No se si me identifico más con un DT que evalúa jugadores para su club, con un director de orquesta que busca músicos o con un director de cine que recluta almas que coincidan con la locura espesa que requiere las particularidades de su film.
Traté de que esto no sea muy evidente, pero algo de ello se ha colado, ha fluido de mí.
Me costó mucho disfrutar de la velocidad rítmica de Baltazar Comotto. De su gusto, al igual que yo, por las guitarras sonando poderosamente “americanas”.
Después de mostrarle la maqueta, él se ponía a tocar y no había forma en que yo me saliera de la postura física de estar evaluándolo.
En un momento sentí que esto lo estaba poniendo nervioso. Intenté desestructurar esa cuestión. Abrí una botella de Chivas y comenzamos a zapar de forma desprolija. Yo hacía graznar los teclados en cualquier dirección y Baltazar intentaba hacer pie en el torbellino en que se había convertido su guitarra. Terminamos riéndonos y aflojando un poco con lo que me estaba molestando.
Más que buenos músicos siempre he preferido buenas personas, gente con el cope necesario para largarse a cualquier tipo de aventura.
Seguimos tocando, ahora unos temas de J. Mayall.
Va a ser difícil convocar un nuevo espíritu para mi banda. Tarea rabiosamente complicada. ¿Dónde encontrar el pulso mágico de Skay, la sombra catatónica de su figura esa que me dota de una inmensa seguridad sobre el escenario?
No puedo ni quiero armar unos nuevos redonditos, la idea es otra.
Pero en estos días de pruebas no puedo no sentir un cúmulo de extrañeza que me devora al verme por ejemplo, al lado de Baltazar. Guau que es difícil. Pero el presente se impone con todo su peso de morsa.
Oscuro total - 33rpm
Hace 2 días
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