en todo momento que bajen la guardia y que por medio de alguna broma nos adentremos en el magnifico universo de vínculos que alguna vez supimos forjar. Pero los dos parecían seres impenetrables. Envueltos en sus camperas de cuero negro y masticando uno tras otro, wiskies y wiskies. No sabía como empezar. Por un momento llegue a pensar que mi lengua no se desataría más que quedaría anclada ahí en el fondo de mi garganta como un perro malo. Pero pensé que todo eso no haría sino agregarle más tensión al encuentro. Debía despacharme lo antes posible con lo que tenía para decir. Un par de números y un par de fechas, nada más que eso. Bebí un sorbo de mi agua tónica y puse inmediatamente mi cara más horrible de contador ejecutivo. Se qua a Poli le debe haber impresionado la forma con que me lancé a tratar de cerrar rápidamente las cifras que debíamos acordar. Skay se mantuvo distante todo el tiempo. Ajeno a todo menos al creciente rencor que se iba haciendo una alargada sombra sobre mí. Me costo unos segundos darme cuenta que en realidad solo habían venido a esto. En el fondo y no tan fondo de mi yo tenía la secreta esperanza de que la excusa de los números tenga algo de un nuevo aproximamiento. Pero no parece que los dos se sienten eternamente ofendidos.

Canciones de amor para dealers

Trato de descubrir cual es el punto exacto en que todo se vuelve canción. Cual es la chispa que origina el incendio. Pese a ser ya un hombre experimentado en estos lances artísticos del rock, de la música popular, todavía no he llegado a comprender del todo como ciertas cositas mínimas, nanosegundos de intensidad, llegan a adquirir vuelo y textura hasta corporizarse en el basamento de un composición. A veces temo pensar demasiadas banalidades, temo como si presintiera que por ejemplo las caricias violentas con que someto a mis perros se vuelvan el origen una furiosa balada de amor perruno. Siempre recuerdo el momento en que leí en el diario la noticia de la ahora famosa vaca cubana. Se que en un momento de la lectura algo lo decidió canción pero cuando, como, donde? Por suerte tengo el dominio de mis propias pasiones y se de que forma desenvolverlas para que todo se sustente en ese viejo entramado de querencias. Juego a perderme. Me asisto en extraviarme.Creo que estas cavilaciones tienen más que ver con lo que dije antes con lo de ser un tipo ya experimentado que ha pasado de todo. Ahí radica el problema. Es que en el ápice de mi carrera cuando uno cree tener todo controlado, es justo el preciso instante en que todo se derrumba hasta convertirse en algo ignoto y ajeno como si fuera una calle por la que nunca paso. Deben ser claves de defensa del artista como si de repente volviera a una inocencia inicial, como si de pronto todo volviera a ser nuevo y no sabría uno por donde empezar. Repaso mentalmente los cuatro temas compuestos. Trato de conectarlos de ver que tienen en común. Se que esto es algo que mi organismo hace sin que yo se lo pida como si las vibraciones de mi mente persiguieran constantemente un orden conceptual. Ahora lo hago a conciencia, distendido en estos sillones de Luzbola. Quiero ver por donde ando y por donde voy. La verdad que esta situación nunca deja de excitarme. Las bellas vicisitudes del creador. A veces intuyo que en este tipo de etapas es donde alguno queda en el camino. Tan grande es la desconexión que se produce con ciertas condiciones cotidianas. Tan afanoso el salto que uno quiere dar que no es anormal que alguien ruede en el intento. Creo que a mayor ambición mayor peligro de locura. Ha mayor profundidad por querer alcanzar con el disparo mayor probabilidad de fracaso. Vamos: Balas de Plata, Delete, Veneno, Ramas Desnudas. Nada del otro mundo. En realidad nada que no pertenezca a mi mundo. Tiniebla emocional, épica del hastío, amores de elefantes, densidad espesa del tiempo.
Sigo auscultando mi celaje de artista. La vejez me ha convertido en alguien que se controla incesantemente. Quiero saber todo acerca de mi y a la vez algo que siento nunca me permitiré lograr. Pero allí voy. Como puede ser me pregunto a veces que en distintas años de carrera o más siga prisionero de mis mismos temas de mis siempre previsibles encarnaciones temáticas. No es que me aburra o me incomode ya mi pulso nada de eso. Lo que me repito últimamente es como un artista en general, puesto que lo que persivo en mi ya lo he constatado lo perciben el 99 por ciento de los artistas no es capaz de salirse de su rito de obseciones. Como el artista paladín de la versatilidad, si se quiere, no es capaz de eso de versatilizar su realidad compositiva hasta llevarla a un grado ajeno. Hasta hacer de su composición algo desconocido y enriquecido por ese mismo desconocimiento.
Vuelvo: Balas de plata, Delete, Veneno, Ramas Desnudas. Canciones de amor para dealers.

Diplodocum Red & Brown

Me cuesta dejar los pinceles, las espátulas, los viejos adminículos que hicieron grande a Modigliani y a Van Gogh o sencillamente a mis viejos lápices de esfumador y a las ya antiguas rotling punta de acero.
Así que mientras incursiono en los avatares del dig-it
no dejó que mis viejos vicios de pintor y dibujante se dejen llevar del todo por el tsumani implacable de las nuevas tecnologías. Dibujo rostros, cuerpos, cuerpos cada vez más lascivos e hirsutos. Símiles de bestias tan modernas que tienen el paso simiesco de los neandertales. Allí paradoja. Encuentros transculturales en el planos interpolar del tiempo. No hay nada tan moderno como el fuego. Mi mano. Mi vieja mano se mueve con las mismas inquietudes que cuando tenía doce. Pese a la tirantez, a las pecas anaranjadas, a los huesos cansados que la sostienen no deja de tener esa vivacidad maldita, ese querer penetrar la oscuridad maciza del volumen, atravesar la verticalidad sumisa de los cuerpos. El lápiz dibuja por tercera vez una entrepierna femenina. La primera enflaquecida, la segunda entumecida hacia adentro. Hasta donde quieren trepar mis dotes espaciales de pornógrafo delirante y místico. Quizá se atrevan a entrometerse con los salvajes gruñidos de un orgasmo súbito. Podrán mis lápices dar cuenta de una sexualidad encubierta y a la vez expuesta en el diagrama de sus infinitas manifestaciones. Siente mi mano la antigüedad de lo prohibido. En cada trazo que delimita cada uno de los pendejos que dibujo siento, allá lejísimo la voz insepulta de los inquisidores clamando. He aquí el vértigo. Desde que la exposición de cuerpos se dio a ostentación masiva, desde que la desnudez es la nueva ropa del futuro, el pulso del pornógrafo ha perdido su libido para convertirse en las líneas descriptivas de un aséptico naturalista.
Mi hijo me pregunta que hora es. Sabe que le he prometido ir al cine. Que juntos con su madre hemos decidido hacernos una escapada de Leloir para ir a un multicine en el oeste de Buenos Aires a ver la nuevas creaciones de Pixar. Le digo que falta, que falta un buen rato todavía, que no se desespere que esta vez no le fallaremos. Lo que pasa a menudo es que a último momento, cada vez que intentamos salir tanto a mi compañera como a mí nos agarra la misma paranoia de siempre, la misma puta irritación de vernos por anticipado invadidos a cada paso que damos. Que se le va hacer pero las cosas son así.Y uno a elegido de algún modo de que así sean. De la mano de Bruno pende un dinosaurio. Extraña relación de los pibes con estos animales. Todavía no llego a comprender del todo que es lo que los atrae de esa forma tan contundente. Se muy bien que no es solo Bruno el fans de los tiranosaurus rex y cía. Que todos sus amiguitos también los son. En mi infancia no existieron. Lo más parecido que me ha tocado vivir como niño es algun dragón que se escapaba de un cuento. Voy a insistir en determinar cual es intima relación que une a los chicos con los gigantes del cretácico. Tomo uno de los bichos uno de cuello extremadamente largo con el lomo verde y lo doy vuelta. En la panza llevan incrustado el nombre. Diplodocum. Diplodocum Red & Brown.No puede no salirme de la mente el nombre de esa banda Me pregunto si la infancia feliz de niño rico de los hermanos Beilinson pudo tener acceso a juguetes que solo se conocerían en un futuro todavía muy lejano. Como fue capaz de ponerle el nombre de un dinosaurio a su conjunto adolescente. Bruno me tira de la mano y busca que me tire al piso con el. Me dice que ponga el disco ese. No se si se refiere a uno de Emerson Lake and Palmer que me vio escuchando el otro día y del que dijo que era música para dinosaurios o si se refiere a algunos de sus discos infantiles. Apago las luces y dejo que solo el reflejo de luz que viene del exterior nos ilumine. No he encontrado el disco que me solicitó Bruno pero si el de un japonés que hace una extraordinaria música incidental. “Volcanes y jazmines” así se llama. Y es los que busca Bruno, ponerle música de fondo a la marcha de sus dinosaurios. Así que ahora estamos los dos tirados de panza contra el piso, cuerpo a tierra, apenas iluminados por las luces de afuera, siguiendo la marcha de una manada de dinosaurios rumbo a no se donde hoy puede ser hasta la puerta del baño o a la salida al parque. Es último de los juegos preferidos de Bruno. Hacer atravesar la casa de punta a punta con la caravana de sus fieles amigos. Una curiosa peregrinación en busca del reino perdido. Un viaje propulsado y animado por los desplazamientos de víbora de su padre. Que termina con los músculos entumecidos y la garganta más gastada de lo que la tiene por prestarle su voz al grito de los animales prehistóricos. Pero dedo decirlo con algo de su pesado corazón liviano como un globo de gas al borde de la más completa felicidad. Le digo a Bruno que detenga la marcha de sus dinosaurios que los deje ahí donde están. Que no los mueva. Ahora el que juega soy yo. Ahora el que da las ordenes soy yo. Bruno me mira alelado. No sabe que la foto que estoy tomando formará parte del interior del nuevo disco. Todavía no.
Guardo la foto en el pendrive y prendo las luces los dinos no han llegado a destino pero ya es hora de bañarse. De cumplir con nuestra propia travesía de dinosaurios, ja. La madre lleva a su hijo a bañarse. El padre de una familia muy normal posa frente al espejo probandose distintas pelucas, distintos bigotes postizos, gorras de beibolista y una interminable colección de anteojos de sol, ja. Utilizo la tercera persona para delindarme de ridiculeces. Jamás en mi vida pensé que tendría que hacer esto para salir. Mimetización humana. Camouflage para la vida social. Mutación. La verdad que todo este asunto me tiene cansado. No soporto más los labios irritados por el pegamento del bigote. Esta vez voy a salir sin nada.

2009/07/08

Y los fundamentalistas del aire acondicionado

Podría decir que ya tengo listos la mayoría de los temas. Todas las composiciones de estos últimos años de soledad. Desde acá presiento el aliento salvaje de sus acordes, el empuje y la ansiedad que cargan en su piel para verse definitivamente dentro de una placa. Por el momento permanecen precintadas y congeladas en el útero de la tecnología digital.
La nueva banda no tendrá más trabajo que aprender a tocar lo que ya está cocinado. Si a alguno de los fundamentalistas se le ocurre alguna buena idea será tenida en cuenta, pero a decir verdad, repito, ya esta casi todo definido.
Busco que entren en clima para la grabación y para que finalmente podamos tocar en vivo.
Ya he tenido oportunidad de conocerlos aunque el hielo no se haya roto definitivamente entre nosotros. Algo comprensible. En tan poco tiempo y sobre todo a esta altura de mi vida, es imposible que se den grandes ligazones del espíritu. No existe ninguna experiencia vital previa que nos hermane ni nada de eso, pero bueno las cosas se han planteado así y todos entendemos bien de que hablamos cuando pronunciamos la palabra profesionalidad.
Siempre me gustó que un solista firme su trabajo con su nombre seguido del nombre de fantasía de la banda que lo acompaña, Tom Petty and de Heartbreacker, Nick Cave and the Bad Seed etc.
Para hacerles sentir a los chicos nuevos que son parte importante de la banda me decidí por un nombre de ecos millerianos: Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado. Ya se lo anticipé a Baltazar.
Es ineludible que los convoque. Ya es hora de plasmar con los instrumentos, con sonoridades viscerales lo que he predigitado en el in vitro de la dura high tech midi.
Estoy ansioso por escuchar la potencia que le puede dar Comotto a la intro de “El tesoro...”. Mi idea es que suene bien Petty, demoledoramente Petty. Quiero vencer por una vez las porfías silenciosas de Skay que, debo anotarlo, con enorme grandeza no podía dejar de imprimirle su sello personal a cada uno de los riffs, relegando a través de su fractal melódico, la bola de energía límpida de las big band americanas.

Con pelados

Me sentí muy cómodo entre los Bersuit. Hace un par de meses que Gustavo Cordera me viene llamando para concretar un asado con ellos en El Cielito Records.
Debo reconocer que siempre fui un tipo difícil para hacer migas con los demás muchachos pertenecientes al circuito del rock local. Lito Vitale, Luca, Fito cuantos más? Así que me costó la decisión de hacerme unas cuadras y llegarme al nuevo bunker de la Bersuit.
Hacía tiempo que no me encontraba dentro de un clima tan jovial y festivo. Si bien la escena del lugar era lo que me esperaba -los chicos arrimados a la parrilla con sus permanentes vasos en la mano, cagándose de risa y cruzando opiniones sobre la cocción de los chorizos- me invadió un clamor juvenil que le hizo muy bien a mis huesos. Como no podía ser de otra manera a los pocos minutos estaba rogando que bajen un poco el volumen de la música cordobesa de cuarteto que estaban escuchando. Por suerte con Cordera y el otro peladito nos retiramos un poco del centro del quilombo y nos fuimos a sentar cerca de la pileta mientras se terminaba de asar la carne. Lo primero que hice fue felicitarlos por la adquisición del estudio, siempre me gustó, les dije.
Cordera de entrecasa no es el pelado explosivo que salta de una punta a la otra del escenario. No transpira su pijama, no por ahora. Lo noto grave con la misma pesadez en el alma que conllevan todas las personas de hígado atrabiliario. Siento que de todos los modos posibles intenta ser excesivamente cortés conmigo. Por lo tanto trato de desestructurarlo de su posición dando muestras de ciertas jococidad. Subirá ríe de forma incomprensible ante mi salva de chascarrillos “sólo para rockers”. Por fin la charla entra en el cauce que todos queremos. De a poco nos vamos sacando las pieles de músicos exitosos, exculpándonos entre risas de “semejante pecado”. Es ridículo pero imprescindible. Tanto Cordera como yo nos cuidamos con la bebida, cada vez le echamos más soda al Martini, haciéndolo más y más acuoso. El otro peladito sin embargo carga a cada rato su vaso con el petróleo inteligente del Fernet Branca.
Si bien le llevo más de quince años a Gustavo su carrera de excesos hace que hablemos casi de igual a igual en esto de las averías y cuidados. Los dos somos conscientes de haber hecho capote en el rubro alcoholes, no especificamos, pero estamos de acuerdo que una vez que las bodegas interiores se rebalsan, hay que manejar las ansiedades y los desplazamientos del ser con otros placebos menos corrosivos.
Se ríe Cordera, su rostro poceado de bohemio alcohólico pero con el acelere de los noventa, es muy particular. Subirá escucha, ajeno, como si no estuviera el mismo a punto de involucrarse en el club de las aves cascoteadas. Es lógico que piense que aún le restan varios años.
Vienen los elogios para los Redondos. Primero Cordera revelándose fans de “Aquella solitaria vaca cubana” y después Subirá definiéndose como un admirador absoluto de Oktubre. Que disco, que disco, dice con verdadera exaltación de ensoñación tanguera.
Casi de rigor cito el tema de Cazuza y la Murguita del Sur y hablo de la riqueza literaria de las composiciones. Los pibes cerca de la parrilla gritan que quiere escuchar el Indio. Sin pensarlo les grito- Jaime Ross y enseguida se enciende la voz del uruguayo cantando Durazno y Convención. Caminamos por el parque aproximándonos al quincho. Les cuento varias anécdotas sobre la grabación de Bang Bang. Mientras hablo todavía me parece ver el rostro extraviado de Gustavo Gauvry tratando de interpretar lo que yo lo pedía en ese momento. Nos sentamos en la mesa y observé como algunos de los demás muchachos me miraban como a un ser, diría, ficcional. Alguien que no pertenece por entero a la realidad. Eso es lo que sentí. Me miraban dos o tres veces hasta que por fin al escuchar mi voz, al ver que ingería pan como cualquiera mientras espero el asado, cayeron en la cuenta de que soy de carne y hueso. Esto hace que me ponga más extrovertido, intento que se revelen lo más pronto posible mis rasgos más plenamente populares. Los azuzo con que no se les vaya la mano con el ají kitucho en el chimichurri, que el viejito se anda cuidando de los intestinos. Me separo un poco de Cordera y me arrimo al resto de los chicos. Juntos miramos y opinamos sobre la descomunal cantidad de CDs medio artesanales de murga uruguaya que tienen sobre la mesada contigua a la parrilla. Se sorprenden de que yo también sea un admirador de ese tipo de música. Buscan y ponen lo que ellos suponen que no conozco.
Alguno de los chicos me empiezan a pedir autógrafos para sus hermanos.
Me siento bien aunque un poco aturdido por el vocinglerío. Extraño a Bruno.

De covers y duetos

Los últimos encuentros con Calamaro y con Cordera & Cía., la libertad de ser solista y no depender exclusivamente de los Redondos han hecho que ciertas ambiciones musicales se agiganten o mejor dicho se diversifiquen.
Estos últimos encuentros musicales con un Andrés inspiradísimo, capaz de tocar la Marcha a Garibaldi, me han hecho creer en la posibilidad de armar un disco de versiones, de covers de clásicos del rocknroll.
La idea siempre me sedujo. Siempre rondó en mi cabeza un conjunto de rockitos que podría denominar la protohistoria del rock.
Cuando estabamos tocando un tema de Chuck Berry sentí que era el momento de plasmarlo. Uní mentalmente el tema de CH. Berry con Savoy de los Beatles, Paint in Black de los Stones y algunos de Mellecamps y Mayall y contemplé mi seleccionado de los mejor del rock.
A esto le agregaría temas de Hendrix, The Doors y Cream y de alguno más que salga bien.
Me animé a preguntarle a Andrés que le parecían estos temas cantados en castellano. Ver de que forma podían quedar cantados en español. Se que van a ser innumerables las dificultades.
Andrés me decía que el lo había intentado con J. B. Good y con algunos temas de Sinatra.
Por momentos siento un estado de gran extrañeza al verme embarcado en tales proyectos. Siento el aire renovado al estar alejado del arca de los Redondos, al ver vestirse innumerables posibilidades en mi imaginación, al tener un contacto tan fluido con otros músicos pero también siento que mis pasos resbalan en el aire como si lo que proyectara no tendría el peso para marcar una huella.
Por momentos creo que todo está bien pero el divorcio con Skay y Poli es duro. Intentaré no pensar mucho en ello, dejar de buscar explicaciones, creo, va a ser lo más saludable.
También me interesa la posibilidad de grabar alguna de las cosas que hicimos con los Bersuit. Emprolijar un poco esos rocanroles y murgas . Darle un sonido con la densidad justa. Esa sería la cuestión. Creo que el material que produjimos tanto con Cordera como con Calamaro es merecedor de que alguna vez sea registrado con más seriedad para que sea escuchado.

Masacre en el Pabellon 7mo.

Alguna vez las conservé como si fueran un tesoro. La Cerdos & Peces era un artículo de colección. Si no me equivoco entre los libros de pintura o dentro de ellos quedan fragmentos de algunos de los números. Los busco pero la nota que ando buscando no está. Habrá alguien a quien solicitarle la Cerdos que contiene la nota famosa del Doce firmando con su verdadero nombre, Edgardo Gaudini. La nota se llamaba La Masacre en el Pabellón Séptimo, la triste historia que llevo prendada en el cerebro desde hace años y que me llenan de dolor y odio cada vez que la recuerdo.
Ese inmenso bloque de dolor se esta trasformando en canción. Hace tiempo que en el taller de desguace de mi inspiración anda rondando el espíritu de Luis Canosa. Algo de él ya había sido plasmado en Toxi Taxi pero esta canción es más directa.
Sobre las bases de una viola con angustioso suspenso me logré plantar con mi perfil más crooner y basándome en el relato de Horacio, que desde aquellos aciagos días de fines de marzo del 78 me persiguen con sus imágenes del más asfixiante de los infiernos.
Quise ser fiel, casi textual a las palabras de Horacio. Utilizando una forma de escribir casi nueva para mí pero la más acorde para narrar lo inenarrable.
Me recuesto en el sillón tratando de recordar la nota del Doce. Intento rememorar los nombres de los otros pibes que estaban con Luis. El Francés y el Cebolla, seguro, locos realmente inofensivos metidos en el infierno de mierda de uno de los pabellones más densos de Caseros, purgando penas menores por tenencia de LSD.
El infierno daba a las calles Talcahuano y Nogoyá. Según Horacio la cosa empezó cuando el pasarela, un tipo nuevo apodado Kung Fu quiso apagarles la tele antes de tiempo. Alguien comenzó a quemar un colchón en señal de protesta y todo devino fuego e incendio.
Quiero que mi canción capte claramente ese absurdo, esas muertes increíblemente vanas, ese arrebatos de las libertades en los pabellones del estado.

Pa que bailen los muchachos

Declaré alguna vez que iba a seguir cantando hasta muy viejo, canturreando alguna canzonetta o algún tango junto a un piano. No se por que mientras fundía alguna de las piezas de “La piba de Blockbuster” vino a visitarme ese recuerdo del futuro. Tal vez porque sea el tema más relajado y menos impetuoso de la placa. El que menos exigencias pulmonares tiene a la hora de cantarlo. La voz se va arrastrándo dentro de la historia igual que una ánguila.
No me imagino muy bien el vivo de esta canción. Seguramente con la apoyatura vocal de las Blacanblues levantará vuelo.
Vi las caras de Comotto y Aramberri, las vi sorprendidas y presa de una oculta felicidad. Más en Hernán que en Baltazar. El Charro Chino les gustó mucho.
La primera vez que le tiré las pistas a Baltazar, me miró como preguntándome ¿qué es esto?.Esa impresión me hace pensar en que Charro Chino es el tema más extraño del disco. El lugar más dance al que he llegado. Escapado de una rave en las terrazas de un monoblock de Lugano, de un pacto demoníaco con los compases del baile, como un Tom Jones de Parque Leloir, le inyecté ritmo disco a la estructura de un viejo rocanrroll.
Me gusta mucho su elasticidad musical. Es muy refrescante. Me imagino un estadio entero bailando bajo una enorme bola de cristal.
Más allá del dance me gustan como quedaron ciertos fraseos de la letras que me remiten a cierta prehistoria de los Redondos a su época más dionisíaca y festiva., cuando éramos el variete más descabellado de varias millas a la redonda.

Fiebre en las gradas

Domingo. Como Dios descanso. Me desenchufo del laberinto de sonidos del Luzbola. Dejo toda la maquinaria descansar. Abandono mi cabeza para que se purgue un poco de los barruntos y graznidos de los midi y las guitarras.
Desde temprano preparo la platea donde me instalaré a disfrutar de la dispersión mentirosa del fútbol. La idea es hacer un largo break, llevarme cerca el minibar y perderme en el universo del verde césped.
Veo casi todos los partidos de forma casi viciosa desde hace algunos años aquí en Leloir.
Soy un abonado gustoso del codificado. Arranco con los partidos de Italia y España. Me gusta ver a Riquelme. Torero es un apodo perfecto para quien como él larga letales estocadas desde sus pies para penetrar el lomo de toro de las defensas rivales.
Siempre me gustó el fútbol mirarlo y jugarlo. Aunque ninguna de las dos cosas hayan sido constantes de mi vida ni mucho menos. Me gusta tanto ser el degustador exquisito de todas las jugadas que valen la pena, así también como el tifosi envenenado que se la agarra con el arbitro.
En el fútbol local soy un estudioso obsesivo de cánticos y banderas. Creo que esto no tiene su origen propio en mí sino que es una transferencia de las bandas. Como en los recitales, en las canchas también veo muchas banderas con referencia a los Redondos, muchísimas, en todas las categorías. Lo que no abunda demasiado son las canciones con nuestro sello solo algunas hinchadas como las de Atlanta o la de Alte. Brown se han animado con la melodía de la Bestia pop.
Me zambullo de lleno en el juego. Me gusta descubrir la disposición táctica de cada equipo. Me gusta aunque desluzca el juego ver como los equipos chicos se abroquelan desde el mediocampo hacía atrás tratando de contener los millones de dólares de los equipos grandes, preparándose para dar el zarpazo con algún delantero perdido y ganar el partido. Siempre hincho por los más débiles. También gozo mucho con algunas individualidades como la victriólica omnipotencia del mellizo Barros Schelotto, su suficiencia y su talento capaz de llevar a la victoria a Boca tanto con un golazo como discutiendo un lateral o fingiendo una falta.

Criar a Bruno

Bruno me mira con los ojos llenos de intriga. Le llama la atención que varios de los padres de sus compañeritos de jardín me vengan a saludar tan efusivamente. El sabe que su papá es cantante pero no que es uno de los tipos que protagonizó uno de los fenómenos socioculturales más grande del país. Sufro un poco por el hecho de que tenga un padre famoso, se que las cosas para la visión de un niño deben ser distintas, me gustaría obviar mi trascendencia cuando trato de “criar a Bruno”. Igualmente confío en la inteligencia de Bruno en su forma de desmenuzar las cosas para llegar al carozo del asunto.
Cuando me preguntó por qué el papá de Thiago me abrazó tan fuerte, no supe bien que contestarle. Me resulta cómico, raro no se como definirlo esto de que los papás y mamás de los compañeritos de Bruno tengas un promedio de treinta años y que la mitad sean fans de los Redondos.

Indio abstemio

Desde hace unos días que me ando probando con té frio y Amargo Serrano. Desde la seis de la tarde cuando la dipsomanía recrudece, cambio el wisky por sus placebos herbáceos.
Hace poco terminé con el pucho ahora voy por el vidrio. Si bien no vivía en un permanente pedo, los tres wiskilines que me recetaba por la tarde más las veces que me pasaba de largo hacían que mi cabeza despierte con cada vez más duras resacas. Dolorosos aturdimientos y un insoportable malhumor.
Así que tecito verde frío o un amargo con soda para calmar la ansiedad y apenas un culito de vino en las cenas. Las brechas que abre la edad hacen mella por todos lados. No es lo mismo la asimilación de un litro de wisky a los treinta que a los cincuenta largos.

Llenar estadios?

Me detengo en el vertiginoso diseño del Si de Clarín, sus exuberantes paratextos, su disposición cada vez más propicia a la imagen en detrimento de los textos. Por momentos esta nueva gráfica llega a marearme. Hace unos años bastaba con ir a la contratapa para ver la data de los recitales, ahora ya no se donde están, seguramente emboscados entre estas fotos y titulejos exageradamente subrayados.
Quiero fijarme donde toca Skay, quiero ver como es su progresión post redondos. Hasta ahora ha tocado en lugares chicos de 500 a 2000 personas. Mi manager dice que debería ir viendo lugares para tocar y que en los que ha tocado Skay ni se me ocurra.¿Es verdad que el Indio Solari puede llevar más de diez veces o veinte veces de publico que Skay Beilinson?
Si me dejo llevar por la más pura racionalidad, el cálculo de mi mente es que solo podría triplicar o cuadruplicar las cifras de Skay con lo cual el Luna Park estaría bien. Dos o tres Luna alcanzarían para saciar la sed de las huestes redonditas de verme en acción.
Torres me escucha con respeto y paciencia, pero su rostro me indica que no comparte para nada mis cálculos. No lo dice pero supongo que piensa que me estoy quedando corto. Le agrego más agua al wisky y me imagino un estadio, un estadio lleno, yendo a ver ¿exclusivamente a mí?.
Torres se va sin que quede nada claro ni definido, aunque también sabiendo que entendí que podríamos llegar a cometer un gran error tocando en un lugar que no albergue las ansias de los miles de pibes que quieran ver el retorno del viejo líder de los redondos.
Interiores voces de la ironía me dice que llame a Mora y Araujo o a Rosendo Fraga para ver cual es la imagen positiva del Indio.
¿ Y si Torres tendría razón y estaría para como alguna vez lo hice con Skay llenar dos o tres estadios?.

Entrecasa

Miro Luzbola. El ámbito místico según los periodistas del rock donde acorazado sobre los dispositivos digitales de las más contemporánea high tech vago como un psicobolche devenido en burgués maldito, despuntando el vicio de crear las más exótica pero paradójicamente las más populares canciones del rock local.
Por momentos me parece que no es demasiado alejada esa visión. Algo de templete posmoderno tiene el Luzbola. Lo que no me banco es la casilla rígida donde intentan encerrarme bajo el rubro lúnatico poeta de los márgenes de la sociedad. Me gustaría que me vean algún día atendiendo a mi pobre viejita o corriendo tras el enfant. Más de uno cambiaría para siempre el facilismo que tienen para ponerme esa puta etiqueta.

www.mundoredondo1.com

Cuanto tarda esta máquina en entra en la WEB. Será el mouse o será la conexión lo que impide que ingrese con mayor rapidez a esos sitios que los fans han dedicado pura y exclusivamente a difundir el mito de los redondos.
Busco en MIS FAVORITOS, mundoredondo1, creo que lo mejor y el que más ha perdurado. Sus responsables se hacen llamar Peto Y Rulo y no dejan un día sin actualizar la página.
Unos años atrás cuando comenzó la fiebre de Internet. Fueron varias las páginas dedicadas a la banda, los redonditos de abajo, el infierno está encantador y algunas más. Más o menos todas manejas la misma data, un apartado con la historia del grupo, otra con las letras, otra con la gráfica de los discos. Lo que más me sorprendió del material expuesto en estás páginas fue una serie de fotos que recopilan todos los grafittis de los barrios de Buenos Aires que hacen mención a los Redondos

Con Dawi

No se si Skay ha intentado convocar a sus recitales a alguno de los chicos, hablo de Walter, Semilla o Sergio. A mí me pareció una buena idea, una señal para que los chicos no crean que los Redondos están muertos como pretenden insinuar Poli y Skay cada vez que conceden unan nota. Cada vez me duelen más esas declaraciones cortantes tan ajenas a la esencia conciliatoria de Skay.
Así que lo llamé a Sergio Dawi. Se que de los tres es el que menos ofuscado se siente conmigo. De distinto modo que Semilla, Sergio ha sabido comprender la mecha que hizo detonar a la banda. Me conmovió su inmediata disposición a tocar conmigo en La Plata.
El sábado voy a anunciar que el domingo nos estará visitando un gran amigo. Se que la imaginación de las bandas se disparará enseguida pensando en Maradona o en Skay no sé, pero trinarán eufóricos al ver al entrañable Sergio soplando su saxo.

El pogo más grande del mundo

El pogo más grande del mundo. Uno de los instantes más conmovedores del rock mundial. Cuarenta mil, cincuenta mil jóvenes dando rienda suelta a esa danza tribal urbana nacida en pequeños pubs londinenses y que llevado a cabo por los redonditos tiene una estética única, mitad devocional mitad desaforada coreografía de la desmesura, aunque pensándolo bien me gusta pensarlo como comunión humana, chicos y chicas abrazados al oscuro pulso de una composición paranoide que ha falta de himnos verdaderos la erigen en oración panteísta y combativa de todos los desangelados del mundo.
El sábado en la Plata los relojes del Dpto. de meteorología cuando el pogo más grande del mundo se desataba como un huracán, vieron oscilar las agujas del sismógrafo.
Intensidad humana sacudiendo la corteza terrestre como un terremoto.

La noche del diez.

Me llamaron de la producción del programa que va ha protagonizar Diego Maradona. Se va a llamar “La Noche del Diez”. Me sorprendió el llamado. Primero habló uno de los productores, me invitaba a formar un coro de estrellas de rock junto a Vicentico, Lerner, Bahiano y Juanse para cantar la canción que el pibe Rodrigo compuso en su honor.
Me costaba tanto un si como un no. Mi aprecio por Diego es infinito, su fútbol, sus palabras, el gesto desafiante, su iconografía permanente de guapo de los potreros de Fiorito. Pero todavía ciertas conductas de clave religiosa siguen en mí.
Estuve a punto de aflojar cuando le pasaron el tubo a Claudia Maradona. Me decía que para Diego sería más que inolvidable que el Indio Solari esté en su programa.

La Huesos & Cía.

A veces las historias me asustan. “Esta es la más formidable experiencia que hemos tenido en nuestra vida. Todo comenzó cuando Jackie puso las cuatro entradas sobre la frazada de la cama de Maite. A todas nos dio una fuerte sensación el contraste del dibujo del Indio, sobre el fondo blanco del cubrecama con estampados de Tweety y el Gato Silvestre. Era como una visagra que dividía nuestras vidas. ¿Dejábamos de ser niñas a través de una furiosa incursión en el mar más apasionado del rock?.Jackie encendió un cigarrillo mientras yo me abrazaba de felicidad con la Huesos y con Pía. Maite mientras buscaba rápidamente un cenicero debajo de la cama no podía ocultar una profunda preocupación. Todas sabíamos que iba a ser una odisea que los viejos la dejen viajar a La Plata, a una cancha de fútbol!!!, a ver al Indio Solari!!!, No te preocupes Mai, le dijo Jackie con su insuperable voz gruesa que a todas nos trae paz, te vamos a raptar pero vos a La Plata venís. Maite se puso las pilas y abandonó su cara de preocupación. Para demostrarnos que era una chica osada y que no era una boludita a la que sus padres no dejaban ir a ningún lado, corrió hasta la pieza de ellos y se trajo una botella de lemonchelo y una copita. La Huesos ya se había adueñado de la compactera y hacía sonar el mejor “Tesoro de los Inocentes”, ese que te eriza la piel y que exitadas como estabamos con la noticia de las entradas, nos proporcionaba tal delirio en el cuerpo y en la mente, que no eramos más que un manojo de cosquilleos y taquicardias. “Si no hay amor que no haya nada en vos...”dictaba las Huesos con sus largos dedos cargados de anillos con calaveras y brillantes. No se por qué pero saber que ibamos a ir a ver al Indio nos había callado. Habíamos cesado de ser ese remolino de palabras y frasecitas piolas de moda que nos caracteriza, para convertirnos en cuatro soñadoras, en cuatro entes encantados pensando en como sería ver a los Redondos en vivo, bah al Indio solo, pero para nosotras que nunca vimos a los Redondos, ver al Indio es lo más parecido. Aparte el hermano de Jackie fue a ver a Skay y le dijo que nada que ver con las viejas fiestas ricoteras, que está bueno lo que hace pero nada que ver, nada que ver y eso que casi siempre toca JIJIJI dijo. Así que las cuatro tiradas sobre el cubrecamas de Twety nos estamos croqueteando con lo que será la gran fiesta del Estadio Unico de la Plata. Jackie me pasa la botella de lemonchelo que ya tomamos del pico, Maite busca ahora el poett antitabaco para matar un poco las nubes de marlboro que inundan su habitación. La Huesos se pone melancólica y le dice a Pía si se acuerda el día que se conocieron en el chat. Vos eras la hijadelfletero y yo la ratoncitadivina. Quedamos en encontarnos en Bon Street donde yo te iba a llevar el video de Lanús. Ahí estaba Pía evoca la Huesos y esas palabras ese recordatorio que juzgamos inútil y que sin lugar a dudas envejece nuestros catorce años nos da escozor¿por qué los redonditos tenemos ese rememorar emocionado de los borrachos, ese volvernos en el tiempo como si todo los que nos hubiera sucedido desde que nos calzamos la camiseta del Indio fuera irremediablemente trascendental? Los ojos azules de Pía caen en el fondo de la botella de lemonchelo para estudiar cuan largo será el trago que vaciará la botella. Los aires de marcha escocesa, la evocación de la frontera mexicana y el Indio recitando “ almuerzan con la biblia de Hitler” nos da sin dudas aires de intelectualidad, las cuatro nos ponemos tensas de pensamiento. Maite me dice si le voy a devolver los Diarios de Ana Frank. Jackie le dice que para que quiere esa terrible boludez que si quiere leer algo bueno le presta Factotum de Bukoski o la poesía completa de Pizarnik. Desde que empezamos a escuchar los Redondos tambien empezamos a leer, menos la Huesos que no se banca los libros. Tiramos a la mierda los libritos de la colección Inseparables y los de Harry Potter para leer “en serio”. Eso es lo que dice Jackie. Buscamos en la biblioteca de hermanos ,padres y tíos todos los títulos y autores que nos sugieran una relación directa con los Redondos. Hace poco, siguiendo lo que el Indio a vertido en sus reportajes, hemos juntado plata entre Maite y Jackie para comprarnos los cuatro libros de Durrell. Antes lo habiamos hecho con Truman Capote y con Norman Mailer. Con este último nos reclabamos. Es un bodrio total. No se que le verá el Indio. Jackie que fue la que más avanzó con “El fantasma de Harlot” dice que cree que todavía somos chicas para entenderlo. Un día con Maite y con Jackie con quien iba a ser sino le propusimos a la de Literatura si en vez de leer Crónica de una muerte anunciada podíamos hacer nuestro trabajo algún libro de Bukoski. Casi no, nos echó a la mierda. Ya es de noche y no nos hemos movido de la pieza de Maite. Cada una guarda su entrada en el bolsillo más profundo de su humanidad. Esa noche no pude dormir. Pensé miles de veces como sería la salida del Indio al escenario, pensé si yo estaría cerca para verlo bien, me angustia un poco, que como somos cuatro pendejas nos tapen y no nos dejen ver nada. Pero de alguna forma nos vamos a arreglar. Después pensé en los temas que va a tocar el Indio, seguro que toca todos los nuevos, pero de los viejos, que va a tocar? Me muero si toca “Preso en mi ciudad” o “Esa estrella era mi lujo”o “Todo un palo” sería el delirio total. Me levanté más de cuatro veces de la cama. Papá me preguntó si me pasaba algo. Todavía no le dije que tengo entradas para ver al Indio, tengo pensado decirle que vamos a ir con el hermano de Jackie de esa forma no va a tener problemas con dejarme ir. En la noche en vela que pase me imaginé todo, desde la ropa que me voy a poner hasta que voy a hacer si me convidan porro. La remera negra de Oktubre y no fumo, no por ahora, no sé. El momento más feo de la noche fue cuando se me vino a la cabeza todo el asunto de Cromagnon. Veía a todos los pibes muertos por el humo apilados como los judíos en los campos de concentración. Me preguntaba si eso podía volver a repetirse conmigo y mis amigas como protagonistas. Pensar en la inteligencia del Indio me trajo paz. Me dije que si está el Indio solari sobre el escenario eso no pasa. Que eso le pasa a los Callejeros por boludos e inexpertos. No se si está bien lo que pensé pero me sacó el miedo. Como a las cuatro de la mañana, prendí la compu y me fui directo a la página de mundoredondo1. Busqué “La caja de los truenos” y repasé una a una todos los comentarios de los recitales cuando estaba terminando el comentario de River me vino por fin un poco de sueño. Tenía una hora para dormir antes de ir al colegio. En ese ratito que dormité soñé que me subía al escenario y cantaba con el Indio.

2009/06/16

Sanata british

Pulo mi inglés de aeropuerto. Trato de darle algunos matices a la rigidez sintética de los pocos sustantivos que componen mi repertorio. Pese a mi enorme pasión por la cultura rock, la cual en un ciento por ciento pertenece al idioma inglés, nunca me propuse profundizar sobre sus conocimientos básicos. Supongo que un sesgo de nacionalismo rantifuso más amigo del dialecto de la calle Corrientes que de nuestra telúrica tradición, puso barreras para ello. Eso me llevó a estar atento a las traducciones, a los amigos que tenían acceso al inglés. Ir y venir de lo de Rosso con las letras de Chungas Revenge. Desvivirme por conseguir el librito con las letras de Lou Reed en versión bilingüe. Esas cosas.
Ahora las mañanas de Parque Leloir, las mañanas en que hace su aparición la puta voluntad me pego al diccionario Oxford, a CD’s donde una teacher colombiana me enseña a contraer la boca en forma british.
No me desvivo por aprender la lengua de Shakespeare ni mucho menos pero la irremediable universalidad del inglés se ha metido de lleno en mis letras. Me pregunto si será el spanglish que escuché en New York que se quedó pegado como una herida de música irredenta en el fondo de mi lengua. Tres millones de latinos fundiendo a su propio espacio verbal los gang del lugar donde viven me resulto una experiencia muy fuerte.
Desde siempre gangoseé lo que llamamos el embrión de las canciones en el idioma madre del rock.
Skay se ponía impaciente; hasta que no dejaba la sanata en inglés y empezaba a ponerle palabras comprensibles, parecía que no se relajaba. Después de dos o tres discos se dio cuenta de que era una buena fórmula compositiva.
Anoto en un papel todos los términos extranjeros que tengo en las casi definitivas letras para el nuevo disco. Me sorprende su enorme cantidad. To beef or no to beef es una boutade. Desde que se me ocurrió me sigue arrancando una sonrisa de complacencia. Igual que masturburguer o el portuinglés de blody filha da puta.
El sol fuerte de las 9 me invita a ponerme la ropa blanda de footing y dejar que todo el abanico de terminología sajona se vaya desparramando por mi mente mientras voy dando unas vueltas por casa.

De este lado del paraíso

Miro a Bruno, el inextinguible manantial de luz que brota de sus ojos negros, el misterio alumbrador de sus expresiones. La inocencia es el máximo tesoro. La vida inmaculada. Después el chapaleo de barro de la vida. Bruno es mi maravillosa fuente de poder. Arrimarme a el es cambiar mi piel de coyote por un pelaje nuevo de joven lobo. Brillo en la oscuridad.
Miro los límites de la casa, los enormes cercos de arbustos verdes custodiados que le confieren el límite, al muro que nos aleja del peligro aires naturales despejando cualquier idea de refugio o de prisión. Pero cuando lo observo bien no puedo dejar de pensar en un afuera-adentro, excluidos-incluidos, paradójicamente mientras contemplo a Bruno no solo pienso en su protección sino que también habitan en mi mente la cantidad de pibitos como el que estarán luchando contra la tormenta de mierda de las injusticias. Las implacables normativas del capitalismo que ha dejado en la intemperie absoluta a buena parte de la humanidad.
De este lado del mundo, de los muros de verde follaje para acá, todo bien. Más allá el infierno cotidiano de la miseria. Soy un afortunado. Mi hijo está de este lado. Pero también tendrá que aprender a ver el mundo allá afuera. Ayer hubo reunión de los vecinos del Parque Leloir, como siempre ni Virginia ni yo asistimos. No me gusta ese complot semipolicial de burgueses paranoicos. Sin embargo no pude dejar de enterarme que se trató el tema de la seguridad dentro del barrio, cosas tales como realizar cursos de autodefensa y adquirir armas de más calibre para los guardias. Causa mucha impresión el repliegue de las personas que han alcanzado cierto nivel económico que los salva de la pobreza. No solo quieren alejarse de las ciudades sino fortificarse como esperando una invasión de los desposeídos. Lo que más me sorprendió fue el plan de ciertos vecinos. Según Obdulio se estuvo hablando con autoridades del Club River Plate para que el Monumental sea el refugio de los habitantes de barrios privados. En caso de una arremetida de los pobres, estarían ya dispuestos helicópteros para trasladarlos a la cancha. Esto me dejó patitieso. ¿Después de esto qué?, ¿Irse a vivir a otro planeta?.

Ciertas sombras

Siento la marcha de un enorme elefante blanco. La marcha de un enorme elefante con piel de MIDI y pesadas patas que traen el eco de guitarras voraces.
Nada nuevo en realidad, la misma obsesión de mi corazón de rocker.
Jamás pensé que un día iba a llegar el momento de lanzar un disco como solista. Nunca nada fuera de la vieja empresa emocional de los Redondos. Pero las cosas menos imaginadas también tienen lugar en este mundo.
Percibo la ambivalencia de estar traicionando un viejo juramento y por otro, la sangre renovada que traen los nuevos desafios.
Sin embargo siento que esto es falso. Este tironeo emocional quizás no existe para una afiebrada bestia de creación. Soy un caldero que bulle en cualquier circunstancia ante la tentación del formato canción.
Busco las mejores ideas para la nueva tripulación.
Extraje de los cajones, viejos papeles. No tenía la intención de encontrar directamente letras. Pero si impregnarme del fantasma de viejas estructuras para volver al cauce de la vena literaria.
No siento demasiada diferencia de lo que realizaba junto a Skay. Es que para mí siempre fue solitaria la tarea de preparar todo el andamiaje teatral, el guión de la película, la máscara filosófica que viste y compone cada uno de los trabajos.
Así que no existen grandes diferencias en lo que concierne a la creación.
En cuanto a los nuevos integrantes del proyecto, ya comprobé su probidad musical, su extremado esfuerzo para tratar de llevar a cabo mis ideas.
Pero aunque sienta que somos un relojito, en cuanto entramos en vértigo rock, en los instantes más álgidos de las nuevas canciones, es allí donde parezco besar el fuego de los cielos incendiados, allí se me abre una brecha. Una incontrastable franja de vacío que me cruza toda mi humanidad por completo, como una serpiente de hielo reptando por mi alma.
Ciertas ausencias, ciertas sombras me iluminan con frío cegador. Tengo que sobreponerme. Tengo que aceptar que muchas cosas serán irrepetibles.

2009/06/08

Andrés

Espero la llegada de Andrés. Doy vuelta en mi cabeza como si fuera un costillar de cerdo que se esta dorando sobre una brasa fina y roja algunas frases de Adieu bye bye. En cualquier momento cae mi amigo por Leloir. Hemos hecho muy buenas migas con Calamaro. Tiene un enorme potencial compositivo que entrega de forma generosa así también como un enorme conocimiento de casi todos los aspectos de la cultura rock.
Pasamos tardes enteras recreando o comentando canciones de los Grateful Dead o de The Birds.
Siempre supe que era un gran fan de los Redondos aunque nunca había tenido la oportunidad de conocerlo. Un día me llamó por teléfono y lo invité a que viniera a mi casa.
Tengo un vago recuerdo de su paso por Los Abuelos de la Nada, es que nunca le di mucha bola a lo que llamamos rock nacional y en realidad me bancaba poco y nada a Miguel Abuelo. No me caía nada bien ese maldito gnomo poeta al que Andrés insiste en llamarlo Mike y al que parece no haberlo dado por muerto como si su presencia girara todavía en los alrededores de su ámbito vital. Por Andrés me enteré que Miguel Abuelo nos solía venir a ver a Palladium y a la Esquina del Sol y que en los ensayos solía mandarse con La Bestia Pop. Es tarde para arrepentirse de ciertas cosas.
En realidad comencé a prestarle verdadera atención a Calamaro cuando se fue a España y armó Los Rodriguez. Me llamó la atención la forma poderosa en que sonaba la banda y la contundencia rockera de esa poesía articulada con proposiciones traperas.
Me cayó simpática la vena gallega que adquirió en España.
En esa época contaban los periodistas de rock que Andrés suspendía sus vuelos a Madrid para venir a ver los recitales que estabamos dando en Obras.
Me acerco a la parrilla y vierto bastante riesling sobre las mollejas que ya casi están. Me voy al Luzbola.
Tengo todo preparado en el estudio para grabar. La última vez que vino Andrés nos quedamos con las ganas de grabar porque el cable del teclado estaba roto.
Entre otras cosas me gustaría que me ayude a pulir unas versiones de Tom Waits que a él le salen tan bien.
Después seguro que nos ponemos a bartolear con la guitarra. Utilizo algunas de la maquetas que tengo grabadas y le metemos las historias que salen en el momento encima. Riesling a las mollejas.

Por què?

Nuevas visitas a Parque Leloir. Esta mañana, mientras hacía footing, note en varias oportunidades como detrás de la fila de álamos que se alinean paralelas al recorrido de mi marcha, una sombra se cruzaba en mi camino.
En un primer momento adjudique esta interferencia visual a la capucha del buzo. Después al sacármela por completo me di cuenta que evidentemente no era la capucha la que producía las sombras, era otra cosa. Una sombra perturbadora que iba de álamo en álamo.
Aceleré la marcha. En ese preciso instante en que intentaba con velocidad llegar a casa, un silbido estridente me detuvo en seco y pude observar una imagen macabra recostándose sobre uno de los árboles.
Parecía un viejo marino noruego. El pelo y la barba anaranjados olían a arenque y cubría su cuerpo con una remera a franjas horizontales azules y blancas.
Lo que llegó a impresionarme más fue un enorme agujero traspasándole la frente de lado a lado, producto de un certero balazo y del cual manaba sangre de color violeta.
Cuando me detuve al lado oí su tono perentorio, que sin vueltas, iba al grano y me preguntaba con el tono patético del cuervo de Poe -¿por qué?, ¿por qué?. El eco alargado de su pregunta me produjo cierto mareo.
Continuó con una serie de carcajadas y un discurso secretamente lúcido acerca de la inmortalidad, del que solo recuerdo esta frase ...puedo transmutar en miles de rostros, cargar carnaduras mortales pero tras ello el palacio ancestral de mi ser eterno...
Aquellas palabras mesiánicas me intimidaron hasta que Patricio Rey dejó de lado su arsenal de química del odio.
Se tomó la frente con sus manos y me siguió preguntando ¿Por qué? Solo que su tono era ahora profundamente humano. Conmovedor, aterradoramente conmovedor.
Sentí que estallaría de puro silencio nomás, que era incapaz de darle una respuesta. Sus ojos se entornaron como los de un moribundo. Se dejó caer contra un árbol. Lo tomé entre mis brazos y lo arrastré hasta el estudio. En el camino su lamento se fue haciendo una dulce balada escocesa.

El gran DT

No se si me identifico más con un DT que evalúa jugadores para su club, con un director de orquesta que busca músicos o con un director de cine que recluta almas que coincidan con la locura espesa que requiere las particularidades de su film.
Traté de que esto no sea muy evidente, pero algo de ello se ha colado, ha fluido de mí.
Me costó mucho disfrutar de la velocidad rítmica de Baltazar Comotto. De su gusto, al igual que yo, por las guitarras sonando poderosamente “americanas”.
Después de mostrarle la maqueta, él se ponía a tocar y no había forma en que yo me saliera de la postura física de estar evaluándolo.
En un momento sentí que esto lo estaba poniendo nervioso. Intenté desestructurar esa cuestión. Abrí una botella de Chivas y comenzamos a zapar de forma desprolija. Yo hacía graznar los teclados en cualquier dirección y Baltazar intentaba hacer pie en el torbellino en que se había convertido su guitarra. Terminamos riéndonos y aflojando un poco con lo que me estaba molestando.
Más que buenos músicos siempre he preferido buenas personas, gente con el cope necesario para largarse a cualquier tipo de aventura.
Seguimos tocando, ahora unos temas de J. Mayall.
Va a ser difícil convocar un nuevo espíritu para mi banda. Tarea rabiosamente complicada. ¿Dónde encontrar el pulso mágico de Skay, la sombra catatónica de su figura esa que me dota de una inmensa seguridad sobre el escenario?
No puedo ni quiero armar unos nuevos redonditos, la idea es otra.
Pero en estos días de pruebas no puedo no sentir un cúmulo de extrañeza que me devora al verme por ejemplo, al lado de Baltazar. Guau que es difícil. Pero el presente se impone con todo su peso de morsa.

2009/06/01

Pool en el mar de los sargazos

Me pierdo. Sumo mis ojos en el paño rojo del pool, en su perfecta tersura. Por un momento imagino que el paño rojo a transmutado a una superficie cubierta de venecitas antiguas color verde agua. Delirios. Mis dedos pierden presión al aferrar el taco. Siento la caoba pesada escaparse de mis manos. Reacciono rápido sosteniendo el taco con fuerza y pegó un palazo violento. La bola blanca impacta y arrastra a la bola 7, la acompaña al fondo de la tronera.
El sonido de las bolas bajando por el interior de pool por sus intrincados laberintos me molesta, me suenan a indigestión. El wisky también baja por mi garganta en forma tormentosa y zigzagueante. Ahora me paro en una de las esquinas, me agacho levemente para tener una mejor visión de la mesa y miro la disposición de las bolas sobre el paño. Estudio la jugada. Busco por medio de una metamorfosis rápida y sin demasiadas vueltas, desdoblarme en el imaginario contrincante de esta partida de pool. Ser el otro. El que juega conmigo. Busco verme en otro cuerpo, abandonar por un momento el relax de moribundo de mi cuerpo. No es fácil salirse de sí. Los huesos claman entre los músculos. Predican permanentemente su pertenencia a la carnadura. Ese artefacto caprichoso de la mente se obstina en no abandonar la vieja goleta de mi cráneo. Igualmente ejecuto un disparo con el taco sobre las bolas rayadas como si fuera mi rival.
Escuché tres temas. Mi máquina diseccionadora se abstiene a emitir juicio. Imprime papeles en blanco. Pongo PAUSE y me arrimo a la ventana a respirar. Con el aire fresco de la incipiente noche trato de sacarme del cuerpo esos insectos molestos que la guitarra de Skay ha diseminado por todo mi cuerpo. ¿La guitarra o la voz de Skay?,¿Quién me produce ese escozor violento?. No debí ponerme a escuchar ese disco hoy. Desde temprano sentí mi sensibilidad estresada, proclive a malas interpretaciones.
Cierro las ventanas, vuelvo a mi partida de pool. Acomodo otra vez las bolas dentro del triángulo de hierro. Le pongo tiza al taco con cortos y nerviosos giros de mis dedos. Parto. Las bolas se desparraman sobre el paño de forma vaga y azarosa. Sigo con la vista el recorrido mínimo de la bola negra que queda casi clavada en el lugar donde estaba, casi sin moverse. Después de semejante palazo me produce impresión que apenas se haya movido. Espero que mi contrincante prosiga el juego, que sea él, el que ahora disponga su tiro, para lo que otra vez intento ponerme en su camisa.
Tomo la caja del CD que se encuentra apoyado sobre una de las bandas. Tardo unos segundos en darlo vuelta y leer por primera vez como mi viejo amigo a titulado su disco.

Salir del sarcófago de paz

¿Qué es la paz espiritual? Debo diferenciar bien el proceso constitutivo de una interioridad activa de la que hablaba Merton con lo que yo denomino “el relajo interior”: una decadente quietud que empieza a oler ha podrido.
Pasé toda la tarde caminando por el parque, sentí como se quebraban las briznas de hierba bajo mis pies, disfruté de la frescura de los árboles y sentí en todo mí ser el remanso continuo de una estabilidad inusitada.
¿Puede que este tipo de vida, sosegada y salida del cauce de las crispaciones mate al artista, comience a rescindir el contrato con la batalla de las intensidades?
No tardo mucho en ver surgir una respuesta de carácter ambiguo pero que a la vez me clarifica un poco las cosas. Si bien ha desaparecido casi por completo de mí toda agitación existencial, toda efervescencia de complicaciones sociales que por siempre fueron y son los motores impulsores de mi misterioso arte; todavía quedan almacenadas en las bodegas interiores, un par de rayos de sangre viva, de hemoglobina salada para poder condimentar nuevos dramas musicales, nuevas aventuras de sonidos y de historias de oscuro romanticismo urbano.
Solo tengo que desentumecerme un poco, avivar la eterna llama de la creación, ese fuego hinchapelotas que es, no me cabe la menor duda, la parte más importante de mi personalidad.
Abandoné el paseo por el parque, até los perros y me introduje dentro de mi casa para observar como dentro de las cuatro paredes se empezaba a exprimir la fruta agria de mi cabeza. No dejé de caminar, ahora lo hago sobre la alfombra del living, sintiendo como su mullida superficie se hunde bajo mi peso.
Me pregunto si se puede crear música rock al aire libre. Bajo el cielo directo. Hay movimiento intelectuales que solo se dan en ciertas condiciones de ubicación y posición. Recuerdo a Rimbaud escribiendo la imposibilidad de nombrar a la muerte, de explayarse sobre ella a no ser que estemos encerrados en un sótano. Parece que el cepo, la prensa que conforman las construcciones, la presión del encierro generaría buena parte de las potencias.
Me sirvo wisky, observo el bello tornasol que se inscribe en los hielos. Linda copa aunque este bourbon silencioso me está pareciendo un tanto insulso. Un poco de música persa estaría bien para darle otra configuración escénica.
Me estiro en el sillón y me sirvo más. Alarma. Este es el momento que debo evitar. Creo que capté el momento justo en igual que un atado de acelga al sol, me hecho a perder.
Me voy con la botella, el hielo, el diario y el libro de Pollock al estudio.
Mi forma de transitar el parque es otra, parece que llevo en la piel millones de microorganismos molestos que me electrizan que me ponen en pie de guerra y me sacan del sarcófago de las comodidades disponiéndome a la más pura acción musical.

2009/05/02

Buena parte del universo, aquí en Leloir

Esta mañana me sumergí entre las cuatro espesas paredes de Luzbola. El encanto de la soledad. Un calorcito excitante bajaba lentamente de mi pecho y me decía- no exento de ironía- que tal vez sea este el estado ideal para manejarse y estar en verdadero contacto con el mundo. No puedo negar que he podido abastecerme de buena parte del universo solo, aquí, al lado de mis sombras. Podría decir que puedo saciar el hambre de mi alma caníbal sin demasiada gente alrededor. Solo dos o tres de mis fantasmas. Heterónimos del diablo. Mis libros, mi ordenador, mi música, el arrullo despiadado de mi pensamiento, llegan efectivamente a colmarme. Puedo yo, una excéntrica figura del rocanroll vivir en una ermita posmoderna. ¿Son estas cosas afirmaciones o cuestionamientos velados? No parten de mí estas preguntas, seguro que no. No de mi necesidad existencial de esclarecerme sino que vienen a cuento de aquello que dicen de mí, de los que me tratan de tipo raro encerrado en su mansión, con una mínima porción de vida expuesta a la realidad exterior.
Mi mente está tranquila, toda mi vida me ha parecido bastante normal. Esta geografía de introspección, esta vastedad mínima. No tengo el pulso desacelerado de un monje de clausura como algunos pretenden hacerme creer. En cada rincón de mis divagues, en cada acto creativo, en cada exabrupto o en cada porción de placer se derrama buena parte mi sangre acalorada. En soledad, vivo la ambientación imperfecta de mis intensidades.
El humo del café dibuja raros cachalotes de vapor en el aire. Los miro con detenimiento como se disuelven antes de ascender al techo de Luzbola. Siento los nutrientes de cada acorde de la cítara, cada nota que ese hindú que desconozco pulsa para mis oídos desde el holograma digitalizado de las máquinas. Cada parte de mi cuerpo se reconstituye al son imperturbable de la cítara. Subo el volumen hasta sentir que la música se convierte en la espesa codificación de una presencia vital. Los cascabeles arrastrados y un instrumento de percusión que trato de encontrar en el booket del CD más el peso ultraliviano de las cítaras ya han tomado vuelo igual que si se convirtieran en un boleto inmediato para mi mente y me arrojan de un momento otro a los pies de la populosa Calcuta.
¿Quién puede llamarle a esto soledad? Son miles los hambreados hindúes que piden limosna bajo mi piel, son millones de ecos sucesivos los que braman por Shiva.
¿Dónde está mi soledad, astuto periodista de rock?
Bebo el café apenas endulzado y me siento un viajero incansable de miles de trips mentales. Miro el reloj, Virginia no tardará en despertar.

Rock a distancia

Escuché los temas inconclusos que se quedaron fuera de “Último Bondi”.Bases, fragmentos, ideas apenas desplegadas igual que babas prenatales discontinuadas por efectos abortivos. Las contemple como quien mira un cadáver, atentamente un cadáver que se remueve en su tumba. No creo que utilice nada de lo que quedó. Es un material fuera de punto o directamente fenecido pero quiero ver en que momento de la instancia creativa quedamos la última vez, ver si puedo reencontrar de algún modo la punta del ovillo.
Hace meses que no veo ni a Skay ni a ninguno de los chicos de la banda. Con cierta angustia me doy cuenta que cada vez dependo menos de ellos, que la independencia que me brinda la tecnología ha conspirado contra el ritual de los encuentros.
¿Desde aquellas semanas anteriores al show de Racing que no ensayamos? Me parece que si. Tengo que llamarlo a Skay. Se ha despertado el insecto venenoso del disco nuevo.
Aunque no nos veamos, se que Skay trabaja todo el día por los Redondos, esto es algo que se desde siempre. Limando, puliendo, inventando, tratándole de arrancar un trueno nuevo a su guitarra.
Se me cruzaron un par de ideas que por experiencia se que dan por resultado los primeros caprichos para un disco. Una conjunción de sonidos que piden pista al menos para verse jugados en una química inicial de experimentación. He estudiado con detenimiento los defectos del último disco, quiero tomarme revancha y resolverlos en el próximo. Quiero ver como la superposición de capas y texturas musicales por fin esta vez son capaces de componer un paisaje, una escenografía de variadas dimensiones. Por ahí está el futuro de la banda. Buscar un gran marco, superarnos en el edificio sónico en que pretendemos vivir y hacer vivir a nuestras canciones. El trazo de la viola de Skay tanto como mi voz y lírica, son inamovibles, en ellos no hay variación.
El teléfono de Skay no contesta. Antes me daba vértigo su ausencia.
Sospecho que Skay se pondrá contento de volvernos a encontrar para componer.
¿Por qué tengo estas dudas?, ¿Puede una banda de rock trabajar a distancia?, ¿Qué momento inusitado de la banda es este que estamos comenzando a vivir?.
Marco por quinta vez el número de Skay.

Avizoro algo monstruoso en nuestro alambique compositivo. Hace tres meses que no le veo la cara a Skay y ya hemos hecho tres canciones. Dudo mucho, llegado el momento, de revelar este secreto a los periodistas. Si yo lo vería desde afuera no dudaría que algún problema grave existe en el seno de los Redondos.
Si bien las máquinas han sintetizado mucho la labor de los músicos, no creo saludable que una dupla creativa trabaje en lo que podríamos llamar las antípodas.
Cargando mis grabaciones en una combi para que viajen a lo de Skay y viceversa.
Tranquilamente podría estar Skay en Moscú y yo en Toronto haciendo un disco de rock.
Cuando el lunes pasado me llegó el CD con “El Morta.com” con toda la guitarrería de Skay incorporada, sentí escalofríos, sentí que buena parte del espíritu sanguíneo de los Redondos se vertía en un desagüe de laboratorio posmoderno.
La canción quedó tal cual como la había pensado, perfecta según lo trazado con anterioridad, impecable ensamble a la distancia. Pero lo que logró sobresaltarme fue la concepción artificiosa a la que nos estábamos brindando sin ningún tipo de objeción.
Por largos momentos nos veo como una pareja sin pasión.
Pensará Skay lo mismo? Supongo que él debe sufrir más que yo este tipo de distanciamiento. Voy a ver de que forma nos reunimos para darle al nuevo material, más corazón.
Los temas que tengo terminados van a necesitar de un encuentro tribal de la banda.
Escucho la música que Skay precraneó para lo que llamé “Pool, averno y papusa”. Distingo antiguos brillos del viejo complot Redondos. Tengo ganas de rockear. Sentir el bajo y la batería en el pecho. Me parece que no puede la composición trasladarse a un lugar tan autista. Debemos darle final al ostracismo que nos hemos impuesto.
“Sheriff” es una buena excusa para juntarnos.

El rocanrrol de Papá Rock

Es raro ser un rocker matinal. Levantarse a la ocho para comenzar a componer. Poner el café, untar las tostadas y sentarse frente a la pantalla de una computadora a elaborar sonidos. El noventa por ciento de las grandes canciones de la cultura rock fueron engendradas en la negra oscuridad de la noche, casi como una regla. Puede que alguna haya sido concebida en la mañana pero desde una noche anterior profundamente insomne.
¿Que es esto de levantarse como un oficinista a componer? Sin embargo me siento pleno, cómodo y creativo en tales circunstancias. Tal vez será la edad. No lo sé. Ni bien me levanto siento todos los estallidos propios de la lucidez, mientras que por la noche con un par de wiskis en el balero siento el irreversible declinar de las energías. A veces esto mismo me da pie para aprovechar la inspiración caótica y comenzar una letra o vislumbrar las puntas de una canción pero solo y nada más que eso. La mañana, la luz nueva del día es el ámbito donde concreto el mejor trabajo.
Yo no soy un viejo choto pero el peso de los años se siente, más en un pájaro cascoteado como yo. Sigo cuestionándome con cierto ensañamiento nuestra forma de trabajar, pero me doy cuenta que también es la forma en que veo más a mi hijo. También soy un padre rocker, todavía no he caído en la chochera de componerle una canción, pero cierta frescura cierta inocencia que me transmite el bebé sin lugar a dudas influirá en mis futuras canciones.

He tenido que ponerme al tanto con esto de tener un bebé. Leo algunos libros que compró Virginia sobre los primeros años de vida.
Hay días en los que vario entre la enorme extrañeza de ser padre y otros con la naturalidad absoluta de quien lo a sido siempre. Por suerte suele prevalecer esta última. Debe ser muy hilarante para ojos ajenos verme correr desde el cráter interior de Luzbola atiborrado de disonantes ecos de samples y guitarras para ir a bañar a Bruno.
Mi vida quedó totalmente expuesta a su inocencia. Sus iridiscentes reflejos desarticulan en parte al androide urbano de la cultura rock.

Devenires de River

No me quiero parecer ni a Tom Waits ni al último Goyeneche. Por eso pruebo todos los brebajes posibles para darle más claridad a mi garganta. Me resulta casi insoportable sentir como mi voz comienza a oscurecerse, a perder la claridad hasta llegar al punto de asemejarse al eco negro a la corrosión de una gárgara de tachuelas. Un poco de wisqui sin hielo y una gran concentración mental es el único remedio que pude hallar hasta el momento para sanear los efectos de la ronquera crónica.
Pruebo los nuevos micrófonos. Mantengo grandes esperanzas en que la tecnología, con sus nuevos artefactos mágicos no solo edifique una contextura profunda en el sonido de la banda sino que también resuelva los crecientes problemas de mi voz.
Alterno pequeños tragos de café y wisky. En media hora cuando la gola se acomode un poco estaré dispuesto a grabar eso que di en llamar “Ratho Molhado”.
Mientras espero se cruzan por mi mente escenas de River. Trato de reducirlas de su tamaño original pero igual que obcecadas imágenes se imponen en toda su extensión y se resisten a salir de mí. Temo que tal cosa, que tan poderosa razón me desconcentre de mi trabajo. Necesito como nunca tener el campo mental libre para lograr una buena interpretación. Impedir que la elaboración de esos pensamientos visuales se enreden entre mi lengua y mi garganta. Pero no puedo.
Veo el desbande de la gente, corriendo como locos abriendo preocupantes blancos en la cancha. Enseguida intuí que algo grave estaba pasando allá abajo en la cancha, no eran los movimientos propios del pogo a los que ya estamos acostumbrados, no respondían a ninguna música más que a la que acompaña el terror y el pánico. Olí su adrenalina.
Miré a Skay que era la persona que tenía más cerca para ver si se había percatado como yo de los acontecimientos que se comenzaban a gestar pero no, estaba más en bolas que yo sobre todo lo que sucedía allá abajo.
Cuando terminamos el tema me acerqué a uno de los costados e intenté divisar a Poli. Quería ver que decía ella acerca de lo que indudablemente era un suerte de tragedia que comenzábamos a vivir. Ella tiene una intuición especial para detectar el origen de ciertos desmanes.
Se están cortando- me dijo y me dejó helado. Tratando de no preocuparme de no trasmitirme más alarma y más nerviosismo, continuó diciéndome que no me preocupe que es un hecho aislado que enseguida va a solucionarse.
Pero yo seguí viendo como se armaban callejones entre la gente. Skay me gritaba que debíamos parar. Sobre uno de los costados me preguntaba que debíamos hacer para detener lo que no sabíamos a esa altura podía ser una simple pelea o una carnicería. Desde el escenario no podíamos darnos cuenta de nada.
Uno de los asistentes me gritó que estaban asistiendo a varios chicos heridos de arma blanca que había que hacer algo urgente.
En ese instante comprendí que debía ponerme inmediatamente a la altura que las circunstancias requerían. Salir a hablar. Decir que se dejen de joder. Cagarlos a pedos.
En ese momento me enceguecí y mi tendencia paranoica me hizo sentir que esta vez éramos víctimas de un complot. Lo dije en público. Creí que realmente los que se estaban pinchando eran enviados por alguien muy especial para enturbiar el show.
No me cabía en la cabeza, no podía entender por nada del mundo que nuestros redonditos, que nuestros fieles redonditos se estuvieran asesinando entre ellos en medio de un recital.
Estaba cada vez más convencido de que éramos víctima de una trampa. Creo que sentí que nada peor nos podía suceder. Igual que si nuestros hijos se estén matando entre ellos sin un motivo claro.
Muy alterado, llegando a la cima de lo que podría denominar locura tomé el micrófono y dije lo que dije. Creo que más que mis palabras fue el tiempo, el tiempo real de una pelea, lo que trajo nuevamente la calma.
Poli me pasaba el celular. Yo no quería hablar con nadie. En esas circunstancias no. Poli insistía con palabras que me parecían absurdas.
El Ministro de Seguridad quiere hablar con el señor Solari- decía Poli.
No podía creer que tal situación se esté desarrollando sobre un escenario en pleno show , me parecía totalmente inverosímil que un ministro quiera hablar conmigo para aconsejarme sobre cómo debía seguir nuestro recital .Me exasperaba de tal forma que quería correr a refugiarme en mi casa.
Me intentaban calmar mientras recibíamos las instrucciones del propio ministro de que si el recital continuaba debía ser con las luces del estadio encendidas.
Nunca pensé en suspender el recital, siempre supe que esta es la peor estrategia que se puede emplear en estos casos.
Sorbo más café y me sirvo más wisky, lo último que queda en la botella. Siento la garganta blindada presta a mascullar historias.
Como un relato interminable la primera noche en River sigue narrándose en el trasfondo de mi cabeza.
Recién a los dos o tres días nos enteramos bien como vino la mano. Parece que la cosa comenzó con una disputa barrial teñida de colores futboleros. Chicos del sur de Buenos Aires, fueron los primeros en trenzarse hasta que su pelea se comenzó a extender como la metástasis de una enfermedad a los grupos aledaños.
Dos o tres de los más exaltados comenzaron a herir, no ya a los primeros con los que estaban peleando, sino a cualquiera que se interponía en el camino.
Este tipo de riñas siempre termina con resultados absurdos como la muerte.
Me comentan que el pibe muerto era uno de los más belicosos y uno de los principales que comenzó a generar el caos, con un tramontina de cocina había herido a varias personas. Cuando los chicos más próximos, debo pensar que desesperados, lograron quitarle el cuchillo, no dudaron lo ajusticiaron a patadas y con el mismo tramontina que empuñaba lo clavaron en el vientre hasta herirlo de muerte.
No tenía más de 17 años. Otro muerto.

Me pregunto de qué forma podría yo defender al pibe muerto. Justificar algo de su tremenda decisión. Pelé Ríos así se llamaba. Seguro que si me arrastro hasta las márgenes de antiguos pensamientos encontraría la forma de hallar su inocencia y hasta también diría, su santidad.
Acudiría al ascesis de abyección, al espejo revulsivo que se espeja en la violencia de la sociedad representada en miles de personas que te rodean y que terminan por ser tus enemigos. No me convence el camino para saldar esta cuenta.
Creo que pese al carácter espeso de nuestros redonditos -complejizado por las vertientes de violencia vacía que abundan en esta época, a todos los elementos de marginalidad que pululan entre ellos como algo cada vez más cotidiano, se ha creado un clima de fiesta, un “nosotros los redondos” que no permite demasiada violencia interna. Puede que se la agarren con la policía, con la seguridad o con los comercios, pero es raro que se lastimen entre ellos mismos.
Será por ello que no quiero arribar a ninguna conclusión, ninguna que mengue la impertinencia del chico muerto.