2009/01/05

Dolor

El Rafa Hernández llamó a mi casa a eso de las tres de la tarde. Como yo no me encontraba habló con Virginia y le dijo que por favor ni bien llegue lo llamara. Primero supuse que el Rafa pretendía alguna exclusividad para la radio o algo por el estilo. Pero no, no podía ser ,no son cosas que haga el Rafa. Después algo en mí comenzó a intuir el roce de alas de algún tipo de fatalidad sobrevolando todo el murallón de mi espectro sensible. Indudablemente la sombra de un suceso terrible se empezaba a cernir sobre la historia de Patricio Rey. Pero nunca, nunca imaginé que lo que tenía para decirme iba a ser tan doloroso y me iba a poner de esta manera . No lo llamé, no se qué me retuvo seguramente algo que inconcientemente quería tabicar la irremediable realidad, él volvió a llamarme unas horas después. Con el tono de voz visiblemente conmovido me dijo que acababa de leer en el diario que en las adyacencias de los accesos de entrada del último Obras habían matado a un chico. Instantáneamente, un poderoso flash recorrió toda mi capacidad de exprimir el mundo y un descarnado cortometraje comenzó a rodar en el interior de mis ojos; vi a los milicos disparando contra los pibes mientras cruzaban Libertador. Pero como? Le dije con los nervios subiendo de un tirón del estómago a la cabeza en forma de remolino. No sé, me dice el Rafa del otro lado del teléfono con el ritmo vacilante de quién no ha podido esclarecer ni de digerir un tipo de noticia nefasta. No lo explican bien, parece que lo llevaron detenido en un celular, no se sabe si ya muerto o si murió en la comisaria. Un aneurisma dice la nota. Hijos de mil putas, hijos de mil putas, quien lo puede creer. Se lo cargaron Rafa lo boletearon en la comisaria. El Rafa intentaba calmarme del otro lado del teléfono me decía que por medio de algunos amigos que laburan en policiales iba a averiguar y me llamaba.
Cuando cortó sentí un profundo derrumbamiento, esas caídas internas que amenazan con arrastrarte hasta el corazón de los infiernos. No hay nada que averiguar respecto a los responsables de la muerte del pibe, doy por descontado que lo asesinaron. Estoy envuelto en un torrente de transpiración, más que nunca el sinsentido del mundo se ahonda hasta llegar a cortarme la respiración. Morir por ir a un recital de rock es un disparate de Dios. Se me mezclan los colores, los conceptos. Me falta frialdad, me falta el poder necesario para despejarme de las distintas formas de arrebatos que me amenzan colocandome en la línea de posibilidades absurdas. Le pido a Dios que todo esto no sea más que un error aunque íntimamente siento al pibe, siento el crudo impacto de la muerte, su atropello bestial para despojarlo de la frágil llamarada de la vida. Lo veo extinguirse a mis pies sin que yo nada pueda hacer, sin que pueda evitarlo. Los pensamientos son puntas de dolor. Ni siquiera el llanto asiste a descomprimirme. Me desdibujo por completo en el vacío, me arrojo fuera de mí no se pude más en este cuerpo. Hijos de puta, hijos de puta repito mientras golpeo todas las paredes que se me interponen. No puedo borrar de mi cabeza esa pequeña vida extinguiéndose. El dolor enceguece todos mis sentidos, ya no pienso, ya no veo, todo es oscuridad envenenada ahogándome.

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