2009/05/02

La peor noticia del mundo (Carta de los chicos)

Tecleo historias en lo profundo del sueño. Las mejores páginas, las más íntimamente queribles se escriben y se guardan en un lugar anfibio del cerebro, allí bajo la sombra buena de la techumbre del cráneo. Me tapo la cabeza con la frazada. La película de mis redonditos avanza. “Con el Rafa y Gerardo nos conocíamos de la primaria. Los tres proveníamos de la tambaleante clase media argentina. Por lo tanto, el famoso culo de la miseria nunca lo habíamos tocado, como dice el Indio. Después se fueron sumando Tati, el Loco Lufano y todos los que con la muerte del Doctor Eduardo se habían quedado sin banda. Dicen que el Doctor Eduardo, zarpado de pepas fue el que originó junto a los barras de Chacarita, los desmanes más grandes en Obras al aire libre. Nosotros lo conocimos pero nunca llegamos a hablar de eso. No nos caía bien, así que nuestros contactos eran los necesarios para pegarle una bolsa y chau. Nos tomábamos el palo. Los pibes del círculo del Dr. Eduardo como el Gato, Rufián, Chiche Alcorta y todos los que van a ver a Defensores también eran chicos que no la habían pasado tan mal. Debe haber sido ya transcurridos los primeros años de los noventa, cuando empezaron a pintar por todos lados los punteros de la villa. Hasta el momento todos los dealers de la ciudad eran pibes del centro. El Gato, revisionista de la drogología, me dice que desde siempre hubo merca en las villas, lo que en realidad pasaba, cuenta siempre, es que no se animaban a subir a la ciudad, que el primo de él y sus amigos desde principios de los ochenta pegaban papelitos en una de las cuevas más pantanosas de William Morris. Filete fue uno de los primeros dealers villeros que conocimos en un barcito cerca de Once, es imposible olvidar su imagen consumida por el pico yendo para el baño a encerrarse con un balde de agua, una goma, una jeringa y un terrón de merca rosa. Cola de escorpión. Todos no preguntábamos como mierda le pegaría ese uranio enriquecido directamente en la sangre. Nos bancábamos todo ese proceso, sentados en una mesa, hasta que al quía le daban ganas de vender. En ese bar que la memoria caprichosa quiere que se llame Dalí tuvimos un lindo bardo con unos chabones de Caballito. Era la época en que nosotros, Los Redondos, estábamos de culo total con los GunsRoses, por esas boludeces que uno ahora le cuesta comprender. Los tipos también venían a pegar al Dalí, yo ya los había un par de veces. Ese día, el pajero que presumía de Axl Roses con una ridícula vincha verde, se puso a bardear, a jetonear de muy mal talante. Decía cuando justo estaban pasando Motorpsico en la radio de Dalí, que los Redondos eran unos putos y que no hacían rocanrrol como los Guns. Cuando se puso demasiado pesado, el Cabra, que las esperas lo ponen un poco más que tenso, le sacudió con una jarra de chop muy pesada al marote. Se pudrió todo hasta que “El Cartero” alto puntero de faso y más o menos dueño del lugar comenzó a los cuetazos limpios. A los dos primeros tiros ya estábamos todos paralizados. El tercer disparo que nunca efectuó es el que me gusta contar una y mil veces. Desde atrás de la barra le apuntó a la cabeza a “Axelrous” mientras con la otra mano iba subiendo al palo el volumen de la radio que –era un tres por uno de la Rock and Pop- después de Motorpsico se enganchaba Vencedores Vencidos. Dicen que nunca más pintaron por el Dalí esos giles. Nosotros tampoco llegamos a hacernos muy amigos del Cartero pero siempre supimos que estuvo y estará de nuestro lado. Una vez me pareció verlo en Villa María, pero no, creo que no era. Me estoy yendo de mambo con esta historia, les había empezado a contar algo acerca de los dealers villeros. Con el paso de los duros noventa se fue haciendo casi una constante la aparición de personajes cada vez más lúmpenes con bolsas cada vez más grandes. Que el Gato opine lo que quiera pero esto en los ochenta no existía. De a poco fueron desapareciendo los dealers cools universitarios, los nenitos de mamá con berretín Scarface y los loquitos artlianos de piel macilenta que fabricaban merca con lo aprendido en las clases de química de la universidad de Lomas de Zamora. No se porqué pero los únicos punteros fieles que no descendían de las más lúgubres villas provenían de La Boca. Durante esos años- hace poco dejé de tomar- conocí a miles de puntas villeros, algunos con mala onda pero por lo general buena gente que hacía el manguito diario vendiendo un par de bolsas para sostener a su familia. Muchos terminaban en cana, había uno que nos cayó muy bien “Coquito” que cuando cayó en Olmos fuimos un par de veces a llevarle cigarrillos. Hasta ese momento, creo que salvo Gerardo que iba seguido a Oculta, acompañado por los cuervitos García Maldonado ninguno de la banda tenía onda de ir a la villa. Los esperábamos en la ciudad. O en ocasiones como dije antes lo esperábamos a Gera. Ahora vamos rumbo a la villa, el Tacuara nos invitó a su casa y ni Rafa, ni Gerardo, ni el Gato le hemos dicho que no. Gerardo quiere comprar unas botellas de wisky pero Tacuara le dice que no, que eso es hacer bandera, no se puede llegar al rancho con nada de valor en la mano asegura. Igual vamos en el bondi con unas petacas de anejo doble w. Tacuara nos dice que bajemos en una esquina que parece el desierto, un desierto de asfalto abandonado y más allá, no muy lejos, lenguas enormes de tierra hecha espeso polvillo y más allá las lucecitas de la villa. Unos pibes parados junto a un árbol que indudablemente están fumándose un faso los saludan a Tacuara. Uno con una voz que no parece no imprimirle amenaza a lo que está diciendo sino recitando códigos autóctonos, le grita que no está bien traer extraños al pago, -Guarda con quien te juntas- es lo que verdaderamente le gritan, Callate culo roto, le responde Tacuara con imponente voz nasal y todos sabemos que no era más que una joda con visos de advertencia y que Tacuara pisa fuerte en la villa. Mientras nos acercamos a las penosas viviendas de chapa empezamos a sentir como en cada una de ellas suena incesantemente, la taquicardia monótona y empalagosa de la cumbia. Es viernes a noche la gente se quiere divertir parece que pensamos todos. Por fin llegamos a lo de Tacuara, ni bien llega busca detrás de la puerta, unos envases vacíos de cerveza y nos dice que si queremos podemos ir a comprar. Juntamos unos mangos y Tacuara pega el grito, Jaqueline!!!. Una nena de doce años, su hermana sale con cinco botella en una bolso de cuerina negra. Ni bien nos sentamos a la mesa Tacuara vuelca tres cascotes para que Rafa los pique. A los primeros virulos ya estamos hasta las pelotas. Es un verdadero veneno el material que suele tener este pibe. Tacuara trae una tele de la pieza y nos ponemos a ver Independiente y Ferro . Rafa hace un largo relato sobre la muerte del Palomo Uzuriaga. ¿Quieren escuchar música? nos dice Tacuara. Alguno de nosotros debe asentir con la cabeza porque ninguno emitió, en verdad, una palabra y sin embargo Jaqueline ya ha depositado un muy lindo grabadorcito sobre la mesa. No era la rockandpop, ni la mega ni ninguna de esas putas radios, no se donde carajo la sintonizó el Rafa lo único que sé es que el muy hijo de puta que se puso a hablar después de que las fanfarrias finales de Todo un palo nos habían echo revivir, fueron las que emitieron la noticia más funesta que hemos escuchado en nuestras vidas y que jamás volveremos a escuchar, la voz decía “confirmado después de suspender las fechas en Córdoba Los Redonditos de Ricota se separaron. Seguía diciendo, mintiendo- porque hasta ese momento nadie había abierto la boca, que tanto la negra Poli y Skay por un lado como el Indio Solari por otro habían confirmado la disolución definitiva de la mítica banda. El Rafa me miró y yo lo miré a Gerardo y al Gato y todos supimos a que tipo exacto de proceso de demolición se estaba sometiendo nuestro interior. Como si nos estuvieran sorbiendo lentamente todo el jugo de nuestros corazones. Esa fue la sensación, unánime. La villa ensombrecida le daba un marco de singular espanto a nuestra nueva tristeza. Ni ganas de seguir tomando nos quedó.

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