Seguí los sucesos por la tele. Con un ojo miraba el felino encrespado en que se había convertido gran parte del pueblo argentino y con el otro observaba lo increíble, lo que nunca quise ver y que sin embargo en los últimos meses tuve la impresión de que no era tan imposible, la ruptura con Skay, la disolución de los Redondos. Todavía en esos días posteriores a la suspensión del recital en Santa Fe y a la caída de De la Rúa hubo algunas posibilidades de subsanar la herida. Mi cabeza se dividía entre la sorprendente insurrección de la alicaída clase media y sus cacerolazos, y el fin de los Redondos. Una enorme energía se liberó de mí al ver los argentinos, al ver a la gente desafiar el estado de sitio. Las imágenes de la tele dejaban ver a medias quienes eran los manifestantes. Los cacerolazos eran el emblema más visible.
Pero la verdadera batalla se libraba en el frente mismo de la casa de Gobierno. Gente que bancaba una batalla cuerpo a cuerpo con los policías que se habían acordonado en torno al bunker presidencial.
En aquellos momentos no me imaginé lo que ahora Saverio, unos de los muchachos que forma parte de los servicios de seguridad del barrio, me acaba de contar. Para mí la gente que resistía en la plaza era una masa anónima, sin definición alguna en su rostro. Algunas agrupaciones de la izquierda, me decía, pero no, no tanto.
Lo que Saverio exaltado me cuenta vuelve emocionarme en estos tiempos difíciles. Se mezcla con las aguas contraépicas de la separación y me producen un quiebre difícil de sostener.
El guardia contratado no hace mucho por los vecinos de Parque Leloir para custodiar el barrio se ha convertido en uno de mis interlocutores preferidos. Un sábado a la tarde, cuando recién entraba a trabajar me encontró en la entrada y se presentó. Dijo que era un fiel seguidor de la banda. Saverio es un chapista caído en los pantanos de la desgracia menemista que no da para nada con el perfil, que al menos tengo yo, de nuestra gente.
Tendría que ver- comienza a contarme y le digo que se deje de joder y me tutee. Saverio me convida un L&M y acompaña sus palabras con el particular humo de esos cigarrillos.
-Jamás imaginé semejante aguante- Me dice. Después de las cinco de la tarde, la cosa se puso fea en serio, se escuchaban tiros por todas partes y se corría el rumor de que había varios muertos; fue en ese momento que muchos se empezaron a rajar, sobre todo los que estaban con su familia. Los únicos que se quedaron en el frente, expuestos a cualquier cosa fueron los motoqueros y los Redondos, era impresionante Indio, ver la cantidad de remeras de los Redondos que ví rugiéndole y sacudiendo piedras contra los milicos. Cuando la acosa se puso más "“vietman”, seguimos allí dándole más duro no como los del PO o la Izquierda Unida que huyeron con la excusa de discutir los pasos a seguir en esas vísperas prerevolucionarias. No, nosotros para nada nos detuvimos seguimos hostigando y hostigando entre balas y balas que nos zumbaban las orejas hasta que vino el helicóptero.
Yo hasta se momento pensaba que los pibes que me encontraba en los recitales no podían involucrarse tan a fondo con algo político. Era de locos ver la cantidad de remeras de Oktubre que vi ese día, Indio todos al frente, mezclados con los motoqueros y algunos barras bravas.
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