2009/04/01

Chilena

Me acomodo en el sillón. Me muevo con ese nerviosismo placentero que antecede a los grandes films. Estoy solo en mi casa esperando el noticiero de la 20. Hace uno días no entendí quienes eran los chilenos que habían nombrado a Pinochet como senador vitalicio. Quienes eran esos terribles hijos de puta retrógrados. Hoy, haciendo zapping, me topé en CNN con la noticia de que el juez Baltazar Garzón intervino para que sea detenido antes de partir del aeropuerto de Londres. Apenas vi unas imágenes lejanas de una cohorte de bobys llevando de los brazos al infame dictador. Apago la luz y la llamarada de pixeles encendidos realizan un juego de luces sobre mi rostro y mi wisky que hoy parece hacerme realmente falta para desacelerar el pulso enfebrecido de mi corazón. Pienso en Chile y pienso en Victoria, aquella aristocrática muchachita que conocí en Valeria y que me habló cinco noches seguidas de Francois Truffaut. Después de hacer el amor me reveló que era integrante del MIR y que había venido a la Argentina para hacer contacto con Montoneros. Venía a buscar colaboración para una ofensiva contra el gobierno golpista. Lloró con un llanto seco y heroico cuando habló del suicidio de Allende. No quiso por cuestiones de seguridad que fuese a despedirla. Me quedé encerrado en mi pieza con el corazón anudándose hasta matarme. Tarde varios meses en enterarme que la habían fusilado en el Estadio Nacional de Santiago. Siempre quise imaginarme que en el momento en que le estaban por disparar tarareaba aquella canción que yo le había compuesto sin instrumento alguno susurrándole a capella un romance extraño donde rimaba asonantes palabras obtusas y que tanto le había gustado. Me sirvo más wisky.

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