2008/10/17

Espejos

Hoy, ni bien me levanté, me miré en el espejo. Hacía muchos años creo, que no me miraba con este tipo de detenimiento ante el espejo. Desde la adolescencia que tengo mis reticencias a los espejos y a las fotografías. Pese a la inmovilidad de la imagen sentí un enorme vértigo de tiempo escurriéndose por sus fisuras como si una música insoportablemente aguda portara, en su esencia sigilosa, la sombra de un remolino de años. Me detuve ante el espejo, no me lave la cara, como casi todos los días, de forma distraída. Hoy me detuve en honda y patética observación reflexiva de mi mismo. Como una Medusa, en un movimiento rápido, incrusté mis ojos en mis ojos, me deposité visualmente en el centro de mi imagen real y me divisé en la lejanía. Me sentí lejos como si los dínamos y la espesura técnica de mí alma no se correspondiera en nada casi con la figura raleada que configuraba y me devolvía el antojadizo espejo. De a poco, enfocando mis ojos como faros de luces huidizas fui centrándome sobre mi mismo, me observaba sostenidamente en la mirada reflejada e inventando un ejercicio de yoga existencial, por medio de pausas en la respiración busqué relajarme. Mi cabeza calva brillaba por efecto de la transpiración, mi barba de tres días se erizaba. Es difícil contemplarse, y llegar a decir con total seguridad este rostro es mío.
Corto las conjeturas de identidad, sus delirantes pasos que pueden conducirme, no diría sin retorno pero si con elevada intensidad a los oscuros callejones de las inmediaciones de la locura. No se puede profundizar sobre imágenes, no se puede conjeturar sobre representaciones, ya lo he aprendido con anterioridad en acabadas lecciones de los maestros de la noche. Con decisión, intentando que mi mente pase a otro tema, con el peine mojado tiré para atrás el pelo que se aglutinaba detrás de las sienes. Me miré por última vez con los ojos entornados en el centro del espejo, por un instante fugaz pero que me dejó una impresión profunda y aterradora, me sentí viejo y a la vez eterno como si vida y muerte fundiendose sobre el eje de una temporalidad totalizadora, fueran tal vez la misma cosa.

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