2009/04/01

Último bondi a Villa María

Los viajes en colectivo siempre traen aparejada una historia aparte. Uno puede estar viajando a combatir en el frente Norte, puede estar yendo a visitar a la mujer de su vida o puede estar viajando rumbo a la cancha el día que su equipo sale campeón, pero el clima y la situación de ese viaje, ese lapso de tiempo siempre es por demás de especial, algo hay, que moviliza una historia previa a la historia. La carta que firman varios pibes de Floresta me hizo pensar mucho en aquel bondi infame en que viajamos a Salta en aquel feroz 1978. Es indudable que todo contingente más o menos pintoresco que se desplace por la ruta para ir a un recital, a la cancha o a un acto político se convierta ni bien suben, en una poderosa Armada Brancaleone. La gente seria y bien viaja en aburridos autos o aviones donde se hace más difícil la experiencia. Aquí, lo que cuentan “mis redonditos”: “Desde Mar del Plata, desde aquellas noches gloriosas en la disco Go!, el Gringo siempre fue el encargado de buscar el bondi que nos llevara al corazón del delirio, de organizar lo que llamamos fervorosamente, los tours Redondos. Un tío que vivía en Mataderos tenía un micro bastante bueno, con el que fuimos a Mardel, a Concordia y a Venado Tuerto. Los vómitos que soportó ese fiel colectivo no tienen nombre, desde la catarata de Gancia caliente de la Gorda Iturraspe sobre la cabeza del Bocha hasta el alarmante río rojo de sangre de Palito, que no era otra cosa que el litro de Guindado que se había clavado antes de salir. El piso y los asientos de esa maquina fueron impregnados por todas nuestras babas interiores. El día que el Gringo trajo la noticia que su tío había muerto y su mujer había vendido el bondi para pagar el sepelio, la congoja entre los ricoteros de Floresta fue grande. El Bocha recordaba al Tio Enrique, en situaciones desopilantes, por ejemplo cuando después del primer viaje y después de comerse el barandazo por más de diez horas, para ir a Concordia subió con tres Poett antitabaco. Lástima que no hay antiporro, dijo. Otra anécdota que recordaba el Bocha era cuando el Tío Enrique los agarró en los asientos de atrás en una parada llegando a Santa Fe a Barisio cogiéndose a la flaca Hernández, dice Barisio que el Tío pasó cantando Te voy a atornillar con la voz inconfundible del que se está haciendo el pelotudo. Barisio largó a la flaca y se entró cagar tanto de risa que el polvo que se estaba echando fue a parar a la mierda. Muerto el tío nos habíamos quedo virtualmente a gamba. Ya no estaría ese inigualable conductor, igualito a Gianni Lunadei, conduciéndonos por las rutas argentinas en pos de nuestro sueño redondo de comunión pagana. Así que para ir a Córdoba debíamos salir rápidamente ha buscar otro micro. Los pibes del otro lado de Floresta nos decían que ellos iban a ir en tren, que alquilar bondi es de caretas, no ves que el Indio canta ...yo voy en trenes..... Ni al Gringo ni al Bocha ni a la Gorda ni ninguno de los chicos incluidos yo, nos convencía lo que los advenedizos de Floresta Oeste nos querían inculcar. Ellos de pedo había llegado a Mar del Plata y creo que era el único viaje largo que habían hecho así que no se vengan a hacer los porongas, decía Barisio. Ni bien apareció el anunció del recital en la radio, me fui a lo del Gringo para ver que íbamos a hacer para llegar hasta Villa María. De ahí nos fuimos a la verdulería del Bocha para cranear bien el viaje. El Bocha, se estaba sacudiendo duro con el Baión mientras lo ayudamos al Bocha a descargar unas bolsas de cebollas nos acordamos que el viejo Ferriols tenía un colectivo con el que hacía viajes de pesca a San Pedro. Andate a la puta que te parió Gringo- le dijo el Bocha- ese viejo es muy ortiba de aquellos a los diez km nos manda en cana. Nos para y nos baja en la primer comisaría que encuentre. No se bien como sucedió, pese a la acertada advertencia del Bocha, el conductor de nuestros destinos iba a ser Ferriols. Eramos treinta monitos esperando al viejo puto de Ferriols en la parada del puente. Mientras esperábamos ,Tango y Nino Gonzalez, trataban de sacar una canción nueva, desde que la habían pegado con la de “una bandera que diga Che Guevara una par de rocanrroles y un porro pa fumar” se creían los iluminados de la bandas ricoteras. Y se estaban volviendo pesados exprimiendo la melodía de un tema de los Decadentes. Pancho puteaba a todo el mundo porque nadie se acordaba que él era el único que se había hecho cargo de arriar con la bandera. El trapo pesaba quince kilos, un día lo pesamos en los del Bocha. Cuando le fui a dar una mano a Pancho vi el colectivo de Ferriols con sus enormes pejerreyes pintados a los costados que se iba arrimando cada vez más a la parada del puente. Vieron conchudos de mierda que este viejo no nos fallaba, les grité con la bolsa al hombro. Es que cada vez se hacía más tarde y los pibes se habían puesto más que impacientes. La mirada del viejo bajando por la escalerita del bondi, fue una de las más feas y vigilantes que vi en mi vida, creo que todos nos dimos cuenta que en ese bondi no llegábamos ni en pedo a Villa María. No se que se habrá creído Ferriols, que le habrá chamuyado el Gringo para que llegue hasta acá. Lo que se es que cuando el Bocha y Pancho le estaban dando la guita, el viejo reculó y no la quiso agarrar. Después me di cuenta que atrás de los chicos que estaban pagando venían La Gorda Iturraspe y Japón con un cajón de madera cargado de tetrabricks y más atrás Mariano Ricordi, dándose cuenta que el viejo se iba asustando trataba de tapar las botellas de Gancia y de Fernet con una remera de La Mosca y la sopa.
-Yo no viajo- dijo y sacó arando su viejo cascajo con olor a bagre.
Quedamos pagando en el cordón de la vereda, las caras de decepción de todos los chicos, eran para matarse. Creo que en ese proceso de desesperación, Nino concibió el plan. Me llamó a un costado y me lo chamuyó rápido por qué ya no había más tiempo que perder. La gorda de la calentura ya estaba destapando un Gancia y mandándolo a bodega. Le dijimos a Pancho que era uno de los más pila para organizar que haga el aguante con los pibes, que nosotros ya volvíamos con buenas noticias. El Bocha quiso venir pero le echamos flit, demasiados quilombos había tenido con la yuta como para verse involucrado tan directamente en lo que yo ya iba catalogando de choreo.
Yo no sabía como lo íbamos a hacer pero confiaba en la genialidad maligna de Nino en ese poder que tiene de llegado el momento, como dicen, quemar la naves. Empezamos a correr y antes de llegar a la Terminal le dije que aflojemos porque si nos veían llegar tan agitados iban a sospechar. Se me inflamó el corazón cuando vi más de diez colectivos de línea relucir bajo el sol. Nos acercamos al barcito donde paran los conductores y Nino pidió una cerveza. Yo los miraba y me preguntaba cual de los monitos de camisita celeste y pantalón azul iba a caer en la volteada. Tomamos el primer vaso y Nino me hizo señas de que me vaya con los pibes a esperar abajo del puente. Antes le deje toda la guita que habíamos juntado para el viaje. A los diez minutos y cuando ya pensaba que todo se había pinchado y la gorda Iturraspe ya se había mamado con Gancia vi que el 51 estacionaba junto al cordón y no era otro que Nino quien conducía, con un bondi de línea “recién comprado” nos apuraba para que subamos, cruzamos el semáforo en rojo y ahí nomás estalló un “oooohh, vamos los redo, los redo, los redo, vamos los redo” ensordecedor que te ponía la piel de gallina. No nos calentaba nada. Nada nos sacaría de la ruta a Villa María. Pancho se pasó todo el viaje arrodillado en el asiento de atrás mirando por la luneta, buscando el patrullero que nos perseguiría. Tenía tal persecuta que quedo con el cogote duro de tanto mirar buscado a los ratis. La gorda Ituraspe esta vez no lanzó del pedo o sí, sino de la tremenda emoción que le provocaba este lance de la vida. El cagón de Mariano Ricordi se bajo con dos pendejos más antes de llegar a la ruta, tenía miedo de ir en cana. Como no se va a bajar si el muy puto decía que las canciones de Cerati solista no le parecian tan malas.

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