2009/02/04

Por eso brindamos, ladròn de mi cerebro...

El brazo derecho de Skay mantiene la tensión erecta de una cobra a punto de abalanzarse contra su presa. Una serpiente enfundada en la manga de una camisa blanca. Rasga las cuerdas con enorme sigilo primero, como si esperara el momento exacto de zambullirse en la verdadera acción para imprevista y velozmente lanzarse, comenzar a soltar sus mordeduras de púa y arreciar con ello, con riffs de devastadora locuacidad roquera. De la energía de su música surgen presencias vivaces, criaturas si uno quisiera, palpables, delineadas fieras musicales nacidas por cada uno de los trazos que dibuja sobre su encordado de mago. Siempre percibí del mismo modo este instante de magia, Skay no saca notas musicales, como un sencillo guitarrista, cuando toca, saca conejos blancos, conejos azules, intensos bugbunnys taumaturgos.
Me gusta apoltronarme entre los equipo y verlo zapar, probar rasguidos, ir observando la gestación de una melodía, ver como ensambla los acordes para que empiece a latir el protoplasma de una canción.
Hundí la cabeza más atrás y la apoyé contra el peldaño de la escalera, lo hice a modo de salir de su vista, se que mi mirada termina por darle cierto condicionamiento a sus ejecuciones. Al componer temo que, presa del afecto y la admiración que nos profesamos, intente ser condescendiente con lo que él sabe, son mis gustos. Por eso me oculto o me hago el distraído releyendo un texto de “El delito americano” de donde pienso extraer un par de frases para alguna de las letras mientras percibo en toda su magnitud esto que voy contando.
De un momento a otro me doy cuenta que el sonido que está intentando sonsacar de un estuche misterioso no tiene la imprevisión de la novedad sino, esto lo advierto en la pose, en los gestos, en los ojos buscando direcciones que salten la barrera de los años, que accedan a alguna sucursal de la memoria, en un rescate. Un rescate emotivo. De repente toda la música cesa. En la penumbra de la sala se va extinguiendo el último chillido de la Ibañez, un silencio que llamaría vivo se instala por, uno, dos, diez, veinte segundos, hasta que vuelve a bajar su mano sobre la parte sensible del encordado. La cobra vuelve a mirar a su presa que pareciera se esconde detrás de las cuerdas y crece, del golpe de un veloz y elegante latigazo, un poderoso aroma a dagas delicadamente metálicas, sabores del pasado y del futuro que se conjugan para hacer correr los líquidos en llamas por el alambique del alquimista. Skay no deja de mirarme, advirtiéndome que la criatura, a sido rescatada.
La versión es muy poderosa parece un caño oxidado al que han terminado de volver a cromar. Me voy acercando lentamente al micrófono, Skay se posiciona a mi derecha como si no estuviéramos en el centro en una sala de ensayo vacía sino en la parte más álgida de un show ante miles y miles de personas, tal es la carga de solemnidad que se desprende tanto de cada uno de sus movimientos físicos como del manantial de sus vibraciones mentales. Su música parece suspenderse en el contraeco de los dos acordes compuestos que varia con indudable belleza cuenta el tiempo con la paciencia de una clepsidra coja. Todo se suspende en la vibración de las cuerdas. Amenazan estallar de tensión. Skay se da cuenta. Voy a cantar. Aún recuerdo la letra. Entro en el cauce de sonido que Skay a dispuesto como un río zigzagueante: “Cacería hecha con dos naipes...Datos feos por eso brindamos...”

5 comentarios:

Anónimo dijo...

como ya dije antes, espectacular
segui asi
gracias

Anónimo dijo...

Impresionante... Excelente escrito. Espero que sigas así. Saludos desde Rosario!

Unknown dijo...

BRINDO POR VOS!

Némesis dijo...

Hola, esta muy bueno lo que haces, de a poco los estoy leyendo a todos. Te invito a pasar por mi blog en el que subo poemas mios. Saludos Ricoteros desde Tandil

Motor_alma_y_sangre dijo...

Me transportó de la oficina de producción a la sala donde estuvieron estos dos genios creando una de las frases mas ricas del rock mundial: LADRON DE MI CEREBRO. MIL GRACIAS, SALUDOS DESDE MENDOZA