2009/01/05

El paraiso de los inéditos. (Carta de los chicos)

Vuelvo sobre las cartas. A esa inmensa cantidad de papeles escritos con distintas variaciones y ansiedades de pulsos eléctricos que se desparraman como las ruinas de un castillo de naipes sobre la mesa. Leerlas y volver a releerlas se ha tornado para mí una buena forma de estar cerca de palpar y acompañar la intimidad emotiva de cada uno de esos chicos que desde Obras se han multiplicado del modo de hongos sobre la extensión de mis desvelos, acabando de una vez y para siempre con mi capacidad de aprehender ciertos resultados del entramado de como le llaman, lo real.
Ahora como les debe suceder a las grandes estrellas del firmamento pop ya no tengo lugar donde guardarlas. Je. El cajón donde primeramente las archivaba se ha colmado de una forma similar a como se llenan los reductos cada vez más grandes en donde ejecutamos nuestro número de rock. Esta desmesura no evita que lea una por una todas estas cartas y trate de extraer de ellas a modo de retribución a tanto afecto, una narración, un cuento. Tal es la obseción que me embarga en estos últimos tiempos. “ Primero nos juntábamos en lo de Hernán. Nos gustaba irrumpir en las entrañas de esa vieja casa de paredes humedecidas sobre todo en las tardes en que sabiamos que ya no estaban en la habitación del fondo, transformada en la sala de ensayos, el hermano mayor de Hernán ni ningunos de sus amigos heavies. Allí conectábamos la guitarra y el bajo y comenzábamos a machacar el silencio de la habitación con una insensata “colección de ruidos” extraida por nuestra propia impericia para tratar con algo de ductilidad a los instrumentos. Después le agregamos voz con el micrófono. Un día el hermano de Hernán descubrió nuestros movimientos y nos conminó a que no pisemos más su sala ni su casa. Así, evitando la diáspora que podría haber disuelto nuestra latente caterva de amigos, fuimos a parar a lo del Colorado Schitz. Su casa por las tardes y el kiosco 24 horas por las noches, se volvieron el nuevo punto de encuentro para todos nosotros. El Colo era un pibe de nuestra edad que tenía una batería heredada de su primo, una consola y todos los discos de los Redondos aparecidos hasta el momento: Gulp, Oktubre y el Baión que en realidad hasta la fecha poco y nada los había escuchado y que según nos contó después los había ido comprando con esa suerte de intuición que a veces se presiente en discos o libros que uno sabe se le revelaran bastante tiempo después al momento de ser adquiridos como si hiciera falta una grieta más en el entramado existencial para poder disfrutarlos más plenamente. Nos hicimos fanáticos. Creo que a la tercera escucha de Gulp y a la segunda de Oktubre, tanto Hernán, como el Colorado, como Seba y como yo sentimos, y no es exagerado de ningún modo decirlo, que nuestras vidas cambiaban radicalmente. Una divisoria de aguas, un mojón que marcaba el inicio de algo verdaderamente trascendente. Era tan fuerte la proyección mágica de Patricio Rey, su capacidad para recrear con suficiente intensidad un orbe de nuevas instancias épicas y de planos extendidos de extasis para el inicio de nuevos recorridos que nos montamos de inmediato a ese bondi de enigmático destino. Y de allí, sin retorno a la maravillosa deriva de los que saben se van descolgando del cielo cimentado por los ordenes tradicionales de las instituciones capitales para descubrirse, trastabillando pero de pie, en la intemperie de lumínicas tormentas.
Hernán , Seba y yo a los que ahora habíamos sumado a Quico Spolnik y a Rodrigo nos convertimos en fervientes admiradores de Gulp de su endemoniada efervescencia fabricada con la viola de Skay Beilinson y con el saxo de Willy Crook y más que nada del lastre corrosivo de su poesía tragicómica tan a tono para ironizar sobre los tiempos que comenzaban a correr y de la que era responsable ese cada vez más extraño y más querido hombre calvo que oficiaba de cantante y cerebro de la banda. “El infierno está encantador” y “la Bestia Pop” eran nuestro manual de instrucciones para desactivar el hastio que la mediocridad creciente de la vida nos imponía como si fuera una bestia constante capaz de devorar en un segundo nuestras incipientes ganas de vivir. En ese comienzo de lo que podría denominar como saga urbana lo único que teniamos en claro era la banda de sonido que acompañarian los días venideros. El Colorado se había dedicado a escuchar sobre todo Oktubre -disco que nosotros en un primer momento evaluamos más serio, más adulto y si se quiere más triste aunque a ninguno nos convencia esta última palabra que jamás empleamos para calificarlo.
Una mañana en el colegio el Colorado fue amonestado por pasarse todo el tiempo en que duró el módulo de Física reproduciendo en una hoja a las multitudes de Rocambole que caminaban hasta el fin de los sueños desde la tapa de Oktubre, en la de Física, en la de Matemática y en la de Lengua también ocurrió lo mismo, los profesores lo miraban azorados al ver la inmutabilidad del Colo ante las sanciones. Estaba enceguecido con el brillo siniestro y humanizado de aquellas masas que parecían avanzar buscando el horizonte de un nuevo relato que las contenga y les vuelva a dar sentido. Después, al poco tiempo nomás me enteré que el padre y la madre del Colo fueron miembros del PRT. Allí corroboré el tan mentado traspaso genético de la izquierda. Estudiaba los rostros con un detenimiento que nos asombraba a todos, distinguiendo en la muchedumbre a obreros portuarios, nuevos desocupados y fantasmales madrecitas solteras en busca de alimento para sus hijos. Todavía no se le había dado por el dibujo como una práctica racional que le daría sustento a su vida pero ya se entreveía un fuerte apasionamiento por este tipo de lance artístico. No solo la gráfica que los Redonditos disponian en cada una de sus placas lo alucinaban diría por completo, también vivía el contenido de cada una de las canciones mientras las iba escuchando con la tensión trágica y dramática que se puede desprender de un film de Tarkosky o de Visconti o de una novela de Dostoiesky. Tirado en la cama, vibraba ante aquellas representaciones con los ojos clavados en el centro del techo como si de allí surgiera, viva, la pantalla de un cine multidimensional. Una vez nos dijo que “las muchachita fatales en blancos zoquetes chinos” estaban orinando sobre su cabeza, otra que las monjas verdes revolucionarias proyectaban su sombra contra la pared de la pieza y otra la que más nos sorprendió por su difícil representación, que un tren gladiador estaba a punto de abordar el andén.
En un breve lapso de tiempo nosotros también, inoculados por la poética de elixir aguardentoso que emanaba del misterioso halo del disco negro alcanzamos la adultez de Oktubre, Gulp aunque nos seguía gustando como siempre nos parecía un tanto sencillo y ya paladeabamos las arenas complejas y politizadas en las que nos desembarcaba el segundo disco. Eso sí, ya teníamos dentro del corazón desbordado por tanta vivificante estratagema Solari-Beilinson, todos los himnos del Baión, uno a uno escalonados como enérgicos proverbios libertarios, lo que nos daba una sensación diría refrescante para emerger y salir del pantano lujoso de Oktubre. Pasamos interminables tardes de siesta luego de salir del colegio en lo del Colorado comparando discos. Disquisiciones adolescentes para matar el tiempo. Una de esas tardes, fría e impetrablemente gris como cuadra a toda gran tarde, fue que cayó Seba con lo que para todos resultó ser “un hecho fundamental para nuestra vida”. No creo exagerar ni ahora que el tiempo a disipado la coloración heróica de esa época y que la distancia podría provocar un sustento de ironía capaz de disolver sus sólidas columnas donde se acentaba estrambótico y vital, un mundo. Los densos avatares del colegio, las suaves cavidades de las chicas que ya nos estaban brindando, inclementes, nuestros primeros desvelos, el fútbol en su carácter cuasireligioso fueron desplazados por un puñado de canciones. Seba se había ido a pasar unos días a Mar del Plata con sus viejos, de Locuras, de ese localcito en una galería próxima al mar, de allí trajo el tesoro. El Colorado vino con dos tetrabrick de Bordolino blanco que guardaba en el fondo del congelador y mientras los ibamos vaciando desde uno de los vértices agujereados del envase, de a poco con tragos cada vez más largos, escuchamos por primera vez el pirata de Stud Free Pub. Uno nunca sabe por que hay momentos irrepetibles por que hay instantes que forjan una aleación tan fuerte en la memoria que dura hasta el día de nuestra muerte pero los años que siguieron a la primera escucha de ese pirata -en eso coincidimos Hernán, Seba, todos -fueron los más apasionantes de nuestras vidas. Si ya teníamos el fanatismo a full con los tres discos de estudio, ese primer “inédito” nos terminó de volar la cabeza. Estabamos terminando el secundario y nadie pensaba que carrera ibamos a seguir ni con quien mierda nos ibamos a casar ni nada por el estilo. Solo esperábamos el momento de ir a ver a los Redondos. Mientras tanto “El Regreso de Mao” era, lo podría decir sin temor a equivocarme, nuestra invocación sagrada para salir por la noche a configurar nuestras almas de aspirantes a freaks. Yo creía que detrás de todo ese sonido que dentro de esas canciones y del espectro que ellas irradiaban viviríamos una loca bohemia en la última década del siglo XX. Es verdad que tal cosa nunca existió de modo pleno, pero también es verdad que los inéditos de Stud Free Pub hicieron todo lo posible para que nosotros sintiéramos que sí, que estabamos viviendo en realidad un tiempo no ordinario y encantado. “Ay Roxana Porcelana, en el panel de video, la ratoncita divina del Dr. Jeckill”. No era raro que este fraseo del Indio fuera nuestra habitual forma de desayunar. El hálito de misteriosa poesía de los inéditos nos tenía bajo su influjo las veinticuatro horas. Y nadie quería por nada del mundo salir de su manto.
Yo no se si fue durante el cumple de Seba o del Colo pero, cuando la madre del primero nos encontró a todos totalmente en pedo recitando la Oración del Niño (el Colorado parecía el Papa bendiciendo con gintonic a las chicas) fue que se pudrió todo y mal con el asunto de la secta. La madre de Seba llamó a la mía esta a la del Colo y allí la interminable cadena que terminó primero a llevarnos a comparecer ante las autoridades del colegio y después oh, no! a declarar en la seccional de policía. Los niños buenos de la Acción Católica colaboraron desde sus pasquines dominicales acusando continuamente durante casi todo el año, con argumentos rayanos en la más estúpida de las demencias, de que los Redonditos de Ricota la banda en si y sus seguidores eran y formaban parte, en verdad, de una secta satánica destinada a romper con el ordenamiento cristiano de la sociedad. El tío de Rodrigo, vigilante de alma y servicio durante la dictadura con altos contactos tanto en el Obispado como en la Federal mandó, en un operativo con un despliegue casi cinematografico a allanar nuestras casas buscando elementos vudú o umbanda – eso salió en los diarios locales, loco, un delirio- así también como drogas duras y armas de guerra . No obstante la difícil situación sentiamos un particular orgullo de que nuestros gustos juveniles nuestras preferencias musicales causen tanto revuelo alrededor como si experimentaramos el poderoso y verdadero efecto de los inéditos que no sólo convocaba a nuestros instintos más libertarios y líricos sino que también ponía los pelos de punta a todos esos sectores que ya lo sabíamos con creces, desde siempre habían conspirado contra las verdaderas ansias de conformar una sociedad libre e igualitaria. Aunque desde nuestras casas nos prohibieron que nos juntásemos, algunos padres por el solo hecho de evitar más quilombo y otros realmente catequizados por los viejos órdenes represivos, clandestinamente todos nos seguimos viendo y afirmando nuestra marcada vocación de ricoteros. El Colo empezó a traer la Cerdos de Capital y de allí comenzamos a argumentar bien nuestra posición. Eso sí teníamos que entrar las revistas ocultas bajo el pulóver para que nuestros viejos no nos echaran definitivamente a patadas en el culo. Con esta especie de censura cobraban un plus extra las lecturas de los fabulosos editoriales de Enrique y los relatos urbanos de Vera Land, los ensayos ebrios de Jorge Piroski y los poemas de Miguelito Lenz como si nos vieramos arrastrados a las fuerzas imposibles de dominar pero plétoricas de placer de las más salvajes libertades. Más ardientes y depravados se tornaban los “To Hell” y más insistiamos en conseguir toda la discografía allí citada desde discos de Jhon Coltrane hasta New Order, así también como la abultada bibliografía que Symns declaraba indispensable para la mochila del nuevo gladiador urbano: Miller, Bukosky, Artaud, Ballard y otra vez Burrouhgs . Mientras tanto la vida seguía allí con su rostro impasible de devoradora de ilusiones, de serial killer de las más volátiles esperanzas. Debería apuntar que nos habíamos olvidado casi de ella como tal, habíamos logrado producir un tiempo paralelo excento muchas veces de todas sus miserias para abocarnos por completo ser soldados del Indio, alucinados marineros de la nave corsaria de Patricio Rey, con ella ibamos a conquistar un mundo.¿Qué nos llevaba a tales razonamientos, a acometer con semejante empresa? No lo sé, seguramente no haya forma alguna de explicarlo solo me queda por decir que en el embriagante menjunje de los inéditos, en esas extravagantes piezas de colección, flotaba el fuego ardiente que encendiaba nuestras mentes y el cual enarbolábamos como único estandarte en un mundo achatado y homogeneizado donde los efecto devastadores de lo que se empezó a llamar capitalismo salvaje se estaba chupando segundo a segundo toda la magia, todo el misterio, todas las ganar de vivir o de morir por algo, que es ahora que lo pienso bien es exactamente lo mismo. Abandono el aparato reflexivo para internarme de nuevo en ese oasis de nuestra vida que significó el primer descubrimiento de los Redonditos y en especial lo que con el Colo y Seba hemos denominado “los años dorados de los inéditos”,”los ineditos como la banda de sonido de nuestros años felices” años, sin dudas colosales, en amores, en excesos como medida de nuestra potencia vital y en un hermanaje de amistad que sé no se volverá dar jamás en nuestras vidas. Cuando pienso en esos años siento como un melancólico cóndor de fuego sobrevuela el interior de mi pecho, inflamándome de viejas pasiones. Cuando hablamos de esto el Colo que ya leyó a Proust me dice que no pude no acordarse, del gusto del vino con coca o de la cerveza con ginebra o del aroma plebeyo de los 43/70. La última vez que lo ví, como no podía ser de otra manera en la dársena sur esperando “su” barco, me dijo mientras encendía un cigarrillo de origen belga si todavía tenía el cassette de “Casa Suiza”, el que tenía la mejor versión de “El hombre eléctrico”. No le respondí ni sí ni no, le retruqué con otro recuerdo imposible de desligar de la canción que acababa de nombrar. “Te acordás cuando entre tres milicos te agarraron del cogote en la comisaria y te preguntaron quién eras. Te desligaste de sus manos de un golpe y empezaste a cantar “Yo soy... Yo soy... nadie” Los milicos te miraban como si fueras un extraterreste. Salimos de la comisa cantando “chirabchichire che chirabchire rerere rerera” hasta perdernos otra vez en el fondo de los bares. Para esa época ya habíamos ido a ver a los Redondos a un par de Obras, a La Plata y a Parque Sarmiento. Seguimos consiguiendo unos cuantos “inéditos” más pero creo ninguno con el influjo sutil y deletéreo de los primeros. ¿Cuántas noches estuvimos tratando de traducir algunos de los términos que nos parecían confusos? Ahora- después de que miles de revistas han publicado las letras de los inéditos- parece medio boludo, pero nos costó dilucidar que no era el Viejo Caniche Alemán sino el viejo Caryl Chessman , ahora es fácil hasta el más tarambana sabe de las desventuras sexuales del pobre Caryl o a través de Foucault sabe que es el panóptico? ¿Saben? La tarde que perdimos con Camerún en la apertura del Mundial de Italia con el gol de cabeza del negrito Milla cabeceandonos casi debajo del arco, tarde en que nos preparábamos para que llegue la hora de abordar el tren que nos llevaría a ver a los Redondos. Conocímos un personaje en la cantina del Círculo Italiano que nos sorprendió y de alguna manera hirió sin quererlo y circunstancialmente nuestra celosa sensibilidad de patrones de aquellas canciones de culto. Estabamos en ronda de cerveza con ginebra cuando Pancho se puso a cantar algo así como que perdimos con los negros pero no nos vamos a calentar.... Después de despejar con este cantito gracioso la mufa por la derrota de la Selección, quedamos con las gargantas cebadas para seguir cantando, “se adelantó el regreso de Mao” cantó y gesticuló el Colo con cierta pose tanguera. Todos lo seguimos. Después el mentado Potpurrí, cuando estabamos en el falsete de Ay mariposa Pontiac que va a ser de mi... el morocho que estaba detrás de la barra suplantando en esas horas desiertas al titular Rene, se sumó burlescamente a nosotros, e imponiendo su voz con un conocimiento absoluto de la melodía y la letra. De donde las sabés le dijo Pancho y sus dos ojos parecian dos cuarentaicinco apuntándole a la cara. Esa canción es viejísima la tengo grabada de la época de Malvinas cuando pasaban nada más que rock nacional. Tal era nuestro celo guardián de los “inéditos “ que sentimos una enorme desazón y que de alguna forma el morocho nos estaba birlando algo. Pero de un momento a otro, integrado por una súbita simpatía paso a ser el gran Negro de Mariposa Pontiac y cada vez que fuimos al Circulo lo hicimos cantar. Así de bellamente enfermos fuimos. Quizas para muchos todo esto resulte incomprensible, cuando no estúpido o delirante, son los que seguro nunca estuvieron en nuestras pieles, los que no estuvieron asando un nonato en el parque mientras la pequeña y no nacida bestezuela se cocía al vapor de “Hombre malo, mago bueno”, también conocida como “Mi genio amor” y la vida era el mejor laberinto donde perderse siempre y cuando llevasemos los “inéditos”. Los recuerdos se suceden uno trás otro, fragmentos, iluminadores perlas en la noche del dolor, microparticulas determinantes de la realidad que se sucedería en el futuro, pequeñas visiones de alucinados, poca cosa ¿no? pero todo, esas inigualables noches de viernes desentrañando el estribillo de “El gordo tramposo” en la esquina donde la lluvia se convertía en la escenografía perfecta para otro crimen. Todavía parece traspasarme su humedad nerviosa, su vendaval de día de gloria. Lalalalalalá Lalalalalalaaaaaaaaalá.

Dolor

El Rafa Hernández llamó a mi casa a eso de las tres de la tarde. Como yo no me encontraba habló con Virginia y le dijo que por favor ni bien llegue lo llamara. Primero supuse que el Rafa pretendía alguna exclusividad para la radio o algo por el estilo. Pero no, no podía ser ,no son cosas que haga el Rafa. Después algo en mí comenzó a intuir el roce de alas de algún tipo de fatalidad sobrevolando todo el murallón de mi espectro sensible. Indudablemente la sombra de un suceso terrible se empezaba a cernir sobre la historia de Patricio Rey. Pero nunca, nunca imaginé que lo que tenía para decirme iba a ser tan doloroso y me iba a poner de esta manera . No lo llamé, no se qué me retuvo seguramente algo que inconcientemente quería tabicar la irremediable realidad, él volvió a llamarme unas horas después. Con el tono de voz visiblemente conmovido me dijo que acababa de leer en el diario que en las adyacencias de los accesos de entrada del último Obras habían matado a un chico. Instantáneamente, un poderoso flash recorrió toda mi capacidad de exprimir el mundo y un descarnado cortometraje comenzó a rodar en el interior de mis ojos; vi a los milicos disparando contra los pibes mientras cruzaban Libertador. Pero como? Le dije con los nervios subiendo de un tirón del estómago a la cabeza en forma de remolino. No sé, me dice el Rafa del otro lado del teléfono con el ritmo vacilante de quién no ha podido esclarecer ni de digerir un tipo de noticia nefasta. No lo explican bien, parece que lo llevaron detenido en un celular, no se sabe si ya muerto o si murió en la comisaria. Un aneurisma dice la nota. Hijos de mil putas, hijos de mil putas, quien lo puede creer. Se lo cargaron Rafa lo boletearon en la comisaria. El Rafa intentaba calmarme del otro lado del teléfono me decía que por medio de algunos amigos que laburan en policiales iba a averiguar y me llamaba.
Cuando cortó sentí un profundo derrumbamiento, esas caídas internas que amenazan con arrastrarte hasta el corazón de los infiernos. No hay nada que averiguar respecto a los responsables de la muerte del pibe, doy por descontado que lo asesinaron. Estoy envuelto en un torrente de transpiración, más que nunca el sinsentido del mundo se ahonda hasta llegar a cortarme la respiración. Morir por ir a un recital de rock es un disparate de Dios. Se me mezclan los colores, los conceptos. Me falta frialdad, me falta el poder necesario para despejarme de las distintas formas de arrebatos que me amenzan colocandome en la línea de posibilidades absurdas. Le pido a Dios que todo esto no sea más que un error aunque íntimamente siento al pibe, siento el crudo impacto de la muerte, su atropello bestial para despojarlo de la frágil llamarada de la vida. Lo veo extinguirse a mis pies sin que yo nada pueda hacer, sin que pueda evitarlo. Los pensamientos son puntas de dolor. Ni siquiera el llanto asiste a descomprimirme. Me desdibujo por completo en el vacío, me arrojo fuera de mí no se pude más en este cuerpo. Hijos de puta, hijos de puta repito mientras golpeo todas las paredes que se me interponen. No puedo borrar de mi cabeza esa pequeña vida extinguiéndose. El dolor enceguece todos mis sentidos, ya no pienso, ya no veo, todo es oscuridad envenenada ahogándome.

U.R.S.S.

Le ganamos 2 a 0 a Rusia. Después del partido nos trenzamos en ardua y amarga discusión sobre el futuro de la URSS. Sobre la mesa no solo flameaba el estandarte amarillento de Don Francesco Branca y sus oscuros mostos de misteriosas bayas sino también, así lo había querido Skay, la S roja del Smirnoff setenta y cinco grados que sobresalía del modo de un emblema social desde el pectoral vítreo de su envase transparente. Basabru paladea con extrema concentración el líquido incoloro igual que si buscara en el interior de su esencia el bramido agonizante de un cosaco o el adn conductual de la sombra de la revolución bolchevique de 1917. Dice entre otras cosas que voda es agua en ruso y vodka vendría ser aguita y explica que al sabor del vodka o la vodka como dice que correctamente hay que llamarla, su intensidad flamígera hay que buscarlos, que ese gustito a centeno no llega así porque sí, hay que concentrar un tanto las papilas y dejar que lentamente vaya estallando la oculta esencia del poderoso jarabe de papas de la estepa siberiana.
Mucho se ha escrito en los últimos tres años sobre los cambios que se están produciendo dentro de la Unión Soviética, mucha producción de tipo periodistica y ensayística tratando de esclarecer el nuevo devenir histórico, muchos términos que hemos incorporado ya a los nuevos desafíos interpretativos de su realidad política como glasnot y perestroika, palabras que refieren a deshielo y a cambio pero creo que nadie a ciencia cierta sabe muy bien que pasa en el seno secreto de esta nación convulsionada. El tono de nuestra conversación es, podría decirse, un tanto melancólico cuando no preocupado como si se evidenciara en cada uno de los que nos reunimos en torno a esta mesa un indeclinable afecto por los soviéticos. Es así, algo nos une inexorablemente al dramático destino de los viejos bolcheviques. Fernando deja entrever en algunas de sus frases que esta ligazón procede más que de cierta admiración por la economía planificada o por el grado de justicia social al que han arribado al inmenso rechazo que nos produce el capitalismo salvaje que proponen los norteamericanos, de la puta cultura de hamburguesería que están exportando al mundo sin que nada ni nadie sea capaz de detener. Nos alineamos con los rusos, en eso hemos estado en los últimos años.
Le digo a Basabru, exponiendo todas las sensaciones que he ido acumulando después de la caída del Muro y adquiriendo la tonalidad de un adagio de aires fatalistas que la URSS es un viejo mueble apolillado que apenas mantiene un poco del barniz exterior. No falta mucho tiempo, solo el mordisco de una polilla, para que todo se termine por desmoronar. La clave de todo este proceso de cambio como le llaman y que a decir verdad habría que llamar la disolución del estado comunista está dado sobre todo en las nuevas expectativas de consumo y deseos del grueso de la población rusa, les digo. Hace tiempo que por distintos medios clandestinos que se filtran a los controles generales cada vez con más frecuencia vienen recibiendo mucha información de lo que pasa fuera de su país del estilo de vida que se está estilando en Occidente. Existe un gran mercado negro de videos, creado por los mismos rusos traidores a la revolución bolchevique, conteniendo y mostrando toda la panorámica del desborde de la oferta capitalista. El politburó poco puede hacer ante esta evidencia. Apenas aggiornar un poco sus políticas, anunciando continuas aperturas y cambios que son promovidos indudablemente hacía la desintegración de los estados socialistas para que de alguna forma el descontento de la población no se transforme en airadas manifestaciones y por lo tanto en bochorno internacional. Skay teorizando desde su sensible corazón nos dice que como los cubanos los propios soviéticos tendrían que ser los pilares, es decir que sea el pueblo mismo el que sostenga el espíritu del socialismo demostrando orgullo por la austeridad y el ascetismo comunista eso que los conduce directamente a un sistema justo e igualitario. Fernando mueve la cabeza hacia ambos lados y con expresión amarga le dice que desde los más altos jerarcas del partido hasta los ciudadanos comunes coinciden en que deben dejar de fabricar tanques, aviónes, AK-47 y demás armas, que deben dejar de invertir en investigaciones de ingeniería nuclear y en proyectos de conquista espacial. Basta de cohetes y misiles. Hay que ampliar y diversificar el stock de alimentos en los almacenes, basta de paracaídas gritan casi a voz de cuello las mujeres rusas que empleen esas telas para surtir el stock de las tiendas de indumentaria femenina. Las rusitas están locas, locas Skay , ya no soportan tener que ponerse todo el año el mismo vestido sobre todo ahora que esconden la Vogue dentro de los cajones del placard. Fernando completa la información diciendo que hace poco procesaron a dos ciudadanos soviéticos por adquirir un jean Levis por el valor de dos sueldos, mientras sus palabras flotan en el aire con trágica melodía sorbemos los últimos tragos de vodka y a todos nos va quedando la sensación de que dentro de poco no quedará nada o casi nada de el austero coloso rojo de la hoz y el martillo

Coro ancestral de vieja tribu.

Volvemos a Libertador. Ya saldamos la cuenta de los daños ocasionados a fines del año pasado. Después de tantas idas y vueltas con el tema Obras, primero la historieta de nuestra negativa de tocar allí, lo que dio lugar a que todo boludo suelto dentro de los medios periodísticos tuviera algo que decir al respecto y después el caótico show en la cancha de Hockey, volvemos a un lugar que pese a todo, me hace sentir cómodo. El recinto de Obras es un gran lugar para que toquen los Redondos, con un acceso relativamente fácil para que todos puedan llegar con bastante comodidad y que a la vez brinda garantías para sonar bien y tener un escenario y un espacio para el público a la altura de las circunstancias que nos estan aconteciendo. Indudablemente no podemos tocar más en Satisfacion y mucho menos en Cemento. Los pibes ya la tienen muy clara al respecto de esta situación, los únicos que siguen retobados con este tema son los vejetes mala onda, ya los conozco, se cual es su rollo. Su melancólica visión del mundo, una versión cocaínica y tanguera del insoportable “todo pasado fue mejor”. Hace poco estuve con la Oruga, al papirulo no se le ocurrió nada mejor que preguntarme si no era el momento de hacer volver Symns o el Mufercho con sus monólogos y al Doce repartiendo los bocaditos, me bajoneó tanto su rebuscada nostalgia que me quedé sin voz para contestarle.
La noche fue redonda a pleno. Sentí cada uno de los temas que tocamos como piezas vertiginosas de una obra teatral. Con Skay decidimos que iba a ser una buena idea incluir varios de los temas que no hemos grabado aún y que ya han pasado entre los chicos a la categoría sagrada de inéditos. Piezas de culto que contienen un poder especial para ellos y que elevan el show a pura fuerza de emotividad. Tocamos El Regreso de Mao, Mi Genio Amor, Rock de las abejas y Pura Suerte. También presentamos una versión medio reggae de Semen Up que nos gusta mucho tanto a Skay como a mí.
Siento como cada vez me apasiono y me transformo más sobre el escenario brindando todo mi cuerpo al show. Hace unos días leí una nota , en la revista 13/20, una publicación con target adolescente pero donde colaboran jóvenes y sólidos periodistas de espectáculos, comentando nuestra actuación en Obras firmada por un tal Andrade donde hablaba entre otras cosas de mi charmé escénico, de mi poderosa forma de apoderarme del escenario llenándolo de signos que refuerzan, de actitudes que sugieren y de un abanico muy amplio de guiños complices que le dan el acabado final al múltiple e inasible sentido de las canciones. Sin lugar a dudas es así. Siempre sentí un enorme caudal actoral autosugerido por mis propias letras y por la música que ejecutamos cada vez que me subo al escenario, pero más que en ningún momento de la historia de la banda creo que es la hora de tirar toda la carne al asador, el momento oportuno de jugarse por completo en pos de que los Redonditos como sospecho alcancen a dar todo ese tesoro que desde sus inicios se acumula en sus arcas y del que Skay y yo hemos sido y somos sus más celosos guardianes, que frialdad pelandruna, que mezquindad racional podría inhibirme para no sacar todo de mí, para no abrir las bodegas de nuestra nave corsaria y ofrendarles a todos los redonditos el gran tesoro del rockanrroll, todo ese cúmulo de experiencia no ordinarias, de encantos marginales que han tomado forma de canción. Estamos obligados más que nunca a ser generosos. El sábado mientras hacíamos la Parabellum sentí como poco a poco comenzaba a desdoblarme, a perder el peso de la carne que no se ausentaba pero que sí dejaba de ser el sujeto de mi corporeidad, a perder la forma humana para salirme casi por completo de mi cuerpo y ser voz en otros, coro ancestral de vieja tribu llegando a conformar una energía de ida y vuelta que se esta convirtiendo en una muy buena costumbre, un entendimiento mutuo con la gente que fortalece y reafirma eso que siempre hemos dicho de que los Redonditos son tanto la banda que suena sobre el escenario como todas las almitas que amenizan su existencia en los shows. Se me eriza la piel y sobreviene un calor interno, pura humanidad latiente que fricciona cada uno de mis huesos y que da por tierra con toda presunción de helado freak paralizado en el vértice de una victoria individual y calculada, eso que tanto temo y que tanto daño podría hacerme si me dejara llevar por la parte más mezquina de esta tormenta ascendente. Trato de bajar del cielo de las intensidades y autoconvocarme en un contrapanteón pensándome urbano y terrenal, irónico cronista escapado de un diario amarillista en plena madrugada, un ser canallesco y looser para equilibrar un poco la cosa para no sentirme el gran chamán dispuesto a devorar toda la angustia y el dolor para conjurar desde su posición de dios moderno todas las cuitas terrenales y metafísicas. Comienzo a comprender ciertas muertes ciertos desdichados destinos que tuvieron lugar en el mundo del rock.

Autopista Center

Tocamos en Autopista Center, un galpón infame si se lo mira bien pero con la capacidad necesaria para albergar a nuestra gente. En los últimos meses hemos recibido propuestas realmente desopilantes. Poli llegó a hablar con un tipo que le ofrecía un predio en Moreno, un descampado no tan lejos de la estación, donde solo habría que trasladar unas vacas que pastan por ahí para que todo quede dispuesto para un show. Otro personaje, este me lo crucé yo a la salida de un ensayo. Me habló de un estacionamiento subterraneo inmenso en la zona de Congreso donde entrarían mas de seis mil personas. Estas son algunas de las trasnochadas ideas de la cohorte de ventajeros que se nos vienen colgando de los brazos desde hace ya algún tiempo. Poli ya inició contactos con diversos clubes que poseen estadios cerrados más o menos en condiciones. Todavía no nos animamos a una cancha como la de Vélez.
Como suponíamos Autopista Center explotó. Más o menos lo empezamos a intuir unos días después de largar la venta de entradas cuando los chicos de Mannys nos llamaron desesperados para que le llevaramos más entradas. Desde temprano las bandas comenzaron a copar el barrio de Floresta, así me lo contaban los allegados que iban llegando hasta acá. Horacio los describía como pequeños picnics en las esquinas de Floresta, algunos de ellos con varias horas de viaje desde ciudades del interior. Paran en cada lugar a tomarse una birrita. En general son respetuosos con los bolicheros, cierto código barrial de no zarparse con la vieja que les vende la cerveza, distinto a lo que ocurre a veces en las zonas de grandes supermercados donde a veces se produce algún tipo de disturbio. Más tarde coparon una serie de parrillitas de la avenida. Ya había caído la noche y los más achispados salían de las parrillas y cortaban el tránsito de la avenida con bailes y cánticos. Llegaron los milicos hasta acá y le dijeron a Semilla que fue el que casualmente los recibió que si por favor no le hacían el favor de hacer entrar a todos esos chicos que cortaban la calle. Semilla que poca cara de padre tiene sentía que le estaban reclamando por unos hijos quilomberos. Decidimos abrir las puertas un rato antes y todo el arsenal gargantil de aliento redondo, se trasladó dentro del lugar.
Skay me propuso acompañar no solo con el punteo de su guitarra los cánticos de los chicos sino con la banda entera, de principio a fin ya sea “teque –teque” o “señores dejo todo”. Le dije que cuando se brinde la oportunidad prueben a ver si sale. Me miró entusiasmado y se apresuró a comentárselo a Sergio y a Walter.
El show salió bien pese a que el sonido era una garcha. La acústica era imposible. Creo que apenas logramos un ruidito pero a los chicos esto parece alcanzarles. Tienen y contagian tanto fervor que hace que se rellene cualquier bache. Cantan todos los temas hasta desgargantarse. Ellos son mi retorno más fiel. Esto al contrario de disiparme o aflojar mi voz me sumerge en la más briosa de las sangres rejuveneciéndome muchos años. Los veo aullar, los veo lobos y se eriza mi piel se platina mi garganta para emitir los alaridos más lustrosos que de ella puedo arrancar. Es único ver a esa marcha sudorosa cantar, cantar y cantar lo que enigmáticamente suponen sin lugar a dudas marchas triunfales.¿Las letras? No necesitan comprenderlas. Solo necesitan que sean ellas las que los comprendan a ellos.

Parque Sarmiento

Un lugar medio cheto parece Parque Sarmiento. Lo primero que hice cuando entre fue ir a visitar el fast food del que me habló Poli. Tenía razón Poli que parece un Mcmierda. Espero que lo pibes tengan contemplaciones para con este tipo de instalación. Con Sergio nos quedamos mirando el impecable piso de parquet del gimnasio. Nos preguntamos que tipo de deportes se practicarán acá. Volvemos a lo que preferimos llamar la cantina como si con esa denominación más barrial intentaramos sacarle el brillo neoyanqui al lugar. Detrás de la barra asoma la cabeza un empleado que debajo de una gorrita blanca nos mira como a tres intrusos. El tipo acostumbrado a ver gente prolijamente sudada que viene a tomarse un refresco después de jugar al ¿Badmington?, ¿Voley?, no sé. se aproxima a la barra con rostro casi de espanto mientras el Soldado y el Vikingo hacen un ruido tremendo con los equipos. Alguien desde atrás le explica quienes somos y el tipo casi sin mirarnos nos deposita tres enormes balde de casi un litro de cerveza cada uno en la barra. Sergio bromea con que los chicos no van a estar muy conformes con el precio de la cerveza. Poli le dice que no se preocupe que los angelitos vienen bien colocados desde afuera. Charlamos sobre el tema de la entrada. Poli me dice que hay mucha seguridad del lugar y también mucha milicada afuera. Le digo que nos aseguremos de que la seguridad no se propase con las “bandas”, a veces esta gente es peor que la policía misma. Celosos de su papel son capaces de darsela a cualquiera.
Al rato Poli llega con la historia de los pibes copando Av. Del Tejar, es impresionante verlos llegar y bajar de los bondis que vienen cargados hasta la manija cantando “Teque teque toca toca esta hinchada está re loca somos todos redonditos redonditos de ricota” mientras agitan entre sus brazos banderas con los nombres de los lugares de donde provienen. También me cuenta que hubo un pequeño quilombo con un tipo que en una parte rota del alambrado hacía pasar a la gente por unos pesos. No me preocupa esto sino el comentario de Poli de que están siendo muy duros con los mamados. Los llevan a la casilla de vigilancia y de ahí los despachan a la a comisaría. Poli vuelve como loca a tratar de ordenar las cosas en la entrada. A mí no me queda otra que ir calentando la garganta para que todo sea una fiesta.

El cidí y el bonustrá

Nuestra bella hechicera cumple años. ¿Cumple años un ser de su naturaleza o algo misterioso anula el implacable paso del tiempo preservando su vida bajo la sombra de su increíble personalidad? Nos reunimos para agasajarla. El círculo más intimo de los Redonditos y algún que otro viejo amigo extraído con pinzas de la patinosa pista de los recuerdos. Nos disponemos en el centro de una noche condimentada con los mejores efectos espaciales protagonizados por una serie infinita de estrellas. Alguien, con aguda nostalgia alcoholica dice que esos pequeños puntos luminosos son fasitos encendidos por los amigos que ya no estan sobre la tierra, pero que igual se dan cita esta noche para estar cerca de Poli .
Poli y Skay son un planeta especial, con centro cambiante. Por momentos es Skay el planeta y Poli su radiante satélite orbitándolo atenta y pródiga, iluminando todos sus continentes y mares, para que el hombre no se pierda en escenas de oscuridad. Cuando alterna la situación y es Skay el que se transforma en celosa luna todo el planeta Poli vive en ebullición pero muy a resguardo de los desbordes. Skay no le quita ni por un segundo el alma de encima. Todo su fuego vigía es patrimonio sagrado de Carmen Castro. Los observo de esta forma desde hace muchos años, me hace bien su proximidad, me dan una energía extra que siempre es tan necesaria para seguir con esta porfía extraña del existir. Son mis compañeros más cabales, los copilotos perfectos de este viaje.
La Negra enfundada en su lonpanta de cuero negro y con una musculosa roja me trae a la memoria el ángel oscuro de Patti Smith, sus ojos adoradores del trueno se amansan al son de “Lullaby”. Skay espera con ansiedad el momento de disponer de sus caprichos musicales, desde hace unos minutos lo veo acariciar un disco de los Travelling. Skay sirve el mejor néctar argentino, mi copa reboza de sus excelentes vinos, no obstante mi viejo amigo Skay, en un gesto que se podría catalogar de postdandista, disfruta del brick de un reseroblancosanjuanino. Skay dice que un producto noble como el vino lo es en todas sus formas. Pregunto si el Boss va a ser de la partida esta noche. La Negra me responde que se fue hace unos días rumbo a El Cairo a cerrar unos bisnes. Me hubiera gustado verlo. Me intriga saber que pensará de esta nueva etapa de los Redondos, me gustaría saber si está al tanto de todo lo que nos está ocurriendo.
Semilla acomoda sus mostachos a fuerza de fernet, se ha adueñado de la música mientras juega con el reflejo multicolor de un compact disc. Poli lo observa y no pierde oportunidad para anunciarme que es inevitable para la banda que el próximo trabajo también salga en CD. Está estudiando los costos , me dice. A su lado, Skay esboza una sonrisa entre incrédula e irónica, como si quisiera decirnos que los Redonditos no son una agrupación para salir en CD, cuantos pibes tienen compactera, deja ese cachivache tecnológico para Tecnotronic y Erasure. Le gusta a mi compañero exagerar su pose barrial. Lo hace sentir bien. Por su procedencia arisocrática renegar de los avances tecnológicos lo convierten por un rato en un alma maldita a lo Baudelaire. Los Redondos salen en cassette- dice una voz ebria cercana a mi oído izquierdo. A mi no me termina de convencer el sonido del CD, si bien es mejor que el de la cinta no lo es con respecto al vinilo. El borracho de atrás pregunta si el disco va a venir con bonustrack, me doy vuelta para contestarle pero ya no hay nadie, parece como si se esfumara constantemente, como si el mismo Patricio Rey apareciera y desapareciera como un puto espectro. Muerdo con fuerza un carozo de aceituna para constatar con deliberada intención la sólida textura de la primer capa de realidad. Me muevo hacia el sillón donde se encuentra Poli, donde desde hace un buen rato se ha abandonado a una suerte de meditación, en silencio parece querer digerir todas las frases todas las intenciones, todo el amague de voluntades que se van disponiendo en torno a la noche.
Quedamos solos, parecemos aislados del resto. Mi gran empatía con Poli me hace presentir que tiene algo importante que decirme. No puedo seguir disfrutando de la noche sin que antes me lo comunique. Sospecho que no es nada que incumba a la metafísica de la banda sino más bien alguna cosa tendiente a los aspectos más prácticos. Me dice que encontró un buen lugar para tocar. Parque Sarmiento en Av. Del Tejar yendo para Munro. Aprox. 5000 personas. Quedamos en pasar por el lugar en la semana. Poli me anticipa que dentro del estadio cerrado hay una hamburguesería muy coqueta tipo Mc Donalds . Me preocupa como se llevaran los chicos con este nuevo espacio. En estos momentos de nuestras vidas cualquier detalle por insignificante que sea que atañe a los Redonditos, nos desvela. Vivimos pendientes de este viaje. El compromiso es total. Tanto Poli como Skay como yo estamos contemplando un devenir milagroso, un tiempo en que nos sentimos, como nunca, viajeros de un raid emocional difícil de explicar, pero fácil de sentir cuando es tuyo el pellejo que vibra bajo sus impactos incandescentes. Nos vemos envueltos en telarañas de energía que surgen de las calles de Buenos Aires. Skay nos mira de lejos y parece comprenderlo todo sin necesidad de que procedamos a explicarle. Se levanta. Se aproxima a nosotros y tiende un brazo sobre la espalda de Poli y otro sobre la mía para estrecharse con fuerza y regocijo como si fueramos tres hermamos con seno materno cito en el último enclave cósmico allá donde deliberan inhóspitos y conspiradores, entre barriles de cerveza, una caterva de dioses lunáticos , imperfectos, demasiado bellos para la bondad absoluta y la omnipresencia.

Tangos Fatales

No sin sorpresa me voy enterando del gusto de los pibes por voz aguardentosa y violentamente resquebrajada por los años de Roberto Goyeneche. Al parecer el simpático y corroido Polaco se ha convertido es una suerte de figura de culto para una gran cantidad de jóvenes argentinos- próxima a Jim Morrison, a Charly García o a Marley. Los famosos periodistas especializados en esta baza impredecible que podría llamar sociología de la música popular se equivocan al tratar de esclarecer este fenómeno como un regreso de la “muchachada” al tango. Nada más lejano a la realidad. Indudablemente lo que les atrae del Polaco es el halo de oscuro encantamiento que promueve su creciente fisura y su voz corroída por los años de dura bohemia tanguera. Los chicos lo miran casi como a un integrante de los Rolling Stone, mucho más cerca en cuanto a su personalidad a Keith Richards que a Carlos Gardel. Claro que después está el descubrimiento de las letras, de esas líricas impares que supieron escribir en su momento los Expósito, Cátulo, Manzi, Discepolín y tantos otros, pero el éxtasis proveniente del sustrato lírico, viene después como una yapa. El impacto grande, lo que conecta una y otra cosa tendiendo inesperados cables emotivos entre generaciones lo da en toda su medida el carisma gigante del cantor, su pinta de viejo atorrante consumido por las noches en vela completando una postal inigualable de la estética del vicio que todavía tiembla de emoción sobre los escenarios. Kleiman me decía que el Polaco, por el solo logro de su talento interpretativo que no es poco, forma parte de esa legión de songwritter malditos del estilo de Leonard Cohen y Tom Waits, que no necesita ser un creador de canciones, que su propia versión de los viejos tangos, el sello particular que ha logrado imprimirle a cada una de ellos, es de por sí sola una creación única y maravillosa. Skay también se apasiona con el Polaco, si no me equivoco lo votó como mejor solista en la encuesta que hace el suplemento Sí de Clarín al finalizar el año. A menudo lo suelo ver en éxtasis fraseando a la manera Goyeneche, “Viejo ciego” , “Fruta amarga” o “Balada para un loco”.
Yo en cambio prefiero la gracia exótica de un Floreal Ruiz, Goyeneche me resulta un tanto kistch para mi gusto, como si exagerara demasiado los latidos profundos que habitan en cada uno de sus fraseos. No me desagrada pero prefiero a tangueros más atildados con matices de ensoñación grisácea en la voz. Sabor sepia, olor a glicinas.
De estas cuestiones y aprontes tangueriles hablábamos anoche cuando entre botellas vacías de fernet y espesas nubes de tabaco tratabamos de darle el toque final a “Blues de la artillería”. El lugar más tanguero al que hemos llegado, un tango al uso nostro que pretendemos grabar en breve.
Skay apareció un día con los acordes básicos que componen el tema y sencillamente le dije que me gustaban, que de ahí iba a salir con seguridad algo bueno. Al otro día ya lo tenía pulido por completo. Dawi insinúa que el personaje que protagoniza la canción es el mismo de “Un heroe del whisky”. A veces pienso en una gran galería hecha con mis personajes, un pequeño museo de cera con mi saga de monstruitos artlianos o próximos al mundo Burroghs, canallas queribles, producto como El Rufián Melancólico o Rosa Pantopón de la puta alienación que inoculan las ciudades al sensible corazón de sus habitantes. Semilla sugirió, mientas le daba cuerda a su espeso bigote, aplicarle unos toques de bandoneón y violín para darle más identidad al engendro pero la idea quedó descartada por mí al instante. Es difícil meterse con este asunto del tango y para nada es miedo a los que podrán decir los puristas que realmente me tienen sin cuidado, es algo más bien que intuyo con enorme claridad y que tiene que ver sobre todo con la imposibilidad de retrotraerse por completo a esa esencia cultural de los años 40 y 50. Se suelen hacer demasiadas cagadas al tratar de renovar piezas de un movimiento como dicen esta vez con acierto los estudiosos en la materia, que ya está cristalizado, detenido para siempre en una edad dorada e impenetrable. Salvo los destellos geniales de Astor Piazzola para captar el nuevo espíritu embargado de la ciudad y alguno que otro más que se me escapa, todos han fracasado en el intento. Tenemos que bordearlo lateralmente, abordar la lírica tanguera pero siempre desde una base rocker. Ir al tango derecho es, diría una actitud artística y compositivamente suicida. Ya llegará el tiempo en que al viejito choto no le quede otra que canturrear junto a un pianito entre la penumbra de un bodegón infame “sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando”.