Skay estaba en el lobby del Savoy cuando vio entrar a Pablo Baldini hecho una furia. Juntos tomaron el ascensor que los llevaba a mi habitación. El golpeteo nervioso en la puerta me hizo intuir que nada bueno estaría pasando. Por un momento imaginé que había muerto del Presidente del Club Estudiantes o que los chicos estaban entrando en masa al hotel, giladas de paranoico. Cuando Pablo tartamudeando de bronca me contó que hace unos minutos un tipo trajeado lo paró en la confitería de la esquina para darle la fotocopia con el decreto que prohibía nuestro show sentí que mi cabeza estaba a punto de estallar, a punto de convertirse en fragmentos de esquirla craneana. Percibí una profunda presión en los ojos y una suerte de electricidad en la lengua capaz de producir millones de palabras por segundo. Por suerte, a lo largo de estos últimos años he aprendido a serenarme, me he enseñado a mi mismo modales que apagan un poco las llamaradas emocionales del tanito calentón que siempre fui. Por lo tanto solo esbocé una sonrisa nerviosa, le quité el papel a Pablo de las manos y dirigí la mirada a donde estaba incrustada la firma del decreto. Helios Eseverry, leí, intendente. Skay había perdido toda compostura y trazaba un interminable ocho en la habitación igual que una fiera recién enjaulada. Baldini me miraba como esperando que me calce la campera y que juntos, intempestivamente, salgamos a copar la municipalidad.
Desde el primer instante en que recibí la noticia supe que esta la habíamos perdido, que no había forma de volver atrás el decreto. Sin exaltación alguna, con la acerada frialdad de los criminales solo me imaginé la cabeza de Eseverry atravesada decena de veces por las plateadas balas de mi Magnum. Un leve desplegarse de la famosa pulsión de muerte.
Cuando estaba por interceptar con la mirada a Skay para tomar alguna decisión, Poli golpeó la puerta. Ya sabía lo del decreto. Nos servimos unos wiskys y Poli otra vez fue la voz más sensata. Lo único que nos atañe en este momento es proteger a los tres mil o cuatro mil pibes que ya andan dando vuelta por Olavaria, dijo. En lo único que tenemos que pensar es qué vamos a hacer para que se vayan tranquilos a su casa después de tantos kilómetros y kilómetros para venir a vernos? ¿Cómo vamos frenar su comprensible ira?
Ya no quiero escuchar lo que a Pablo le dijeron en la Municipalidad, ahora soy todo enojo, todo nitroglicerina a punto de explotar. El Savoy, mi habitación en el Savoy, se ha convertido en el reducto que enjaula mis oscuras convulsiones de odio. Nunca pensé que esto podía suceder, no en estos años. Ni en los negros años de la dictadura fuimos presa de algo así. El boludeo burocrático que intentan ofrecer como motivo de la suspensión me exaspera de mala manera. Ese señor Eseverry de que galaxia obtusa bajo?. Intento no darme más manija, pero es difícil sobrellevar este maremoto de indignación. Tiene razón Poli de que ahora en más debemos emplear todas nuestras energías y toda nuestra lucidez para impedir que los pibes, por ejemplo, quemen la municipalidad. No quiero ver más presos ni muchos menos heridos. La Negra recorrió a pie las arterias principales de Olavarría para intentar poner paños fríos al inminente alboroto. La mayoría de los medios ya se ha hecho eco de la prohibición. Skay me contó que mientras se bañaba escucho a María Elena Walsh???!!! hablando sobre el caso. Jorge Guinzburg también salió a decir lo suyo y según leo en el diario todos los partidos políticos salen a notarse un poroto con la juventud condenando la medida del intendente.
Poli llega al Savoy y me comenta la indignación de los chicos. Algunas esquinas se han transformado en barricada. Gomas encendidas, mucho tetrabrick y cánticos como para una gran batalla. Para colmo, dice Poli, cada vez llegan más.
Por la noche después de varias llamadas telefónicas que los conserjes del hotel no saben ya a quien pasarle, nos reunimos en la habitación de Poli a deliberar. Los llamados en general son de gente de ciudades vecinas que nos ofrecen sus clubes para que toquemos allí. Hacemos breves cálculos con Pablo y no damos cuenta de que es imposible un traslado inmediato de todos los equipos. Los inconvenientes tanto en ese como en otros aspectos son insuperables. Debemos enfriarnos, enfriar el ambiente y pensar bien que vamos a hacer.
Le digo a Poli, y me siento muy raro al hacerlo, que hable con algún medio más o menos importante para una conferencia de prensa en el hotel.
Todo esta dispuesto en el lobby del hotel para la conferencia de prensa. Todos miramos de frente como acomodan un mantel sobre la mesa y ajustan los micrófonos. Que esta vez no servirán para cantar sino para escupir misiles, usar el remo de la boca, para intentar poner las cosas en su lugar. Un ajuste de cuentas. Semilla tiene un cartón de Marlboro en sus manos, le saco dos atados, uno me lo guardo en la mano y otro en el bolsillo. Hablar es fumar. Fumar es hablar. Semilla me dice que sería conveniente que solo nos sentemos a la mesa Skay y yo. No- vamos a sentarnos todos, le digo. Toda la banda. Los camarógrafos de Crónica TV son los primeros que se acomodan en la zona destinada a los periodistas. El iluminador habla con Poli preguntándole si la luz está bien o nos molesta. Esto me hace pensar que de alguna forma daremos un show en Olavarría. Poli ordena una vuelta de Chivas para los periodistas. Alguien le comenta a Skay que el revuelo en Buenos Aires es infernal. Todos hablan de la prohibición. Hemos logrado convertir a Eseverri en un inquisidor medieval. Mientras todos se acomodan y esperan la hora de la conferencia, vuelvo a la habitación a relajarme un poco. Cuando subo las escaleras veo a las bandas aguantando todavía el frío de Olavarría, con la ñata contra el vidrio del Savoy. Me gustaría estar con ellos y no explicando los caprichos de un troglodita para la televisión.
No me sentí inhibido para nada frente las cámaras. Refrené todo el nerviosismo de que era presa a pura retórica. Durante la cena nos relajamos, la noticia de que la mayoría de los chicos ya se habían ido de Olavarría nos tranquilizó más y llegó el momento de las bromas. El turro de Eseverri no nos va a dar más de su puto pastel de tensiones. El primero en caer en la voleada de las jodas fue Semilla. Pablo y el Soldado le decían que daba bien su imagen para galán recio, que esté atento al teléfono porque en cualquier momento lo llamaba Migré para protagonizar una novela. “Los amores incestuosos de Semilla Bucciarelli”. Luego me tocó el turno a mí.
Oscuro total - 33rpm
Hace 3 días
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