El rostro de Skay se descompone en muecas inescrutables. Hace rato que intento leer o trato de descifrar que dicen esos entramados de arrugas y pliegues que se imprimen en su cara. Preguntas? Respuestas? Reproches ? .En cada uno de esos surcos. Todavía representan el más hondo misterio de su personalidad. Sobre esa máscara de niño avejentado se dibujan los secretos, sus secretos.
Desde una de las ventanas de Luzbola penetra una luz cautelosa que es toda la iluminación del estudio. Está bien esta penumbra para mostrarle a Skay el sonido del bousouki, de ese instrumento griego sintetizado con el DAT que se asemeja al golpeteo de un viento árabe en las dunas del desierto. Otra vez los pliegues del rostro de Skay son su única respuesta. Su cabeza asciende y desciende levemente. No está asintiendo ni siguiendo el ritmo que se escapa del DAT sino que se parece al mascarón de proa de un trirreme romano, vacilando en medio del Mediterráneo sin saber que rumbo proseguir. Por un momento caigo en la cuenta que mi obsesión por este tipo de aparatejos ha llegado a aturdir a mi cómplice en esta aventura. Skay siempre ha depositado una fe ciega en todo lo que hemos realizado y no va a ser este el momento en que objete la utilización de máquinas, pero esta vez su preocupación es más que indubable. Nos sentamos en torno a dos enormes tazones de café, enciendo las llaves de luz del Luzbola y sentimos juntos el olor a concreto fresco que aún ha quedado en la sala.
Es Skay el que pone en marcha el trinity y acomoda las chapas. Ese gesto, creo, es toda una aprobación al nacimiento del proyecto. El alma proba y dúctil de Skay otra vez cede a mis caprichos estéticos y se apresta a un nuevo viaje. Tal vez el más novedoso de todos los que hasta ahora hemos realizado o tal vez solo un viaje más, unos de los tantos en los que nos hemos embarcado pero esta vez, sospecho casi sin dudarlo, sostenidos sobre lo que llamaría: la ruedas del futuro.
No bien terminamos el café Skay me pide que conectemos todos los equipos. Me dice que tiene ganas de trabajar en esa pequeña germinación musical que estuvimos viendo el domingo pasado y que denomina “El satélite” . Hago correr la pista de una base y me dice que esa no es. Busco la siguiente pista y ahora sí asiente. Conecta su guitarra y se la cuelga con ansiedad. Estudia con mucha concentración los compases rítmicos de la maqueta. A la tercera vuelta mientras nos mantenemos en silencio comienza a descargar riffs como si fueran hachazos. Trazos musicales llenos de indómita fiereza. Zarpazos criminales que solo el talento de Skay puede transformar en melodía. Se mueve en el centro de Luzbola como un comando ametrallando el frente enemigo.
Parece que lo que improvisa, no es tan así, con cada vez más acelerado ímpetu nervioso, demarca un claro territorio rocker, como si quisiera bloquear con su guitarra el sonido mecánico de los samples. Ese breve instante de violencia se me abre como un universo en el pecho. Un universo llameante y de quiebre. Una suerte de vacío y una afrenta. Indudablemente Skay quiere imponer su acento rocanrolero. Eso es lo que hace. No le van para nada los pastiches de secuencer que preparé. Con esa sencillez, y con otra tal vez mucho más compleja, lo piensa mi cabeza mientras Skay sigue descargando auténticos mazazos del más indómito rocanrrol. Lo veo tan excitado que ni bien termina la pista la vuelvo a poner para ver que rumbo toma mi compañero de aventuras. Respira un poco y sigue con su tomahawks de cuerdas, asestando golpes mortales en la mollera electrónica de mis robots, de mis absurdos muñequitos con corazón de DATS. Mi mente que siempre a estado preparada para una guerra, se siente tempranamente vencida. Pero las impresiones, fugaces , pasajeras, dan paso a otra experiencia de la sensibilidad. Es Skay, el viejo y bienquerido Skay el que aferrado a ese torpedo musical que tiene como guitarra, está defendiendo, me está gritando que no dejará pisar en vano el viejo corazón de los Redondos; ese animal rocker que atizó sus alaridos con las fidelidades hacia la ortodoxia más cruda del género. Su intención me emociona, me dejo llevar por anudamientos y crispaciones de la piel, un sudor tibio brota de mi pecho. ¿Estará de más explicarle a Skay que jamás, a través de estas putas maquinitas, intenté traicionar el viejo pulso de los Redondos, su emblema, su identidad? El Luzbola sigue temblando con los chirridos fantásticos que Skay le arranca a la pedalera. Exhausto de tanta música la detiene por completo y deja en el ambiente un furioso olor a obuses disparados, una nube de polvo y pólvora que desciende sobre nuestras cabezas. Pese a lo que imaginaba con anterioridad nuestras miradas se cruzan felices. Se ensamblan para componer el cuerpo de la complicidad, el corazón sensible de la composición. La dupla Solari-Beilinson respira. Skay ríe con desmesura mientras le digo que con esos bríos tenemos discos de rock para rato. Me pide que dentro de un rato cuando pueda cante o como suelo hacer habitualmente farfulle en inglés algunos de los estribillos que tengo preparados. Ni bien termino el pucho, largamos.Me gusta nuestro playroom, el salón de juegos de estos dos vejetes que terminando el siglo van a seguir dando que hablar.
Oscuro total - 33rpm
Hace 2 días
3 comentarios:
Exelente maestro, en este momento no me salen mas palabras que exelente.Los vi...los viii!..je!!
Sigo leyendo, esto está muy bueno..
Un abrazo y gracias.
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"... Es Skay, el viejo y bienquerido Skay el que aferrado a ese torpedo musical que tiene como guitarra, está defendiendo, me está gritando que no dejará pisar en vano el viejo corazón de los Redondos; ese animal rocker que atizó sus alaridos con las fidelidades hacia la ortodoxia más cruda del género. Su intención me emociona, me dejo llevar por anudamientos y crispaciones de la piel, un sudor tibio brota de mi pecho. ¿Estará de más explicarle a Skay que jamás, a través de estas putas maquinitas, intenté traicionar el viejo pulso de los Redondos, su emblema, su identidad?..."
Y pensar que nada me conmovia... ni los tiroteos...
un abrazo
Mientras planifico el dia de `producción, escucho ROCK PARA LOS DIENTES y leo este conmovedor relato de dos tipos excepcionales q nos han llenado el pulso de milagros poeticos musicales
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