2009/08/05

Canciones de amor para dealers

Trato de descubrir cual es el punto exacto en que todo se vuelve canción. Cual es la chispa que origina el incendio. Pese a ser ya un hombre experimentado en estos lances artísticos del rock, de la música popular, todavía no he llegado a comprender del todo como ciertas cositas mínimas, nanosegundos de intensidad, llegan a adquirir vuelo y textura hasta corporizarse en el basamento de un composición. A veces temo pensar demasiadas banalidades, temo como si presintiera que por ejemplo las caricias violentas con que someto a mis perros se vuelvan el origen una furiosa balada de amor perruno. Siempre recuerdo el momento en que leí en el diario la noticia de la ahora famosa vaca cubana. Se que en un momento de la lectura algo lo decidió canción pero cuando, como, donde? Por suerte tengo el dominio de mis propias pasiones y se de que forma desenvolverlas para que todo se sustente en ese viejo entramado de querencias. Juego a perderme. Me asisto en extraviarme.Creo que estas cavilaciones tienen más que ver con lo que dije antes con lo de ser un tipo ya experimentado que ha pasado de todo. Ahí radica el problema. Es que en el ápice de mi carrera cuando uno cree tener todo controlado, es justo el preciso instante en que todo se derrumba hasta convertirse en algo ignoto y ajeno como si fuera una calle por la que nunca paso. Deben ser claves de defensa del artista como si de repente volviera a una inocencia inicial, como si de pronto todo volviera a ser nuevo y no sabría uno por donde empezar. Repaso mentalmente los cuatro temas compuestos. Trato de conectarlos de ver que tienen en común. Se que esto es algo que mi organismo hace sin que yo se lo pida como si las vibraciones de mi mente persiguieran constantemente un orden conceptual. Ahora lo hago a conciencia, distendido en estos sillones de Luzbola. Quiero ver por donde ando y por donde voy. La verdad que esta situación nunca deja de excitarme. Las bellas vicisitudes del creador. A veces intuyo que en este tipo de etapas es donde alguno queda en el camino. Tan grande es la desconexión que se produce con ciertas condiciones cotidianas. Tan afanoso el salto que uno quiere dar que no es anormal que alguien ruede en el intento. Creo que a mayor ambición mayor peligro de locura. Ha mayor profundidad por querer alcanzar con el disparo mayor probabilidad de fracaso. Vamos: Balas de Plata, Delete, Veneno, Ramas Desnudas. Nada del otro mundo. En realidad nada que no pertenezca a mi mundo. Tiniebla emocional, épica del hastío, amores de elefantes, densidad espesa del tiempo.
Sigo auscultando mi celaje de artista. La vejez me ha convertido en alguien que se controla incesantemente. Quiero saber todo acerca de mi y a la vez algo que siento nunca me permitiré lograr. Pero allí voy. Como puede ser me pregunto a veces que en distintas años de carrera o más siga prisionero de mis mismos temas de mis siempre previsibles encarnaciones temáticas. No es que me aburra o me incomode ya mi pulso nada de eso. Lo que me repito últimamente es como un artista en general, puesto que lo que persivo en mi ya lo he constatado lo perciben el 99 por ciento de los artistas no es capaz de salirse de su rito de obseciones. Como el artista paladín de la versatilidad, si se quiere, no es capaz de eso de versatilizar su realidad compositiva hasta llevarla a un grado ajeno. Hasta hacer de su composición algo desconocido y enriquecido por ese mismo desconocimiento.
Vuelvo: Balas de plata, Delete, Veneno, Ramas Desnudas. Canciones de amor para dealers.

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