2008/11/24

Melones averiados

El sábado al mediodía cuando me estaba por poner a hojear un viejo librito de Silo que encontré de casualidad tirado entre antiguos papeles y cuando buena parte de mi sensibilidad de alguna manera se comenzaba a blindar para que algún resto de energía nostálgica no se pegue en mis nervios, llegó de visita mi sobrino.
Cayó junto con dos amigos y unas tiras de asado bajo el brazo. Hacía bastante tiempo que no lo veía ni charlaba con él. Parece que el pibe tiene toda la impronta de un rocker o al menos eso es lo que aparenta con sus destellos de épica urbana sobresalientes en el tono de su voz, en sus gestos y en algunos aspectos de su ropa.
Enseguida nos acomodamos bajo la lengua de sombra que proyectan los tapiales. Después de que yo barrí los restos de cenizas y leños chamuscados pertenecientes al último ágape, uno de los amigos de mi sobrino se puso a encender el carbón en el sector del patio dedicado a este tipo de consumaciones festivas. Los demás, entre los crujidos de las maderas y ramas lamidos por las primeras llamaradas del fuego nos sentamos a un costado de la parrilla a charlar un rato.
A los pocos segundos y empleando un tipo de mirada cargada de reparos me di cuenta que uno de los amigos de mi sobrino lucía, mi impresión paranoica me dictó que con cierta desfachatez desprovista de todo tipo de pruritos, una remera blanca con mi rostro estampado en el centro del pecho. Pese a que eran los amigos de mi sobrino y estabamos podría decir en cierta intimidad de lo cotidiano y familiar verme retratado en el pecho del pibe con esa cara, me incomodaba y me sometía a experimentar sin más vueltas algo parecido a la incomodidad que establece la verguenza. Como pude, saliendo de la maraña de pudor en la que me había comenzado a enredar pude huír hacía adelante y ejercitando el tono inquisidor de un taquero o de un rector de colegio secundario le pregunté quién había sido el descarado que se la había vendido, que si sabía que yo no permito que bajo ningún tipo de circunstancia merquen con mi imagen. En la foto de la remera yo me encontraba como poseído, con los ojos semicerrados y los brazos estirados en una especie de trance o de crispación aleatoria, a mi alrededor las viejas letras moldeadas con plasticota de color que sirvieron para la portada de Gulp enmarcaban la foto dándole un aura de triste santidad propio de las estampitas religiosas llegando por un momento, incluso a traerme reminiscencias de Ceferino Namuncurá.
En primera instancia el pibe se quedó mudo, sopesando mi verdadera intención. Me miraba fijo pero con los ojos extravíados por la confusa situación y llegó un momento en que ya no sabía si ponerse a llorar, reirse o cagarme bien a puteadas. Al final viendo que yo no cedía a revelar los engranajes que ponian en marcha la supuesta broma apenas articuló con un excusatorio lamento infantil que la había comprado en uno de los negocios de la galería Bon Street. Enseguida, viendo que se incomodaba en serio, largue un carcajada y le disipé el mal momento diciéndole que no se preocupara que en realidad me importaban tres carajos lo que podían llegar a hacer con mi cara y que yo también había tajeado mis propinas con el asunto de las remeras de rock cuando laburabamos en el taller de estampado de telas de el hermano de Skay. Les conté algunas anécdotas acuñadas en los lejanos días en que trabajamos en ese lugar. Les conté que de ese taller textil salió la primera lengua stone impresa en una remera argentina, proyecto inicialmente ideado por mí y por el Mufercho y que era una prueba piloto para estampar diseños psicodélicos que nosotros mismos estabamos creando a partir de nuestros dibujos. Nos colgamos hablando de ese tema. Les conté que hacía unos cuantos años que no se veían este tipo de remeras, bah, que nunca había visto tantas. En una época no muy lejana, hará cinco o seis años, a principio de la década del ochenta se vieron muchos estampados con la lengua o con la cara de Jagger y sobre todo abundaban las de grupos heavies que vendian en casi todas las estaciones de tren.
Mi sobrino comentó que aunque ya no le gustaba demasiado la banda, coleccionaba las de Iron Maiden, los dibujos están buenísimos, me dijo. Ahora conseguis remeras de lo que quieras, Jimi Hendrix, Sumo, Janis Joplin, Morrison, me dijeron entusiasmados. Les pregunté si escuchaban a los Doors. Respondieron que sí, que tenían un cassette grabado de Piso 93, el programa del Rafa, y que les parecía una “masa” la banda del Rey Lagarto. Una “masa” volvieron a repetir casi a coro. Me quedé mirándolos en silencio mientras con mis manos salaba un grueso pedazo de vacio, expectante, como si esperara que a partir de algún momento se explayen un poco más sobre el tema que me digan por ejemplo que era lo que los había conmovido tanto de la obra de Jim Morrison. Pero nada de esto que esperaba sucedió, “una masa”, ese calificativo de apariencia contundente y cerrado a todo tipo de filtraciones de la subjetividad era todo lo que tenían para decir en ese momento con respecto a los Doors no debo negar que detrás del neologismo con el cual habían caracterizado a la banda se podía intuir un estrato de verdadera admiración y pasión pero la reseña de sus emociones era de los más precaria y minimalista, “una masa” bastaba para simbolizar todo y a seguir tragueando como hooligans, del pico de la botella nomás.
Me preocupa en cierto modo la brevedad y el estilo acotado con que los chicos comentan y describen lo que les gusta y lo que les apasiona, ya sea una banda de rock, una película o una mina, es algo que vengo percibiendo desde hace un tiempo y que considero como una marca poco esperanzadora de los tiempos que corren y que como si fuera algo normal comenzamos a vivir. Recuerdo ser una catarata de palabras, ante el grupo de amigos, al querer describir por ejemplo la emoción que me transmitía un disco de Van der Graff Generator o de John Mayall y la gente que estaba a mi alrededor también. Arriesgábamos entre otros malabares mentales, los más barrocos conceptos, las más exuberantes aproximaciones a la obra que estabamos analizando y describiendo, creo que llegabamos a estudiar por las noches cada una de las palabras que ibamos a emitir cuando nos encontremos. Sin ir más lejos casi a los cuarenta años me sigue pasando exactamente lo mismo. Ahora con palabrejas como “copado” o “masa” arreglan todo, con extremo despojamiento del lenguaje cierran el caso.
El año pasado discurrimos con Kleiman acerca de la etimología de esta última palabra. Kleiman abogaba por “maza” con “z” o sea que la creía proveniente del efecto y la contundencia de un martillo grande, yo en tren de un neofilólogo consumado en la tranochada Babel de la nocturnidad bahiana, arriesgaba en cambio una posible mutación del portugués “o mais”. En realidad, como en la mayoría de las etimologías que no provienen directamente del latín, del griego o del árabe y que tienen que ver con efectos de una lengua marginal, efímera y de ocasión muchas veces, ninguno tenía fundamentos serios de donde tomarse.
Fui hasta mi habitación para traer un pequeño grabador que conecté con rapidez en el enchufe del patio. Puse “Morrison Hotel”. Mi sobrino me preguntaba acerca de los Doors y yo le agradecía a Rosso su cátedra respecto al tema, recordaba una gran nota escrita para los primeros números de Cerdos & Peces que tuve el honor de leer en su primera versión mecanografiada por el mismo Alfredo antes de que Symnns la publique en su revista.
¿Tomaba mucha pepa, no? me dijo y ahí nomás sentí un enorme pudor de hablar sobre drogas con mi sobrino y sus amigos. Incluso temí, que debido al ámbito relajado que se estaba creando en el patio de mi casa se les ocurra sacar una chala y que pidiendome fuego, la enciendan.
Dicen que sí, pero antes que nada, creía en la poesía en los místicos leía a Blake, a Huxley, a Rimbaud. Si los leen bien cada uno de sus reportajes es una joya de la cultura rock donde el tipo habla como un intelectual consumado de la época teniendo muy claro todas las cuestiones de poder que dominaban la política norteamericana y por ende buena parte del rock más estandarizado y que leído hoy día no ha perdido ninguna vigencia les comenté tratando de cambiar con este bocadillo el eje de la conversación.
Murió jóven, dijo lacónicamente uno de los amigos y recordé enseguida a Alfredo contándome la escena parisina de su muerte, duro como un megalito, explotando en la bañera del hotel, pero no les dije nada. Les llevo como veinte años a estos chicos, podrían ser tranquilamente mis hijos, sin embargo me cuesta y me molesta tomar una actitud paternalista aunque no la puedo evitar. En este caso opté por tomar una de las máscaras más sencillas que encontre en el arcón de los simulacros: “el tío piola”.
Mientras mi sobrino se encontraba hincado batiendo un frasco con chimichurri para esparcirle al vacío, les pregunté si estaban en plan de crotos, señalandole los pantalones con la vista.
Se usan así ,no los viste nunca?. Claro que había visto esos jeans con tremendos tajos en las rodillas. Otra herencia de la estética punk, pensé, que resurge junto a otros avatares de la cultura que creiamos olvidados como el hippismo en el fin de siglo argentino pensé. Pensar que yo a su edad quería ser un crooner elegante con zapatos blancos recien lustrados.
¿Los enteritos no se usan más? Si, lo que pasa es que son muy caros, dijo uno de los amigos, y son exclusivos de los stones. Dijo los stones, con algo de desprecio como si se tratara de algo parecido a una secta, una secta a la cual no quisiera pertenecer por antigua y cerrada. Me quiso dar a entender que no le disgustaba la historieta stone pero que ellos (¿los nuevos ricoteros?) por lo menos así al menos parecian postularse, tenían la cabeza abierta a muchas más cosas. Voy a buscar más birra tío dijo mi sobrino. ¿tenes algunos envases vacíos de Quilmes o de Bieckert? En una hora se habían sacudido cuatro litros de cerveza holandesa que no se bien donde la habían conseguido, la tomaban del pico sin parar de unos envases no retornables de bellísimo diseño de vidrio verde, por un momento me dieron la impresión de ser pequeñas criaturitas sorbiendo un viejo biberón. Me dije para mis adentros que iban, aunque todavía no evidenciaban el mínimo atisbo de ebriedad y que tenían por lo visto cuerda para rato, rumbo a un soberano pedo. Le dí dos botellas vacías que encontré de casualidad arrumbadas y llenas de telaraña y de hojas secas contra el tapial y me miró como diciéndome que eran pocas. Aguanten la mecha, les dije y me salió sin querer, como si estuviera agazapado en mi interior desde que llegaron el padre cuida. No te preocupes tío que esta todo bien.
Los chicos chupan como hooligans. Como cosacos. No paran nunca una vez que largan. Sorprenderme con esto despues de ver tantos curdas en mi vida me resulta paradójico, pero me llama la atención esta forma maratónica de beber, automática y maquinal aunque no exenta de algún tipo de pasión y sentimiento. Uno estaba como yo, hablo de un tipo de cuarenta años con un detallado plano del infierno en su chaqueta y con un poder de observación donde se entrecruzan varias disciplinas, acostumbrado a un cúmulo diferenciado y distinguible de los distintos tipos de cecator que habitan este mundo, pese a que en el fondo todos terminan por conformar una única imagen. Acuden a mi memoria los situados en el borde extremo de la noche, los que estan a punto de caer del otro lado del telón. Extiendo sobre un improvisado atril de la mente un breve catálogo de dipsomanos irredentos, de choborras que el tiempo fue marcando creo yo como paradigmas. De un vistazo me encuentro con el bebedor de wiskey recorto su figura en la la noche desvelada de algún bar céntrico, donde noche a noche sin faltar nunca a la cita, trata de borrar todo rastro de ansiedad existencial a fuerza de vaciar botellas y botellas de smugglers, white horses y criadores con la vista cruzando la barra para estamparse contra la hilera de botellas de la pared; el curda de vino que después del laburo para y se toma unas cuantas cacoletas en el bar para rematarla con dos trolis de Rojo Trapal en la casa escuchando La Danza de la Fortuna y después entregarse vencido al vacio lustral del sueño sobre el desvencijado tálamo conyugal con el universo detenido en el pase de magia de la manipulación etílica, el loco ginebrero que duerme con el porrón de Bols bajo la almohada y supone que cada trago es el antídoto perfecto para ese miedo que se acrecienta y que en definitiva no es más que la música tenebrosa del deliriums al que lo esta sometiendo, de la misma manera que el laberinto negro de la vida, el mismo y torturador escabio. La fauna es infinita y cada especie tiene su particularidad multiplicada por cada una de las mañas individuales de cada uno de los bebedores. Ahora que los tengo presentes se me ocurre agregar una nueva clasificación, la de estos pibes que toman cerveza como si se tratara de un deporte de resistencia o si lo miramos mejor, digo con algun tipo de pauta de orden metafísica con una indolencia milenaria de lamas tibetanos como si bebieran agua de deshielo de alguna vertiente del Himalaya para purificarse no se sabe bien de qué pero sospecho que entre otras cosas de las oxidaciones de la cultura en que están insertos y que desde hace años huele a podrido y con muy poco que ofrecer.
Arrancamos con el asado y ya liquidadas otra vez las últimas cervezas que compraron siguen, sirviendose con naturalidad, con mi damajuana de vino seleccionado, les digo que como decía el Negro Olmedo no hace bien mezclar distintos tipos de bebida y hacen caso omiso a lo que les digo, mandándose un trago interminable de borgoña salteño que les deja parte de la boca teñida de un fuerte color violaceo convirtiendolos por un instantes en una suerte de graciosos payasitos.
Me preguntan si es verdad que los Redonditos somos fanáticos del fernet, que así lo leyeron en una supuesta Historia de Patricio Rey que salió no hace mucho con forma de dossier en la revista Rock’nPop.
Sí, donde dice que empiezan a tomarlo con coca, después con agua y al final inmaculadamente puro, recita de memoria uno de los amigos de mi sobrino como si estuviera dando una lección.
Camino hacia el fondo del patio dándole la espalda, buscando dentro de mi mente la inpiración necesaria para salir airoso con alguna respuesta canchera. Los pibes me miran, los noto especialmente expectantes, esta vez esperando una respuesta de orden alquímica o religiosa de mi parte que confirme la famosa teoría del fernet.
Son boludeces que publican por ahí como siempre, les respondo. La verdad solo tomo unos dedos de fernet cuando me duele el estomago, les miento, hay que tener cuidado con el fernet porque contiene absenta, el mismo germen de la locura, que tenía el pernod, aquella bebida maldita que mando al carajo mental a más de un desprevenido o flojito les digo.
Indudablemente se sienten defraudados con lo que les digo, ellos necesitan un mito. Me dicen que a raíz de ese dato aparecido en la revista han probado el fernet. Nos costó encontrar un bar que tuviera alguna botella y cuando lo encontramos el tipo nos miró como a extraterrestres cuando le pedimos que nos llene el vaso solo con un poco de soda. Esto se toma de a poco, un chorrito con Cinzano pero no les ha gustado mucho a no ser con bastante coca. Siguen tomando vino. Intento recomponer la situación trayendo un cassette donde tengo grabada dos canciones, que si todo va viento en popa formarán parte del próximo disco. Anuncio tal cosa y los chicos se prenden otra vez, se miran entre ellos como constatando un momento privilegiado que les toca vivir. Escuchamos “Maldición va a ser un día hermoso” y “Esa estrella era mi lujo”. Les explico que “Maldición...” es un viejo tema que hemos remozado para la ocasión, les gusta, me preguntan por la letra, en realidad la pregunta se refiere a mi forma de escribir en general, preguntan como metáforas tan rebuscadas y originales entran en los acordes de un simple rocknroll. De “Esa estrella...” los sorprende el fraseo final “bien tanguero, viste” dicen y se codean entre ellos. Piden que las volvamos a escuchar. Me cuentan que están por armar una banda, que por ahora tienen una guitarra, un bajo y el nombre. “Los Melones Averiados” así pretenden llamarse. Me gusta el nombre, melón por cabeza siempre me gustó. Dicen a coro, entremezclando y superponiendo sus voces que aunque están aprendiendo a tocar ya tienen un par de temas a medio terminar y que su máxima influencia son los Redondos. Les prometo que les voy a conseguir un par de bafles y una consola y deliran de alegría. Pongo “Strange Days”, los pibes se recuestan al sol, el escabio manda su efecto down. Los miro y pienso que así deben ser las camadas nuevas de pibes que nos vienen a ver, una mezcla rara de inocencia y empleo de usos degenerados y excesivos de los elixires y emolientes de la botica del Tártaro. Cargados de pasión y rellenando el vacío con el viejo panteón del rock.
¿Es posible que las nuevas generaciones se conmuevan con la misma iconografía sagrada con que se conmovió buena parte de mi generación como puede ser que los Doors, Joplin, Hendrix, los Clash sigan extendiendo sus alas de ángeles juveniles a través del tiempo?
¿No hubo ninguna renovación? ¿Todavía seguimos fagocitando la primigenia cultura del rock? ¿Hasta cuando? ¿No estamos a punto de terminar de desangrarla si es que ya no le queda una puta dosis de hemoglobina para darnos sobre la camilla de tranfusión? Al parecer algún resto de vitalidad le queda por ahí guardada si no estos chicos y sus sueños no serian posibles, algún resto escondido de barbotante luminosidad y placer encanutado en su campera debe traer el pasado, espero que lo sepamos consumir bien esta vez y que de alguna forma lo regeneremos y los multipliquemos con novedades del futuro hasta darle un nuevo rostro que nos escupa.
Me quedo pensando en lo que dijeron con respecto los Redondos eso de que vendríamos a ser los buenos de la película. Entonces la película sería la movida rock argentina y del lado de los malos estarían Soda Stereo, Los Enanitos Verdes, Los Pericos, Los Fabulosos Cadillac (los odian a todos, me cantaron una canción que me alarmó: “Comisario, comisario/ cuantos años me va a dar/ por matar a un perico/ por matar a un ska”). No soportan su pose pelotuda, su insostenible imagen importada del imaginario de quien sabe de que absurda fantasía de la cultura pop, no los representan en nada.
Mientras se van desperazando para irse, los contemplo, el alcohol les ha bajado y sienten sueño y algo de hambre. Les digo que deberían llegar a sus casas darse un baño y acostarse tranqui escuchando un buen disco de blues. Pero sin escucharme ya están armando planes para continuar la noche, ya se estan citando en un nuevo bar donde dentro de menos de una hora arrancarán otra vez con cataratas de cerveza.

Desde el Piso 93

Hacía un tiempo bastante prolongado que no me encontraba cara a cara con el Rafa Hernández, hablamos sí algunas veces por teléfono o nos hemos mandado mensajes a través de nuestros nómades amigos en común, pero hacía rato que nos nos veiamos las caras. Creo que la última vez que lo ví fue unos pocos segundos en las puertas de Airport a la salida de uno de nuestros shows donde apenas nos dimos un abrazo para cada cual por su camino continuar con su rumbo.
Hace unos días me lo choqué de casualidad a la salida del dpto. de Gustavo Gauvry mientras el Rafa caminaba para la radio y yo terminaba de acordar con Gustavo las nuevas fechas de grabación en Del Cielito. Allí fue que entre charlas atrasadas por el tiempo, diálogos retomados desde algún punto perdido de la noche sin perder su tono original como si no se hubiera visto interrumpida en ningún momento y donde en este caso continuámos analizando algunos aspectos de la mística compositiva de los Travelling, me invitó a su programa haciendo extensible por suspuesto la invitación a Skay y los demás chicos que por estos dias están tocando en la banda.
Así que el domingo a las 9 de la noche partimos para la RocknPop con Skay y el resto de la banda.
El Rafa nos esperaba con su elegancia habitual de anfitrión y como cada vez que los hemos visitado con algunas delicadas vituallas de origen chino y mejor que esto aún a un costado de la mesa de transmición una verdadera licorería solo apta para paladares e higados exquisitos. Llegamos demasiado temprano y escuchamos el final del programa anterior “London Calling” leí que se llamaba en un cartel pegado en la puerta donde unos pibes vestidos totalmente de negro hablaban de Depeche Mode como si de los Beatles se tratara. Por suerte enseguida se hizo la hora de comenzar el programa. El Rafa es un gran conductor radial, de la escuela del peruano Guerrero Martineitz, inteligencia, seducción en la palabra y una extraña serenidad revolucionaria que parte del centro de su voz y se instala en todo el ámbito cerebral de quien lo escucha con atención. Tiene la enorme capacidad de citar a Artaud o a Nietzche sin que se le mueva un pelo como si de algo cotidiano se tratará, igual que si estuviera dejando escapar las verdades mas obvias que conciernen a este mundo y no sentencias y expresiones, aforismos y epigramas que van provocando una pequeña fisura en la capa mas delgada que envuelve al mundo y creando bellas urticarias en las subjetividades de quienes las escuchan. Creo que allí, en su naturalidad de freak, radica el gran secreto de su magia.
Cada vez que nos invita a su programa el Rafa nos conmina de antemano para que traigamos buena parte de la música que nos gusta, los viejos discos clásicos del rock donde Skay o yo resaltaremos algún tema olvidado de Elvis o de Chuck Berry, alguna perla inédita de Zeppelín algún vivo de Hendrix que hemos conseguido a través de los amigos viajeros o cosas que estamos escuchando en ese momento como bandas inglesas o americanas no tan conocidas que uno tiene el oficio satisfactorio de investigar . Esa, la de amenizar la velada con nuestros gaiteros preferidos es casi siempre la gran excusa para venir con gusto al programa. El Rafa nos suele presentar como grandes pedagogos de lo que llamamos buen rock. Esta tarde antes de venir al programa y tratando de ser dignos del mote honorifico con que nuestro amigo nos condecoró, me pase buena parte del domingo buscando discos y cassettes con canciones que sorprendan a los pibes de las nuevas generaciones. Renegué y puteé hasta el infinito cuando no encontraba lo que buscaba como la cinta de “The Pirats” con “El Blues de la Vaca Lechera” y “Oro y plata” de Bono Vox. Al fin aparecieron. Skay también trajo lo suyo. Pareciamos dos adolescentes con sendas pilas de discos bajo el brazo. Habíamos quedado que para no repetir los discos que traeríamos a la radio yo me dedicaria a seleccionar a los americanos y Skay a los ingleses pero después de un largo trajín selectivo mi selección terminó incluyendo a una verdadera legión extranjera del rocanroll. Tuve la premisa de buscar cosas que habitualmente o casi nunca pasan en la RocknPop, en realidad no las podrían pasar porque no las tienen, salvo algunas rarezas que Lalo o Boby Flores traigan de su colección particular, en la radio salvo escasas excepciones y eso que esta es una de las emisoras más dedicadas al rock están los discos que por estos días están en todos lados, el rocanrol más estandarizado del planeta, por eso es que nos gusta mucho venir a mostrar canciones desconocidas. A veces creo que nos atrae mucho más eso, la excusa de venir a escuchar buena música con un viejo amigo como el Rafa que a hablar del próximo disco de los Redonditos.
Le prometí al Rafa que le llevaría algunas tomas de lo que será nuestro próximo disco, a decir verdad las últimas tomas de consola que Gauvry autorizó, solo para mostrar en círculos íntimos: “Un Pac-Man en el Savoy”, “Esa estrella era mi lujo”, “El Sniffer” y “Ropa Sucia”. Piso 93 tuvo la exclusividad. La charla con el Rafa fue como siempre de los más cordial y distendida como si nos encontraramos en una de las mesas del Británico. Nada de solemnidades ni rigideces. Como siempre gasté mi lengua en miles de palabras, arriesgando conceptos, intentando ser la voz de Patricio Rey para explicar las posturas sobresalientes de la banda. El Rafa estoqueaba con su florete verbal a Skay y a Semilla por que hasta ese momento no habían emitido una sola palabra. Son así de callados los chicos, Skay puede pasar horas y horas en aguda contemplación auditiva de los que dicen los demás. Se deja estar sobre la base de su silencio sin dar más opiniones que unas significativas inclinaciones de cabeza ora hacia adelante ora hacia sus costados, todo esto acompañado de una gama de fruncimientos de labios y de párpados que, los que desde hace años estamos cerca de él, ya creemos haber decodificado como la gramática central de su particular idioma. Cuando interviene siempre es para poner las palabras un poco más allá, igual que si portara en la punta de su lengua el son de unas raras y encendidas sentencias étereas. Mudras que levitan desde su sangre rocker. Siempre tuve la sensación de que Skay es el “escuchado” del que habla Yupanqui, esa especie de gurú de las tribus del norte, que se pasaba el día entero en silencio escuchando con atención distraída los dialogos de la tribu para temporalmente reunirlos y mientras bebía chicha, soltar todas las impresiones que las voces le habían causado, una especie de chamán o de psicologo de las comunidades indígenas intentando perfeccionar la interrelaciones humanas y cosmogónicas de quienes la componen. Anoche por ejemplo estuvimos un buen rato con el Rafa hablando del crecimiento del público. Nos preguntaba si pensabamos aprovechar como Soda Stereo para salir de gira por Latinoamérica a mostrar lo nuestro. Mientras yo le respondía con una negativa insulsa y previsible para el que nos conoce Skay soltó sus primeras palabras magistrales, con todo el encanto de un extraterrestre enamorado dijo dirigiendose simbolicamente a los pibes que escuchaban la radio, que no había ningún interés en salir a tocar afuera del país: “La gira es hoy, acá y para ustedes...”

Del Cielito y del infiernito Record

Los síntomas del agotamiento se reflejan en todo el cuerpo, un cansancio por momentos diría de orden venenoso que en mí particularmente se manifiesta a través de unas imponentes ojeras color terracota y en una variación terrible del estrés que amenaza con convertirme, de un momento a otro, en un ser, diríamos, intratable. Hoy, si todo sale como debiera salir y no tenemos que volver a retocar nada, es la última jornada que pasamos en los estudios “Del Cielito”. El trámite de la grabación, sobre todo la generación constante de dilemas de órden técnico me pone, de verdad, muy tenso. Nadie se atrave a decirme en la cara que soy un hinchapelotas con todas estas cuestiones que tienen que ver con el sonido, pero se que en realidad todos y cada uno de los que me acompañan en esta empresa lo piensan. Todos, desde Gauvry hasta el Soldado pasando por la piba que le pasa una franela a los vidrios de la sala, preferirian a un tipo más aggiornado al tono voluble de estos días pero me tienen a mí un obsesivo constante en eso de encontrar la supuesta perfección en los lineamientos operativos del disco que no es otra cosa que la forma incondicional de mis caprichos, mi esencia imperturbable y mi obsecada forma de ver las cosas.¿Acaso debo explicarles que no conozco otra forma de actuar dentro de un set de grabación que esta la de hacer una marca personal a todos los posibles errores, que se acabó para siempre la murga posesa de años anteriores donde eramos capaces de tocar con una sopapa y un balde?¿Qué quieren que sea un músico displicente que deja que el operador haga lo que quiera, que imponga el sonidito mainstream de moda de la mierda que se escucha todos los dias por la radio?.Nadie dice nada pero se que les empieza a doler el hígado cuando comienzo a objetar aquello que me parece no salió como lo había pensado. Hoy fue un día atípico de grabación, veníamos medio a mal traer con Gauvry porque no llegaba a captar del todo nuestra idea original, esa que nosotros tampoco sabiamos exponer del todo bien me parece, digo con la claridad tal que se necesita para que alguien responda de modo casi empático a lo que se requiere con tanta demanda. Con Skay pensabamos que Gustavo no llegaría nunca a plasmar del todo lo que queríamos, a lograr esa estridencia fresca y a la vez sofisticada que creemos es el sello particular de la banda por estos días y lo que nos interesa sobremanera que quede reflejado en el disco. Solo le pedíamos que la grabación salga mas o menos como el vivo, pero no había caso que Gustavo de en la tecla, que encuentre el rumbo de lo que le solicitabamos. Pese a todos estos inconvenientes y desencuentros nunca dejo de existir una suerte de confianza hacia el operador, yo notaba que el tipo estaba en camino de entendernos y que con extrema concentración buscaba, aunque no obtenía resultados inmediatos satisfacer nuestra demanda. Es que Gauvry como yo, tiene sus vueltas y nos mostraba cosas que no nos convencían del todo como si estuviera experimentando algo raro. Metia demasiado atrás a las guitarras por momentos también ocultaba la voz. Pero al final encontró el rumbo deseado y nos sorprendió pelando una construcción de original identidad sonora que nos gustó, sí podría decir tranquilo, que nos gustó mucho. Cuando activando unas cintas desde el tablero de control nos presentó como había quedado finalmente “Un Héroe del Wisky” Skay me miró entre sorprendido y fascinado como diciendo- Ahí esta carajo, ahí está lo que estabamos pretendiendo. Nos distendimos un poco con el logro de Gauvry aunque igual nos carcomia la ansiedad de ver como había quedado finalmente el resto del material que habíamos grabado.
En “Del Cielito” hay un parquecito muy lindo, así que fuimos un rato a tirarnos al pasto, ha recostarnos sobre la hierba para ver si la madre naturaleza nos traía un poco de paz. Le comenté a Walter (estamos obsesos con el tema de la grabación como si nada más sucediera en este mundo) que el “Never bollock...” de los Sex Pistols pese a la vieja leyenda punk que dice más o menos que Sid Vicius tocó el bajo con los pelos del culo es uno de los discos más trabajados de la historia del rock con más de seis pistas de guitarras superpuestas. Es mentira el mito de su frescura caótica. No dejan nada librado a la espontaneidad los ingleses. Entre duras pitadas a un Marlboro Skay me hizo ver que le gusta el laburo que se está consolidando en manos de Gauvry. Cuanto hace que no veía a Skay al sol y rodeado de pasto. Se desplazaba por el jardín de Del Cielito Records como un duende nervioso buscando quien sabe qué nueva inspiración para la fumaringa de genios oscuros que habitan dentro del órgano vital de su guitarra. Poli quiso que el momento quede registrado para la posteridad y sacó unas fotos de todos nosotros posando en uno de los banco de plaza que hay en el jardín. Cuando volvimos a entrar a la sala, Gustavo nos hizo escuchar lo que faltaba y nos dijo que si me parecía bien quería una toma más de la voz para “Nuestro amo juega al esclavo” y “Rock para los dientes”. Me concentre y entre sorbos de fernet natural apenas rebajado con un toque de coca sin gas puse a punto el garguero. Mientras canté “Nuestro amo...” fueron surgiendo de mi mente, nítidas imágenes de una ciudad sitiada, al estilo del Buenos Aires de El Eternauta pero, sin los blancos y negros de Solano López sino cargada de mórbidos colores y desmesuras edilicias como las que se hallan en la novelas de Ballard y rostros, muchos rostros sufrientes que me acaloraban el pecho de severas angustias. No bien terminé de cantar, Semilla y Skay se arrimaron y me palmearon en la espalda un poco en señal de aprobación y otro poco tratando de apuntalar al cantante que ya no puede con sus nervios y que si lo siguen jodiendo sus propias exigencias lo van a mandar a la sima de un pozo depresivo. A los pocos minutos, en los que pude lograr oxigenar bastante los pulmones, largué con el arrebato verbal de “El Sniffer”. Se me ocurrió que quedaría bien el sonido de un buen nariguetazo antes de empezar. Me acerqué al micrófono y simulé un violento sonido snifal. Semilla y Dawi miraban desconcertados desde el otro lado del vidrio.

El gnomo peludo del peronismo

Pupeto iba a la mano de Angeloz y yo a la del gnomo. La derrota implicaba cocinar un cordero a la cerveza negra, ese manjar que nos enloquece y que según el sátrapa de Symns, nos gusta porque tiene la textura y el sabor de la carne humana. Así que ya debe estar el bueno de Pupeto inyectando con una jeringa el licor de lúpulo en las fibras para que se vaya macerando la pequeña oveja.
Durante todo el domingo estuvimos dedicados exclusivamente a ensayar y a concluir por darle forma definitiva a los temas nuevos. Aceitarle los engranajes y disiparle los fantasmas que enredan sus piernas a esa tarea nos abocamos. Un pacman en el Savoy terminó por ensamblarse y también terminamos por encotrarle el pulso preciso a la gravedad solemne de Ropa Sucia. De vez en cuando parabamos a tomarnos una cerveza entre tema y tema. Alguno se iba hasta la radio y pegaba la oreja un rato sobre el pequeño aparatito para traer noticias de cómo iba el escrutinio de las nuevas elecciones presidenciales que se estaban desarrollando en todo el país. Nadie, ninguno de nosotros estaba muy entusiasmado por este asunto, esa es la pura verdad. Si bien todos gozamos de los nuevos aires democráticos, en especial de la desarticulación de uno de los más grandes aparatos represivos que supo poner en marcha el estado en todos estos años de historia, ninguno de los integrantes de la banda esta embanderado detrás de algún partido y ninguno deseaba que gane algún candidato en especial más allá de las apuestas. Para todos los que conformamos los Redonditos nuestro unico candidato es el innominado y nunca bien ponderado Patricio Rey presidente consuetudinario de la grey heroica y monarca indiscutido de estas tierras, pero por diversos motivos, sobre todo por cuestiones más bien absurdas a casi todos nos atrae la figura del caudillo riojano. Sus hirsutas patillas, su estampa anacrónica y ridícula, su discurso populista rayano por momentos en lo meramente cómico nos ha caido en gracia. Particularmente me lleva hacia él cierto brillo maldito que se desprende de su personalidad y se vuelca sobre la inmaculada porcelana de las categorías bienpensantes argentinas. Veo que su persona produce un rechazo que va más allá del consabido gorilismo antiperonista enquistado en los tradicionales sectores altos y medios, en las gordas de Pilar, en los profesionales de Palermo sensible, en el catenaccio social que conforman las elites nacionales para que ningún desangelado se les cuele por el pasillo. Toda esa risa rubia escandalizada por la sola candidatura del gnomo peludo del peronismo. Se y no lo ignoro, me lo han contado viejos amigos que han apostado sus vidas a dar el salto en estas cuestiones del poder político que al gnomo lo bancan desde lo económico grupos muy diversos. La fracción más cuestionada de los viejos popes de Montoneros, sectores ultraconservadores de la Iglesia y sobre todo echando por tierra de antemano cualquier intención de carácter popular que pueda asumir el nuevo gobierno, los Bunge y Born. Cualquier cosa. Como era de esperar, nada bueno. Nada nuevo bajo el sol.

El Crack y la Parabellum

Skay estrenó guitarra nueva, dice que suena parecida a la que Hendrix utilizó en la grabación de “Gipsy Band”. Anoche en el ensayo pulimos algunos detalles de “El Crack”, un roquito bien nuestro que creo, se las trae. Entre los dos decidimos que de los caminos posibles que tenía para terminar de ser ensamblado tomaramos por el más ortodoxo, a la hora de las guitarras hicimos que ruede como debe rodar un verdadero rock clásico. Skay dice que tiene un swing hilarante propio de las primitivas bandas de sonido de las películas mudas. Supongo que se refiere a esas composiciones veloces y zumbonas que acompañaban los gags de Buster Keaton y Chaplin. Desde que grabamos Gulp! que no lo veo a Skay divertirse tanto con un tema. Se copa de una manera increíble cantando el estribillo, también se engancha mucho con lo que el denominó coro de chanchos en “Héroe del Whisky”.
Quiero que “El Crack” abra el disco, me gusta el riff trapero que tiene la introducción, me da la sensación de que anticipa muy bien la identidad general que contiene toda la nueva producción. Durante las últimas noches estuve pensando en esto, tratando de abarcar el tono del sonido general que va a tener o debería tener la nueva placa esforzandome en buscar puntos en común entre un tema y otro, tratando de ver por donde comienza a homogeneizarse o a lograr un concepto sonoro que de algún modo entrelace la totalidad de las canciones. Si bien esto es algo que no juega del todo en el orden de lo conciente si no que va la de la mano de los últimos golpes del ingenio compositivo creo que está bien intentarle darle un rumbo general a la placa algo así como dejando en claro que todas las piezas son hijas de un mismo padre. Después de esta primera etapa de grabación donde apenas hemos dadas por concluidas algunas bases y donde en general hemos tocados todos juntos como si lo estuviéramos haciendo en vivo veo a lo que será el nuevo disco más sucio y meandroso de lo que fue “Un Baión…” que era si se quiere como más prolijo. Lo nuevo tiene un toque más artesanal que se caracteriza por cierta mugre elegante, cierta intimidad rockeada que quisimos preservar. Esto lo sabe bien Gauvry.
Después de “El Crack” ensayamos “La Parabellum”, un tema que apresuramos a estrenar no me acuerdo si en Airport o Satisfaction y que en aquella ocasión nos quedó un poco diría desmañado o inarticulado como si le faltara amalgamar algo todavía en sus entrañas de canción pero que es potencialmente uno de los puntos más fuertes del nuevo trabajo.
Kleiman no recordaba que alguna vez le conte que papá tuvo una armería y que allí tuve la posibilidad de empuñar todo tipo de caño habido y por haber de entre el pequeño arsenal que allí se encontraba desde precarios matagatos que algunos paisanos traian para reparar hasta deslumbrantes Mágnum y alguna que otra Lugger. Por eso me preguntaba en que novela de Chandler o Hammet se me había pegado el nombre de la máquina. Suena bien “Parabellum”, es muy sugerente para el que no sabe que es un arma, me dijo con el misterio rampante que siempre dejan sus palabras. Skay nos dejó con la boca abierta con el solo que peló para este tema.

Radio City

Viajamos a Mar del Plata para hacer unas fechas en el Radio City, un viejo cine devenido sala de conciertos situado a pocos metros de la peatonal San Martín con capacidad para una quinientas personas y donde realizaremos fechas doble o sea dos conciertos por noche uno a tras de otro, así que ya estoy estudiando como administrar bien el container de adrenalina que se acumula en mis fuentes de almacenamiento emocional.
Es acogedor el ámbito de la ciudad fuera de la temporada de verano, salvo una serie seleccionada de turistas con más ansias probar suerte en el casino que de paseo al aire libre Mar del Plata esta totalmente descongestionada de las multitudinarias muchedumbres estivales. El frío marino invadiendolo todo, el viento azotando con su carga de maderamen de naufragio y yodo resaltan su aspecto de metropoli abandonada.
En el bolso traje algunos libros. Baudrillard, Mc Luhan y “La naranja mecánica”, la novelita de Antonhy Burguess editada por el sello Minotauro que hizo famosa Stanley Kubrick con su extraordinaria versión cinematográfica, un libro que siempre tuve ganas de leer a pesar de saber que no es superior a lo realizado por Kubrick.
Espero no tener que lidiar demasiado con los detalles técnicos referentes al sonido cuando lleguemos al Radio City. Me pongo de pésimo humor cuando empiezan a joderme la vida con que los Marshall saturan y todas esas cuestiones que están fuera de mi alcance. En ese aspecto le echo el fardo a Skay que esta más metido en la cosa. No quiere decir que no exija, si hay algo que me rompe las pelotas en estos últimos tiempos es tocar con equipos de mierda que te hacen sonar como el culo. En el auto, mientras viajabamos pude hincarle el ojo a “La naranja mecánica”. Después de un par de párrafos recorde que el argot que utilizan los personajes,el NASDAT una mezcla de ruso, eslavo con variaciones del propio Burgess, que dan por resultado curiosos neologismos, los mismos que utilizaron Los Violadores en “Ultraviolento”. Me quedé pensando, tratando de disecar el componente humano de las huestes de Pil Trafa y Stuka. Como últimamente me he dedicado a desentrañar quienes nos vienen a ver, hago lo mismo con las demás bandas. Si me hubieran preguntado rápido hubiera dicho que no existen grandes diferencias entre los chicos van a ver a Los Violadores y los nuestros pero hilando más fino con gran orgullo llegué a la conclusión que nuestras bandas sugieren un misterio cargado de ansiedades elegantes que los poppunk no poseen.

El Mono es Goya

Rocambole trajo las muestras de lo que será el arte de tapa. Con sumo cuidado extrajo de adentro un tubo de cartón qque parecía un curioso catalejo las muestras y depositó las pinturas sobre la mesa para que le demos la primera ojeada. La réplica de el fusilamiento -“Los fusilamientos del 3 de marzo” ,me corrige el Mono- de Goya es casi exacta a la que yo recuerdo del original. Le pregunté si había trabajado sobre una reproducción o lo había pintado; me respondió que un poco y un poco. El detalle fundamental de la obra de Rocambole, lo que le da originalidad y la hace verdaderamente suya está dado en las personas que conforman el pelotón de fusilamiento, ya que no son como en el cuadro de Goya soldados franceses los que apuntan con sus mosquetes sino enfermeras, tradicionales enfermeras de delantal blanco y crucecita roja.
Mientras buscaba halagos para el Mono y mientras evaluaba que tipo de impacto podía tener una pintura clásica como presentación y como envase de un disco de rock, buscando ese tiempo que sabría correría rápido para despejar mínimas dudas y aceptar la obra, comenzamos a hablar de Goya. Coincidimos en el terrible sensación que nos habían causado y que nos sigue causando como si hubieran sido pintadas ayer las Figuras negras de la quinta del Sordo, esa serie de colosal factura que viene a mi mente cada vez que se nombra al pintor español.
Esos rostros me persiguieron durante toda la juventud- dijo el Mono. Me preguntó si conocía la serie de aguafuertes humorísticas y satíricas llamadas “Los caprichos”. Le contesté que no y prometió acercarme un libro donde se hallan recopiladas. Encendí un cigarrillo y como no podía ser de otro modo repetí aquello de “El sueño de la razón engrendra monstruos”. Con esa cita y con un trago de un güisqui recien servido busqué más inspiración para la crítica.
Noté una vez más que El Mono estaba en el incómodo lugar del artista que espera que evalúen su obra. Pese a su aplomo característico y a la seguridad que le da saberse absolutamente empático con respecto nuestras canciones y a nuestros personales conceptos en tanto al trabajo de rockers. El Mono se rascaba los brazos con cierto nerviosismo esperando que yo hablara. Creo que esta vez no estaba tan seguro de su obra de que realmente me hubiera gustado y esperaba que yo largue mi primera objeción. Se ve que tenía preparado otros caminos otras posibilidades alternativas en cuanto las premisas que yo le había impartido. Pero nada de eso iba a ocurrir puesto que la idea que había de terminado de plasmar el Mono me parecía lujosa en el mejor de los sentidos Por eso temí que una simple aprobación de la obra, fuera una pobre manifestación de que me había gustado.
Bang!!! Bang!!! Estás liquidado…
Las onomatopeyas de los disparos hicieron reír al Mono.
No te rías que ese va a ser el nombre del disco, se me acaba de ocurrir.
Al Mono le pareció que sonaba de puta madre. Nos pareció que “Fusilados por la Cruz Roja” era un tanto redundante con respecto a la tapa. Igualmente “Fusilados... es un buen título, tenés que agendarlo para alguna otra cosa - sugirió el Mono.
Le contesté que ya tenía medio masticado un regaee raro con ese título que por cuestiones varias no iba a ser de la partida en este disco.
Igual que Mariposa Pontiac- se quejó el Mono- Cuando se van a dignar en grabar lo que es ya un himno- prosiguió.
Le dije que llame a Skay y a Poli para que se vengan a tomar unos tragos mientras disfrutamos de la nueva tapa. Mientras discaba el número de Skay me mostraba algunos bocetos que desarrollaban “Olor a tigre”, el primer título tentativo. La ciudad es idéntica a la que imagino en “Nuestro Amo juega al esclavo”. Enseguida llegó Skay acompañado de Poli y de Francesco Branca. El Mono enseguida fichó las etiquetas a las botellas. Hace unos días tomé en un bolichito de Corrientes un fernet que no era Branca y casi lo escupo. Cynar parecía. Skay le pregunta si el tipo de la tapa es Sherlock Holmes. No, soy yo después de chorearme un perramus en Gath &Chavez.

Finalmente Obras

Preparo más café. Sobre la mesa un volumen boca abajo de “Las palabras y las cosas”. Intento rememorar el párrafo de Borges que inspiró a Foucault: “ los animales se dividen en a) pertenecientes al Emperador b) Embalsamados c) amaestrados d)lechones e) sirenas f)fabulosos g)perros sueltos h)incluidos en esta clasificación i) que se agitan como locos j) innumerables k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello e) etcétera m) que acaban de romper el jarrón n) que de lejos parecen moscas”. Selecciono entre las posibilidades. Me gusta f) y g) , me divierte m). Miro el reloj y me digo que Poli ya tiene que estar por volver. Skay me mira desde la cocina, lejano, estudiando las funciones de su nuevo doble cassettera mientras bebe una cerveza.
Según lo pautado hasta el momento con la gente de Obras solo quedarían detalles mínimos que pulir, eso es lo que yo hablé con ellos, no habría ningún inconveniente serio, nada que no se pueda solucionar. Sin embargo estoy ansioso por la llegada de Poli. Quiero que llegue lo antes posible para que nos confirme que está definitivamente sellado el trato, firmado el contrato y decididas las fechas de las presentaciones. La Negra es la que mejor defiende los intereses de los Redonditos. La que tiene el pulso justo para debatirse entre los empresarios del espectáculo. Si vamos con Skay los tipos sin querer se sienten intimidados con nuestras presencias y huyen hacia delante tratando de ganarte terreno.
Cae Poli. Su entrañable sonrisa, la bayoneta reluciente de su dentadura cada vez que las cosas salen bien ilumina todo el living. Con un adusto gesto triunfal me dice que lo llame a Rocambole para que comience a bocetar las entradas para Obras. Tocaremos en Obras ladren lo que ladren los demás. Después de beber unos apurados tragos de fernet Poli que parece una cobra en celo abrazada a Skay, me dice que el 2 y 3 de diciembre a las 22 horas.
¿Cuanta gente entra al final?
3000 - me dice barriendo con todo el interior de su vaso.
Se apoltrona en el sillón y quiebra su cuello hacia el respaldo. Por una milésima de segundo una suerte de terror me invade por completo. Pero se que no nos abandonarán. Poli hace su reflexión acerca de que es transar y no transar. Con un oído le presto atención para terminar de redondear la idea, con el otro escucho la multitud de pibes marchando por las veredas de Avenida del Libertador.

Un rocanrol para Avenida Libertador

Ni bien llegamos todo me pareció raro. Mucho más raro de lo que me imaginaba iba a sucederse previamente de este lado de Buenos Aires. El barrio de Nuñez, su pulcritud edilicia, el olor a ciudad pretenciosa hacia que no encuentre del todo las coordenadas de realidad necesarias para establecer contactos lógicos con el mundo. Pese a todo esto algo en mi corazón latía con el brillo de los mejores días y los conectores sensoriales de mi mente, todo el neocortex se iba adaptando lentamente.
Cuando entramos las dimensiones del gimnasio cerrado de Obras me llenaron profusamente de vértigo. Es increíble e indescriptible, ser el responsable directo de la convocatoria y ver un estadio vacío pocas horas antes de que se abran las puertas de ingreso. Llenarlo parece una tarea imposible, uno sospecha que no alcanzan todas la etnias del mundo para lograrlo. Skay intentaba calmarme diciéndome que ya estaban desde ayer todas las entradas vendidas, mientras el Soldado, el Vikingo y su troupe de estibadores del rock arriaban los Marshall con movimientos rápidos y precisos de contrabandistas. Nos dirigimos hacia el lado de las plateas, trepamos por adelante como seguramente harán algunos chicos esta noche y nos quedamos un rato mirando el escenario. Imaginábamos el marco que se generaría no bien entre la calurosa noche sobre la ciudad y el griterío de los pibes tape todo este silencio que hay ahora en el ambiente. Skay decía que si fuera parte del público no sacaría nunca platea que le gustaría navegar en el mar de sudor de los que deliran en el piso. Le respondí que a mí en cambio siempre me gustó ver un show tranqui, tomándome un copetín si es posible. Me recosté sobre la butaca como si de un espectador de mi mismo se tratara, como si anticipara la figura de mi espectro contoneandose y buscando cautivar sobre el escenario. El nerviosismo que experimentábamos antes de tocar en la puta meca del rock me tenía no del todo pero si un poco preocupado, notaba la garganta seca y un sudor constante deslizandose por las palmas de la mano. Me cago cien veces en el rock bussines, en sus presiones y en sus exigencias. Sabíamos que los chicos entendían que clase de movida estabamos haciendo y que el “que no vamos a ir a Obras un carajo” podía quedar relegado sin demasiados problemas en pos de cierta comodidad, de ciertas convenciones que creo deberemos comenzar a respetar de ahora en más y de cierto espacio que indudablemente nos estaba faltando. Ya recibimos de parte de la vieja tribu el sarcasmo de Symns y de alguno más de los antiguos y nunca bien ponderados “compañeros del alma” pero más que nada las expresiones surgieron siempre como un modo inevitable de broma por todo lo que se supuso de nuestra negativa de tocar acá. El único que verdaderamente intentó hacernos daño es Polimeni en “Sur”. Pero como aconsejan los grandes estrategas de la guerra no les demos bola a enemigos de poca monta. También, me contó Poli, escribieron un par de pintadas con aerosol acá enfrente. No voy a negar de que es lógico que alguno se sienta defraudado con la decisión de tocar en Obras pero somos una simple banda de rock , no una maldita religión.
Los nervios traumáticos que anteceden al show estaban esta vez bastante potenciados por la situación conflictiva de Obras sí- Obras no .Me habían provocado una terrible acidez estomacal, así que decidí salir del gimnasio y mandarme solo para cruzar Libertador sin más compañía que la de mi sombra como si necesitara escuchar en el trayecto el sonido de mis ríos interiores sus ecos y versiones acerca de los días que corren. Skay tenía ya todo el cablerío conectado a sus guitarras y a sus pedales, estaba engolosinado como un chico probando sonido. Recién cuando volviendo del kiosco con varios uvasales en el bolsillo y haciendome visera con mi mano para cubrirme del espeso sol que caía a esa hora de la tarde escuché la viola de Skay tocando los acordes sentidos y naturales de “Esa estrella.. . sentí que aterrizó como una epifanía, como un poema de lexota un bello y sobre todo necesario sosiego a mi cuerpo. Cuando se ensamblaron a la canción el bajo de Semilla, los parches de Walter y el saxo de Sergio, cuando noté que la banda se henchía como una bestia inteligente y poderosa con un encanto capaz de cautivar a un ejercito completo de locos supe que todo estaría bien esta noche, que todo saldría como el ágora secreto del destino lo tiene pautado.

Obras adentro

El Soldado es el encargado de establecer la música de fondo hasta que el verdadero show comience, mientras termina de ajustar los últimos detalles concernientes al sonido y de revisar las vallas que nos separan del público intenta seleccionar con la mano que le queda libre un par de temas del más excelso rock and roll antes de que salgamos a tocar. La gente ya lo conoce y le sugiere a pura vociferación que pase a los Doors, a Zeppelin, “poné a Hendrix, Soldado” le gritan .
A eso de las 20 abrieron las puertas. Media hora después salí de los camarines para ir a observar el aspecto de “la visita” con sutileza me oculté detrás de la bateria y me dispuse a pispear a los recién llegados. Los primeros que entraron lo hicieron con una intrigante parsimonia. Se sentaron en círculos sobre la cancha de basquet a esperar que comience todo. Enseguida más gente y allí sí más agitación que se iba contagiando de unos a otros, como si cada uno de los grupos que ingresaba a Obras debiera mostrar una vieja pertenencia hacía la banda exteriorizando todo tipo de pasiones sobre todo con cánticos, manifestación ostensible de excesos y miradas sabedoras de todo los concerniente a la galaxia de cómo dice Poli, los malucos. Observé los primeros remolinos humanos bailando con un tema de Sumo. Un poco más acá de donde se concentraban los más vivaces me sorprendió una cantidad de pibes y pibas que por sus modales y ropas no pertenecían a las tropas profundas del rocanrroll. Se los veía demasiado cool, muy bien vestidos y con todo un aire de provenir de estos barrios aledaños. Los más próximos a mi visión , ostensiblemente alterados por los productos se mostraban las marcas que habían quedado en sus venas.
Poli llegó con tres botellas de fernet que consiguió en el bar del club. Ya se había hecho de noche cuando el Vikingo que venía de la calle nos contó que la cola superaba las dos o tres cuadras, que por ahora todo estaba en orden y que los más quilomberos eran unos pibitos de menos de veinte años que se habían trepado al alambrado y desde allí arengaban a los demás a cantar canciones de su propia invención. Nos sentamos con Skay a repasar la lista de temas, mientras pensábamos en los posibles bises comenzaron los cánticos cada vez más fuerte dentro del estadio. “Esta hinchada está reloca/ somos todos redonditos/ redonditos de ricota” un estribillo por el estilo que por momentos, atronaba. Afuera también cantaban siguiendo lo que escuchaban desde adentro. A más de una hora para que arranquemos, la fiesta parecía haber comenzado. Le agregué más agua al fernet. La soda me hace eructar mientras canto, así que la evito a toda costa y es fernet y agua mineral el mitigante placebo que sorbo con juicio. Me cuido de que el calor y la ansiedad no me carguen demasiado de líquido.
Mi compañera me ha elegido para esta noche un atuendo especial. Un mameluco blanco recién traído de Brasil. Skay se prueba frente al espejo su sombrero de cowboy. Poli se lo ladea para un lado y Skay lo vuelve a enderezar. Al final Poli le ata un pañuelo rojo a modo de vincha.
Es hora de salir a escena, miro los lienzos pintados por el Mono iluminado por los reflectores y me gustaría ver como se ven de frente con todo este marco de público. Las bandas aúllan. Nos reímos de los cantitos maliciosos de la popular contra los de la platea y nos conmovemos con ese trino ensordecedor que ofrendan emocionados, algo así como :Ya lo veo/ ya lo veo / esto es para Luca/ que lo mira desde el cielo. Mientras camino hacia el escenario pienso en las casi tres mil personas que colman el estadio y en los tantos que lo harán mañana. Siento como ese crecimiento de la gente se nota en mi piel a cada estremecimiento. Siento que buena parte de ellos comienzan a habitar la pensión de paredes humedecidas que de ahora en más tiene lugar en amplios sectores de mi corazón.

Bienvenidos al show

“Unos pocos peligros sensatos”. Bienvenidos al show!
Lo único que sale sale de mi voz ni bien salimos a escena es emitir un engolado “Hoooooooola...!!!!!!!!, las piernas me tiemblan por unos segundos hasta que la banda empiza a sonar y el saxo de Sergio anuncia que todo había por fin comenzado . Noté como Sergio se agazapaba a mi izquierda como se agachaba más de los normal para soplar su instrumento como si desde el fondo de los avernos, desde el piso del escenario buscara más potencia para sus pulmones, por un momento pensé que estaba por levantar vuelo.
En el segundo tema ya estabamos todos bañados de sudor y allí empecé a divisar a la multitud en cueros llenando cada uno de los rincones del gimnasio. Como es costumbre los chicos se empezaron a trepar al escenario. Saludé a los primeros con la mejor onda pero después le dije al Soldado que no dejara subir más a nadie. Me distraigo un poco cuando se paran a mi lado. No se si me quieren saludar, si me quieren dar un beso o si quieren cantar el estribillo. Por suerte no tengo la paranoia de que me maten, todavía no, pero comienza a tornarse un tanto molesta esta situación . Otros me arrojan remeras y cartas. En Skylab una chica muy joven, recuerdo su cara al ponerme la carta en el bolsillo de la camisa me contaba que , el recital era su primera salida en libertad luego de pasar seis a la sombra por haber matado a un hombre. Me conmovió que su primer impulso fuera venir a vernos.
En la popular que estaba a mi derecha había una bandera muy grande con la inscripción Aldo Bonzi, pibes fieles y humildes que nos siguen desde hace un tiempo largo a todos lados y que no hace mucho nos esperaron a la salida de un ensayo para que le autografiemos la bandera.
Uno de los mejores momentos de la noche fue cuando sobre la base del vals “Desde el alma” los pibes cantaron “vaaaaaaaaaaamos, vaaamos los Redondos”.
Antes de que termine el recital le insistí a los chicos que afuera tengan especial cuidado esta noche, que sean capaces de no dar la mínima excusa para movilizar a la Infantería más allá de el espacio vigilante que le han asignado. Los milicos siempre esperan este tipo de eventos para justificar su puto hambre de represión.

Caos en el aire libre

Qué momento. Parece que todavía estoy dentro de los camarines improvisados bajo el escenario fumándome el quinto pucho al hilo mientras busco con la mirada clavada al piso algún tipo de explicaciones a lo sucedido esta noche.
Casi me voy a las manos con un tipo de Obras. No se le ocurrió mejor idea al idiota en ese momento de tensión que intentar cargarme de culpa por poner la entrada a un monto tan “accesible”.
La ironía con que profirió esta última palabra me reventó el páncreas. No viste el elemento que vino- agregó. Desde la barra brava de Chacarita hasta rezagados de recitales de Riff y V8. Me lo tuvieron que sacar porque lo molía a golpes. Juan se hizo el desentendido de la situación, un poco amparándose en que nos había advertido a Poli y a mí que no le parecía buena la idea de tocar en la cancha de hockey.
Cuando hace unas semanas vinimos con la Negra a recorrer las instalaciones nos pareció un buen lugar, amplio, cómodo y bastante seguro. La gente de Obras nos lo había ofrecido al ver el éxito de los primeros recitales en el estadio cerrado.
Ahora que me relajo un poco creo que no fue un fracaso, yo no la pase nada bien pero la gente en general disfrutó del show, se fue contenta. El gran error que cometimos fue el escenario, su armado. Ese gran monstruo tubular. Nadie se imagina lo que sufrí pensando que todo ese puto aparataje de caños en cualquier momento se le vendría encima a la gente. Podría haber ocurrido lo peor. En ningún momento de la noche pude hacerles entender a los chicos que toda esa mierda se podía venir abajo. Se seguían subiendo una y otra vez haciendo zozobrar con su peso toda la estructura. En algún momento, creo que cuando estaba cantando “Vaca Cubana” experimenté una sensación inédita en mí que todavía mantiene sus consecuencias, sentí como la confluencia de la bronca y la angustia juntas igual que una planta trepadora que iba recorriendo de punta a punta mi garganta me bloqueaban la voz, hice un esfuerzo sobrehumano para terminar de cantar el tema. Ahí terminé por sacarme del todo, veía cada vez más gente sobre el escenario y ninguno le daba bola a mis pedidos, de que por favor!!! , se bajen. El marco de tubos de hierro temblaba cada vez más y se balanceaba como si estuvieramos soportando un terremoto de gran escala. Mi crisis trepó a lo máximo que podía trepar cuando un tipo más o menos de mi edad con un aro de cola de conejo como su marca más identificatoria suspendido de la zona más sensible del escenario, a unos tres metro de mí me decía que “no me ponga histérica que estaba todo bien”. Le hice señas de que suba más acá para boxearlo, no me parecía bien darle un golpe en esa posición en que se encontraba, voltearlo desde esa altura. Me arrepiento de haberlo desafiado ante la mirada de todo el público. No fue un buen signo. No colaboraba en mucho para bajar los decibeles de la situación. Todos me vieron exasperado hasta la locura con unas ganas tremendas de embocar al tipo ese. Fue el momento más caótico de la noche. Ahí, harto de quilombo le dije a Poli que no iba más que comience a suspender el show. No podíamos ser responsables de una tragedia al pedo. Con una dura y clara dialéctica Poli me convenció de seguir a toda costa, me hizo entender que si suspendíamos el show todo podía ser peor, el desmadre iba a ser total. Sopesé como mis nervios me lo permitieron la posible situación y también creí que debíamos capear la tormenta del modo que fuera y buscarle un final digno a la noche haciendo lo que fuera posible para cumplimentar nuestra parte artística sin que nadie se vaya lastimado. Le pregunté al Soldado si era posible apuntalar las columnas de hierro de los costados. Con rostro desesperado y con las manos abiertas me dijo que estaban haciendo todo lo que podían para evitar que todo el escenario se mantenga firme y en pie. El Vikingo luchaba contra las columnas como contra un robot gigantesco. Todo el equipo dejaba la vida por que más o menos todo esté en orden. Le tiré la idea a Skay que empezara a zapar cualquier cosa un baión para calmar a las fieras, una forma de llamar la atención, un calmante a tanto desborde. Skay comenzó a improvisar Rock Baby Rock, un tema de los Doors que alguna vez tocamos en los ensayos. Agarré el micrófono y me puse a cantar en inglés. Reconozco que nunca me sentí tan extraño sobre un escenario. La guitarra de Skay saturaba hasta emitir un chillido insoportable – “Esto es para la gilada” ahulló Skay por su micrófono y parecía como si le estuviera con su sonido, pegándole chirlos correctivos al público. Después de eso se bajaron los últimos que quedaban arriba del escenario y el recital siguió su curso de manera más o menos normal. Poli arriba del escenario sonreía con un rictus duro propio de una gran piloto de tempestades hasta que otra vez comenzaron los desbordes. La sacó de quicio una vieja como de sesenta años con una túnica marrón que parecía Indra Devi y que se sentó sobre el escenario en pose de meditación. La alzaron con el Vikingo y la sacaron por atrás del escenario. La noche a esa altura se presentaba para cualquier cosa. Entre tanto despelote me distraje mirando como pasaban los autos por Libertador. ¿Dónde mierda estábamos tocando? Como pudimos retocamos nuestras emociones, nos pintamos de estoicismo para terminar con decoro lo que ya era un verdadero desastre. Tocamos el potpurri para los bises y dimos todo por finalizado. Skay me miraba como preguntandome si ibamos a salir otra vez y yo sin decirle nada encaré definitivamente para los camarines. Desde allí escuche otra vez el quilombo, cada vez se hace más difícil contener a la gente. Tendrian que saber que todos sus destrozos lo pagamos nosotros. A mi no me molesta que venga la barra de Chacarita de Laferrere o de quien sea, los pibes de Rata Blanca o de Heavy Conga pero debo admitir que existe un componente marginal difícil de manejar. Chicos rebeldes dentro de la sociedad y también dentro de un recital de rocanrrol. Es algo a lo que me voy acostumbrando y que de todas las formas posibles debo aceptar. Cuando se iban saquearon los puestos de bebida. Desmontaron a patadas los puestos de chapa y cargaron con todo. Me contaron los que estuvieron cerca que se iban con las hamburguesas crudas bajo el brazo. Que en la inmediaciones de Libertador corrían con cajones llenos de cocacola. Se reunían en las esquinas a canjear helados por cerveza. La inocencia depredadora de los pibes, fumados y escabiados hasta el alma trocando palitos de frutilla y crema por sevenup. Terminamos con la recaudación embargada. Según Poli no vamos tener problemas en cobrar lo que nos resta pero nos descontaran los gastos ocasionados.
Hace un rato tuve ganas de rezar, de inclinarme hacia los degenerados dioses del universo y agradecerles que en definitiva no haya pasado nada grave. Me pone muy mal que cada vez tengamos que estar más pendientes de la seguridad de los chicos, no sirvo para eso. Voy a hablar con Poli para ver si se puede contratar gente especializada en eso. Es increíble que tengamos que estar más atentos a eso que a conmoverlos a través de las canciones que indiscutiblemente es lo único que sabemos hacer.

Elogio del bailarín catapulta

El Tomi siempre me resulto ser un dibujante revelador. Su talentoso lápiz, el trazo sugerente con capacidad para convertirse en escalpelo de profundidades siempre me ha llevado más allá de la interpretación de lo que se supone como un simple cuadrito de comic. Hoy por ejemplo leyendo “Polenta con pajarito” una de sus últimas creaciones, donde unos querubes de no más de 4 o 5 años dentro de un esquema de tensión de extrema plasticidad, peleaban por sus juguetes, me vi insólitamente reflejado y de esta manera caí en sucesivas deliberaciones . Dándole continuidad en tres grandes viñetas dibujó a uno de los pibitos (mocos colgando, pañales e inconfundible mechoncito de pelo cayendole sobre la frente) girando sobre uno de sus pies para soltarle con un largo trencito de metal un terrible latigazo sobre el rostro del otro chico. El balanceo en el que quedó suspendido el pibito del tren fue el que me llevó a reflexionar como si entre una y otra cosa se erigiera algún tipo de paralelo, en las nuevas mañas de mi lenguaje corporal sobre el escenario.
Entre otras cosas, les he respondido a los amigos a Skay sobre todo que me cuesta saber de donde proviene el carácter de mi danza. Me gusta ridiculizar su génesis a través de explicaciones fantasisamente técnicas, enmarañar todavía más el enigma al que estan sujetos mis bailecitos. A Rosso le he dicho en alguna oportunidad que cierto desplazamiento sobre escena no es sino un desprendimiento tanguero adaptado al teatro de la crueldad. Una aplicación dinámica de proyección ergonométrica procedente del corazón sonoro de la banda. Tomando el tema con algo de seriedad, en la soledad de mis cavilaciones, me he dicho que el “bailarín catapulta”, esa figura que creo cuando empiezo a girar semiagachado con los brazos extendidos hacia adelante tendería a ser el compás de inercia que me provoca la rítmica de la música que destila Skay, su más cabal representación física al menos la que yo me atrevo a dibujar en esos pases de caprichosas contradanzas. Igual que cuando me articulo en movimientos quebrados al mejor estilo Robocop como si de a poco a cada paso me fuera desmembrando y al siguiente me volviera a armar. Criminal Mambo es el caso más visible de este tipo de interpretaciones que nace de mi cuerpo y que sin lugar a dudas es la continuidad de lo que surge del diapasón de la guitarra de Skay.
Nunca sufrí el pánico a las manos vacias que padecen muchos cantantes, varios de ellos han tenido que recurrir a algún instrumento como una pandereta para entretener sus brazos. A mí nunca me ha pasado, aunque no por ello he dejado de blandir una pandereta. Es más me molestaría mucho tener algún instrumento encima. Creo que me le restaría mucho al sujeto de mi expresividad. Desde que Enrique Symns transmutado en Vera Land para diversificar el staff de la Cerdos escribió intentando describir mi gestualidad escénica que me parecía a alguien “cortando bloques invisibles” yo también soy ahora uno más de los que más se asombra por el carácter excéntrico de mis bailes. Estos ladridos del esqueleto, al ser por definirlo de algún modo, incesante instinto buscando perseguir el espíritu fugaz de los acordes, siempre me dejan próximo a la improvisación constante, al desafio de ver como configuraré el próximo garabato o mejor dicho a donde me llevan los caminos empáticos del reflejo de mis músculos. Aunque podría decir que ya no tanto, que ya me he creado unos cuanto cliches como los que invariablemente ejecuto desde hace algún tiempo en el Puticlub, en JiJiJi y en algún otro tema. Pero con los nuevos temas del repertorio me sorprendo a cada rato ejecutando cabriolas inesperadas. Hay uno al que le estamos terminando de dar el lustre final, una especie de homenaje a Luis María y a todos los que padecieron y padecen el oprobio del encierro carcelario y las detenciones que creo va a llegar a marear al “bailarín catapulta”. Allí donde la viola de Skay se acelera igual que si estuviera surgiendo del más veloz de los orbes del hardcore.

Atenas, retorno al origen.

El jueves partimos temprano para la Plata. Retorno al origen, me dice la Negra desde el asiento delantero del auto que conduce El Soldado. Fue Poli quien creyó conveniente, luego de un verano cargado con todos los fantasmas del gran éxito de concurrencia en los dos Obras, armar algo en La Plata. Esta vez no responde a cierta cíclica vuelta que nos mandamos todos los años como parte de nuestras presentaciones habituales. Esta vez según lo no dicho por poli tiene que ver con conjurar cierto falso agigantamiento que iría en desmedro de la composición química de Patricio Rey. Como corrigiendo una receta magistral volvemos a la vieja placenta, donde de algún modo nunca nos dejaremos de ver como los simpáticos malucos que en este caso intentaran quitarle todo el nocivo brillo, contrastar o mejor dicho equilibrar, el peso que podemos estar adquiriendo como una banda superprofesional.
Vamos a tocar en el estadio Atenas una vieja canchita de basketball donde históricamente se llevaron a cabo los mayores eventos de rock.
Nos alojamos en una de las casas que Okay posee en el fondo de la calle 8. Un caserón profundo y lúgubre con casi veinte habitaciones. Como siempre que hemos venido me gusta instalarme en la pieza del arce, si donde ese vigoroso árbol se a prendido a la pared y del modo de un brazo de la naturaleza desenfrenada que estuviera luchando contra los efectos de la civilización ha ido resquebrajando toda la pared.
Hay varios árboles en la vieja casa Skay siempre cuenta la misma anéctoda del arbusto del patio, el de hojas alargadas como puñales, la planta maldita traída por sus padres de Kenia y que tiene la propiedad de colmarte de fiebre si te quedas un rato bajo su sombra. La anécdota es que Symns en una de sus estadías en esta casa intento desafiar a la sombra y se instalo varias hojas en cuero y con una botella de ginebra para ver que le sucedía. De a ratos mirabamos a Enrique cuenta Skay para ver si comenzaba a descomponerse pero eso nunca ocurrió. Symns es inmune a cualquier tipo de venenos.
Skay encontró en un viejo armario fotos de su familia. Recostado en el sillón del hall las contempla secundado por Poli. Me llaman para corroborar si la esquina donde posa Mr.Beilinson es la misma donde desde hace unos años funciona “El Fasito Histérico” un kiosco donde se juntan los pibes antes de ir a nuestros recitales. Les confirmo que si mientras destapo una botella de dos litros de wisqui. Semilla llega con el hielo que a traído de la estación de servicio.
La tarde comenzaba a pintarse de negro y nos hallabamos todos como diría Capote en plena misa escocesa, cuando sonó impetuosamente la manito de bronce golpeando sobre el roble de la puerta. Ningún otro que el Negro Cañón es capaz de acercarse hasta la concentración de Patricio Rey. Me estreché en un fuerte abrazo con el Negro, los miré a los ojos buscando las secuelas de su encierro en Batán pero nada su dureza impenetrable no dejaba ver más que tormenta del presente. Todos sabíamos que Cañón esta con libertad condicional así que a nadie se le ocurrió, como otra veces que oficie de conseguila. Nos sentamos y comienza con la broma de decirnos que esta en tramiete el juicio por no percibir las regalías de lo que el considera su tema. Dice que sin su gimnasio jamás habría Masacre en el Puticlub. Otra vez más nos dedicamos a reconstruir aquella batalla campal en medio de las instalaciones de su gimnasio.
Walter y Sergio lo miraban sin dar crédito a lo que se podía transformar lo que en apariencias era un simple salón de pesas. Todavía me tenés que explicar aquello del gas coreano vociferaba histriónico el Negro Cañón mientras se abrazaba Skay y a Poli.

Mucha tropa en las calles

Estuvimos horas y horas, demasiado tiempo probando sonido en el Estadio Atenas. Skay fumaba sin parar y fruncía la boca en una clara señal de descontento. Yo no podía creer que otra vez el alma en pena de los viejos Marshall nos este jugando otra mala pasada. A los dos nos parecía una pérdida brutal de tiempo y un desgaste que podría tener sus consecuencias durante el show. A ninguno de los dos nos cerraba lo que el sonidista nos proponía como techo de sonido, como altitud máxima para que vuelen nuetros rocanroles. Mientras intentaba bajar los decibeles de mi propia calentura decidí que lo mejor sería tomar un poco de aire. Salí a la puerta del club y en eso vi como la Negra enardecida pero todavía pasiva puteaba entrelengua, sin soltar todavía toda esa furia verbal y física que la acomete cuando las cosas se tuercen hacía un rumbo para ella indeseado. Con los ojos clavados en la intersección de calles de la esquina de Atenas miraba los movimientos los despliegues tácticos de las fuerzas del orden. No tarde en darme cuenta de la excesiva cantidad de milicos que se estaban apostando en las proximidades del estadio. Parecía como si nos estuvieran rodeando. Sus pasos y todos sus movimientos eran sumamente agresivos y sobre todo llamativos y absurdos como si se estuvieran preparando para un duro enfrentamiento con las bandas que durante la noche llegarían al estadio a ver nuestro show. La Infantería, los repulsivos cabeza de tortuga con su uniforme gris azulado parecían moverse con la soltura de una decada atrás cuando con toda la impunidad que le daba el gobierno militar sitiaban las universidades para descargar sus garrotes sobre las cabezas de los estudiantes para después llevarselos detenidos. Aún sabiendo que mis palabras no iban a surtir ningún efecto en ese cuerpo tensado al máximo cuerpo que estaba apunto de explotar de indignación y lo que es peor que estaba a punto de encaramarse en una carrera individual llena de odio y violencia contra los carros de asalto le dije a Poli que se tranquilice. Con suma delicadeza la tome por los hombros y traté de que su crispación se desarrollara en inteligencia. Yo tambien como ella tenía ganas de trenzarme a golpes con los milicos de cagarlos a puteada y decirle que se vayan a la reconcha de su madre pero debíamos detener la pulsión de nuestra sangre , este no era el caso. Ahora somos responsables no solo de nuestras libertades sino tambien de la de todos los pibes que vienen a vernos. Así que a actuar de forma pensante intentando desactivar por los medios más astutos el aparto represivo que estos hijos de puta estaban disponiendo en torno a los que nosotros llamamos una fiesta. No hacia sentir muy mal ver a tantos milicos con sus carros de asalto y sus hidrantes. Ver como desenvolvían a su antojo toda una inmunda maquinaria de represión. La Negra no se pudo contener se largó de mis brazos y mientras yo la secundaba unos metros atrás llegó hasta el jefe del operativo y le pidió, que si quería que esta noche no sucediera una tragedia que al menos retire los carros hidrantes de las adyacencias de Atenas. Te crees que esto es una guerra-le dijo. El taquero se hizo el pelotudo le dijo que no se preocupara y dejó todo como estaba.
A las pocas horas vimos como empezaban a caer los pibes. Cuadras y cuadras alrededor del estadio llenas de las miles de personas que estan llegando al recital. Rogué, dentro de una mística religiosa similar a la que adquieren la gente que sufre mucho por las inclemencias de la vida y que pocas veces aflora en mí que por favor que no pasara nada. La pose de los policía era desafiante y povocadora, los pibes no se lo van a bancar.
Llegamos al show con bastante tensión. Por suerte al menos al principio no pasó nada. Media hora antes de salir un tipo que no conocía con pinta de argelino golpeo la puerta de los camarines y me dejo una nota firmada por Symns donde me citaba en la cantina de Atenas para hacerme un reportaje. Walter Sidotti me comentó que lo había visto por aquí totalmente descerebrado con una cámara de filmación.
Arrancamos con Divina TV Fhurer. Desde el vamos nos vimos otra vez desbordados por la gente. El escenario era muy bajo y comenzaba otra vez a haber más gente arriba del escenario que abajo. Me asusté cuando vi a Skay empujar a una chica y caer entre la gente. Con lo que pasó en Obras estamos un poco nervioso con este tema. Traté de tomar todo con calma. Después del segundo tema paré la pelota bajo la suela y les dije que se dejen un poco de joder con subierse arriba del escenario.
-Ponchen ahí abajo que nosotros le hacemos la música de fondo.
Parece que van en camino de entender que esta práctica está conspirando contra el espíritu de los shows, que es imposible seguir subiéndose, los que están abajo se irritan cuando alguno intenta agarra el micrófono para cantar. Indudablemente la cosa va a tener que cambiar.
Estrenamos tres temas nuevos: “Susanita”, una stone fiestera a la cual los pibes le cazaron el estribillo enseguida. No pasó lo mismo con Nueva Roma, tardaron más en descifrar “te cura o te mata”. “El Ferry” fue la que menos prendió. Me gusta mucho esta canción pero veo complicaciones cuando la llevemos al estudio. Como no podía ser de otra manera le dedicamos el Puticlub al negro Cañón que se encontraba frente a nosotros en una especie de palco que se había fabricado.
La salida de Atenas fue un tanto traumática con Symns tratándonos mal por nuestra indisposición hacía él. Está cada vez más dificil Enrique.

Viejos amigos platenses

Antes de volver a Capital a seguir pergeñando y contruyendo los ardides que hacen posible el trip de los Redonditos y que se ha convertido en este plazo de tiempo en una constante obseción tanto para mí como para Skay me permití tomarme un tiempo para ir a visitar a mi viejo amigo Black y a su mujer, a su exótico y cálido reducto en las afueras de Berisso. Como siempre fui recibido con el afecto imperecedero de la pareja, abrazos, silencio expectante y viejos códigos de eternos conspiradores ascendieron desde el fondo añejo de nuestras personalidades. En seguida los puse en aviso de que solo me quedaba por un par de horas más cuando observé que Black sospechando que me podría quedar a dormir le preguntaba a Sarita si había en el desván algunas mantas disponibles.
Estuvimos unas horas atragantandonos con ese increíble blanco patero que su hermano sabe traer desde la Isla Paulino y desde que conozco a Black no ha faltado nunca en su despensa. Maravillosos recuerdos de juventud comenzaron a surgir desde la lámpara- damajuana del genio de la costa. Te acordás cuando en tu casa preparabamos los planos para el golpe al Nación. Su mujer que para esa época por ser casi una niña no era de la partida nos preguntó si tan prematuramente nos pensabamos llenar de dinero o es que acaso no eran dos druidas de la laberíntica bohemia como tantas veces me contaron. No le contestó Black con una euforia traída de otra época y disipandole a Sarita cualquier duda acerca de nuestros desvelos juveniles. El dinero iba a ser destinado a viajar a California para traer el mejor LSD , el cual derramaríamos en el centro proveedor de agua de La Plata con el objetivo claro y preciso de descubrirles las verdaderas puertas de la percepción a toda la ciudad. A Black se le abrían desorbitados sus achinados ojos negros y su voz tallaba el aire con el ímpetu de quién todavía es capaz de llevar a cabo semejante empresa. Luego le tocó el turno a otro episodio, creo que el preferido de Black, cuando en el fondo de mi casa le puso el filo de su navaja en el cuello al falso emisario de Silo que nos quiso acostar con un bagullo de punto rojo y además llevarnos de prepo el mimeógrafo donde imprimíamos los volantes clandestinos. Todo esto ante la mirada atónita de un Federico Moura que estaba a punto de desmayarse. El de Virus preguntó Sarita. Sí, Federico el de Virus le respondimos los dos a coros y en el tono de esa respuesta en su lustre luctuoso nada más, ciframos Black y yo todo el dolor y el desconcierto de la muerte prematura de los viejos conocidos como si en los últimos años una mano siniestra con cruel selección estuviera quitando las piezas del tablero.
Black se pone grave como si no terminara de reflexionar hacia donde nos conducían todas aquellas experiencias juveniles. Sus ojos se endurecen y se vuelven a orientalizar hasta quedar todo párpado, persiguiendo en esa suerte de ceguera, igual que si se arrancara los ojos para pensar, una respuesta que sabe no hallará nunca ni tan a mano ni tan certera.
Sarita nos conduce por un pasillo entre bastidores apoyados contra la pared y tarros de oleos diseminados de una punta a la otra a una salita donde se encuentran los trabajos de Black y también los elaborados por ella. Me fascinan los trabajos de ambos, los de ella indigenistas y delicados, transparencias a lo Paul Klee para retratar a Don Juan Matus rodeado de pumas, cactus y mapas de México incendiados con la brasa de un auténtico baciao. Black acompaña con mirada atenta sus propias obras, me dice que está trabajando en una serie autobiográfica donde yo estoy a punto de aparecer como parte de una enigmática saga , me lo comenta mientras contemplamos a un joven Black nimbado de profusas ensoñaciones eróticas, entre lúbricas ubres y pelambres sensuales que se derraman desde un cielo rojo. Nos despedimos con un fuerte abrazo y con la promesa de volver a encontrarnos pronto.

Los arrepentidos (Carta de los chicos)

Nos costó, nos costó- escribió Rauli en su vieja Olivetti que marca letras mitad negras y mitad rojas sobre un grueso papel amarillento y que le da a la carta un aspecto de documento de politburó barrial. Nos costó mucho entender y aceptar que lo de Obras era un paso ineludible, sólo y nada más que por una cuestión de dimensiones. Pero imaginate (se dirige a mí) que para muchos fue muy difícil andar años y años como una sonata de gatos enmarañados por todas las cuevas del under donde tocaron los Redonditos pelándonos la garganta a grito vivo que no vamos ha ir a Obras un carajo y que vamos a llenar Cemento que es de abajo y que de repente ocurra lo que ocurrió ese diciembre. Fue medio descorazonadora la cosa. Se de muchos que no volvieron más de esa situación que consideraran todavía como una traición a los principios establecidos. Me llevo el cigarrillo a mis labios y mientras estiro la voluta de humo con un torrentoso soplido de aire, analizo lo que quiere decir con descorazonadora y traición a los principios. Prosigue: el llamamiento a reunir a la huestes en la puta meca del rock no provenía de una banda cualquiera de un grupo de punks descerebrados o de frívolos niñitos pop provenía directamente de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, que en estos tiempos de honda pobreza ideologica donde todo ha ido a parar por lo menos a la mierda (deben aceptarlo y portar ese estandarte con orgullo) se han convertido, aunque se que es difícil asumirlo en grandes referentes para toda una nueva y no tan nueva generación, muchos pibes desde hace algun tiempo toman sus postulados como la única empresa humana con convicción dentro de un país de horteras y de mentirosos. Los únicos verdaderamente auténticos dentro de una escena rock de pacotilla. Los unicos capaz de reponer al menos en su mínima forma un nuevo relato donde puedan correr las fuerzas de las desaveniencias y las rebeldías amenazadoras. Me atrevo a decir y no creo que sea solo mi experiencia personal que Los Redondos son y lo siguen siendo la única gente a la que los chicos respetan dentro y fuera del rock. Y nos costó nos costó muchísimo aceptar lo de Obras. Enseguida estuvimos al tanto de todo lo que pasaba y en plan de ataque directo, subidos apresuradamente a una ola de indignación inconsiente nos plegamos al comentario de cuanto periodista intento dilapidarlos sobre todo en los medios gráficos como si estuvieramos jugandonos una partida trascendental en las operaciones políticas de la época.
Lo que sigue es un relato minucioso de la noche del complot. Nos reunimos en lo de Angel, en su depto de Pueyrredon que desde hacía un tiempo funcionaba para muchos como un pequeño kremlin porteño de donde salian las directivas básicas y las acciones concretas. Presididos por inmensos afiches con el viejo León Trosky y Lenin en el centro de la pared, bajo sus miradas cargadas de un romanticismo politico cada vez más difícil de hallar comenzamos el debate. De aquel lado de la mesa se encontraban Abel Tosi, Nino, Dante Baruza y los dos hermanos Radosky, todos estos los que se consideraban como la avanzada intelectual dentro de la célula o al menos los que detentaban amplias y esclarecidas lecturas de “El Capital”, Lenin, Rosa Luxemburgo y los revisionistas argentinos desde Hernández Arregui al Colorado Ramos. De este lado de la mesa contra la ventana que daba a Pueyrredón nos sentamos los más oscuros los que pese a concurrir a la universidad y formar parte activa de la Fede, no leíamos más que algunos panfletos que periódicamente sacaba el partido y como mucho algo de Galeano y Benedetti, Las venas…El cumpleaños de Juan Angel y no mucho más. Nino, aunque manteniendose sentado estirando su cuello hacia adelante y adoptando una postura sumamente grave comenzó a hablar, a perfilar su catilinaria como un orador del MAS parecía Julio Zamora arengando al proletariado, entre gastadas banderas rojas, a la salida socialista en un acto en la Federación de Box. Aguantá que estamos en un departamento me animé a decir para calmar los ánimos que me parecían un tanto excesivos. Después de todo solo íbamos a intentar sabotear un recital de rock. Dante Baruza tiró sobre la mesa el borrador del volante que mañana se imprimiría en lo de los griegos. Lo leyó con la convicción de un revolucionario, en ese momento a todos nos gustó lo que allí se expresaba desde Angel que era el más ofuscado con la situación a Lito y a mí que éramos los que todavía nos quedaban algunas dudas si los Redondos se merecían tal intento de sabotaje. Después con el paso de los meses, cuando la calentura baja y uno entra en razones, la ridícula canzonetta condenatoria de Ángel nos hizo realmente reír. Estabamos completamente locos. Creo y no estoy equivocado que las intenciones de Abel, Ángel, los Radosky y todos los que “detentaban el poder” dentro del partido era intentar por todos los medios que Patricio Rey se convirtiera en el brazo artístico y cultural del MAS. Creían que era un paso importante para el partido en cual casi secretamente militaban, buscar por todos los medios la adhesión clara de la banda del Indio y de Skay. Esto comenzó con una “histórica” charla entre Angel y los Radosky con el Indio en las mesas del Británico luego de una actuación en Casa Suiza. Según ellos los dos lideres de los Redonditos le habrían prometido apoyo para la campaña del MAS. Yo siempre dude de que tal charla se hubiese llevado a cabo en esos términos. Sin conocerlos a fondo, más bien conociéndolos solo por los discos y algún que otro repoertaje me doy cuenta que El Indio y Skay son ganado difícil de arriar y que su compromiso político pasa por otro lado por una militancia muy por fuera de las estructuras ortdoxas de cualquier partido actual. Los más jóvenes, los de este lado de la mesa propusimos que a la volanteada se le sumara una compulsiva pintada por las calles de la capital. “Traidores”, “La misma mierda del sistema”, “Vendidos” eran los epítetos sangrientos que seguirían al nombre de Patricio Rey y del Indio. Dante Baruza preguntó si no sería posible entrevistarse con los miembros de la banda para intentar hacerlos retroceder. Se volvieron inaccesibles fue la respuesta tajante de Marcos Radosky. El calor de fin de año se empezaba a hacer sentir con Sonia Inchausti, la cordobesa estudiante de psicología y fana de Nick Cave y única integrante femenina de los que complotabamos, salimos a comprar unas cervezas. En el camino una extraña mezcla de devoción y odio hacia los Redonditos nos consumió la charla. O había que estar de un lado o había que estar del otro. ¿Que era eso? Sonia que había vivido cuatro años en Londres me decía que allí tambien las disputas entre bandas o con las bandas eran realmente bravas. Me contó como una noche a la salida de un pub regenteado por los capos de la hinchada del Totenham, el lider de “The Smoking Flash” una banda de postpunk fue acuchillado por mostrar en los últimos recitales ciertas simpatías a la Tatcher. El tipo lo hacía medio en joda pero se lo tomaron mal relataba Sonia. Cuando volvimos el plan estaba decidido, volanteada en los recitales de la semana que viene y pintadas cerca de Obras. Abel decía y recalcaba que sobre todo había que pintar consignas por Libertador que va a ser la calles más transitada por la gente que vaya al recital. Tomamos las cervezas casi en silencio, masticando el plan a ejecutar y escuchando un cassette de Alfredo Zitarrosa. A los más pibes nos fue encomendada la tarea de las pintadas. La excusa eramos que estabamos limpios de prontuario. Los Radosky tenian varias entradas por robo de automotores (todo por la causa) y Abel y Angel por su militancia política que arrastraban desde fines de los setenta y que todavía no habían sido resueltas por la justicia. Así que Pancho, Sonia y yo teníamos que munirnos de aerosoles e inscribir en Libertador todas las consignas anti-Obras.La segunda reunión fue un martes, desde ese día hasta el jueves a la noche, Día D de la pintadas, no hice otra cosa que escuchar “Oktubre”, mientras más escuchaba más sentía toda la belleza oscura de ese disco y más y más el sentimieno de estar siendo traicionado. Escuchaba en mi cabeza las miles de voces, el coro de centenares de desangelados que en Cemento, en Latex, en Airport, en Satisfacion se derretían cantando No vamos a ir a Obras un carajo. El 2 de noviembre salimos a la calle. Nos reunimos en un bar de Núñez, el menos careta que encontramos y esperamos que se haga mas tarde, mirando en el televisor del lugar un nuevo programa de Rodolfo Cenderelli. Luego cometí el acto del que no terminaré de arrepentirme por el resto de mi vida. Calumniar a los Redondos. Desde ese día tengo una pesadilla recurrente mi mano empuñando ese puto aerosol verde y al lado del kiosco que da justo enfrente de la puerta de entrada de Obras escribir Traidores y vendidos. Me despierto totalmente transpirado y con una molestia mental imposible de imaginar para el que no la soporta como yo. Solo cuando con Sonia en agosto del 90 transpusimos las puertas Obras para ir a ver a los Redondos, tuve un poco de alivio. A Abel, Ángel y los Radosky no los ví más. Buenas fuentes me confesaron que forman parte de un grupo extremadamente bélico comandado por Gorriarán Merlo.

2008/11/04

Bandas del sur (Carta de los chicos)

Sobre la mesa, una veintena de cartas esparcidas. Centro la vista en la mesa donde un pocillo de café a medio tomar se erige como una isla o como un faro que custodia las electrizantes historietas que componen las vidas de estos chicos. Hay en el desorden de papeles y demás cosas un alto grado de furiosa estética. Busco en el ready make de los papeles de carta, la inspiración que me lleve a traducir estas epístolas en narraciones. Engañosos relatos de mis amantes. Adelante con sus dolores, obseciones, pasiones, viva vivida y por vivir. De entre los escombros del papel surge el pequeño cocodrilo de Escher, los pequeños aligator del dibujante holandés, poco a poco van girando hasta producir una suerte de fuerza centrífuga. A ella me adhiero para escribir.
“ Nos conocimos una noche en Galileo. Ellos se hacían conocer como la banda de Cecil y nosotros nos estabamos forjando como la banda de Neurona. Esa noche como en general venía pasando en los últimos fines de semana Galileo explotaba de gente, casi que no se podía andar. La presión que los codos y antebrazos ejercían sobre los cuerpos hacía que todo el mundo ande más o menos irritado en ese amontonamiento. Así que nos arrumbamos como de costumbre contra la barra a viajar, una noche más, en un furioso tour de alcoholes. La noche transcurría veloz e insomne tras los continuos faroles de fernet con coca o de vodka con menta que Gerardo nos servía con cuidada parsimonia. Teníamos la bolas por el piso con la música de mierda que desde hace un tiempo se les empezó a ocurrir pasar. Erasure, Depeche Mode y no se cuanta verga más. El Tano Gratta entre trago y trago miraba a cada rato el reloj esperando, que después del interminable set de música tecno que comienzen los esperados“nacionales”.
Después del incidente de esa noche Mirko me diría, cuando volvíamos al barrio, que él ya había visto alguna vez en Galileo a los pibes de Cecil. Pero yo no los recuerdo. Raro no acordarme por ejemplo de unos ojos como los de la Siberiana. Más por la experiencia que me daban una centena de noches en Galileo que por mi pobre audición perdida en la bruma de los tragos, teniendo en cuenta el horario que el Tano me decía que era mientras le mostraba la lengua verde de menta a una morocha que pasaba por ahí escuche la voz enclenque de Calamaro cantando Loco por ti. Nos fuimos arrimando a la pista sabiendo que lo bueno, de una vez por todas estaba por comenzar. Lechu Aschero, el Loco Pintos, la Negra Liove, todos nos acercamos con nuestros nuestros tragos reforzados por otra generosa medida de Branca redoblada por Gerardo y como barriles cargados de dinamita estabamos esperando explotar al primer acorde de rock que surja desde un disco de Patricio Rey. Era posible que esos dos o con suerte tres temas justifiquen nuestra presencia en el boliche y sin exagerar también podría decir que nuestro fin de semana. La cosa es que esperábamos ansiosos esos tangos fatales. El Gordo Julio intimidaba al disk jockey desde debajo de la cabina juntando pulgar con pulgar e índice con índice y formando un círculo, obligándolo a pasar ya a los Redonditos, aunque más lo obligaba creo el gesto posterior la enorne mano de Julio plana ,bajando y subiendo, como si picara cebolla, en señal de que si no lo hacía lo iba a fajar. Creo que al disk jockey también le gustaban los Redondos.
Nos cominos con una ansiedad que nos carcomía el cuerpo “Cuando pase el temblor”. Ese carnavalito de mierda estuvo a punto de hacer estallar de bronca e impaciencia a la Turca Gitar que con sus blancos dientes apretados como si llevara un cuchillo ya iba trepando la escalerilla que conducía a la cabina del disk jockey para coaccionarlo de no muy buen modo. Desde allí se largó para caer a hombros del Gordo Julio cuando arrancó la marcha encarnizada de “Vencedores vencidos”. Sobre su furioso fluir de guitarras como dagas encaminamos el desatarse de nuestras pulsiones. Sobre su latir de animal musical nos patinamos el cuerpo. El Lechu Aschero barrió como un jugador de rugby a todos los boludos que todavía se alineaban para bailar con sus parejitas. El Loco Pintos y la Negra Liove pegaban saltos en el terreno abierto que hacían sacudir las maderas de la pista de baile, en pocos segundos todos los chicos de Neurona , los diez o doce incondicionales de todos los últimos años estabamos brincando como endemoniados cabríos al son de la marcha fabulosa de Patricio Rey. Como todos los sábados que acontecía este hecho se formaba un círculo de curiosos alrededor para ver, a los delirantes drogadictos redonditos, así nos conocían, nunca supe por que otras bandas nos intentaron golpear. Eramos pendejos de dieciséis y diecisiete años, no perteneciamos a los grupos chetos que dominaban el boliche, ni ninguna cosa por el estilo. Seguramente le caeríamos simpaticos, no se. “Mevoycorriendoaverqueescribeenmiparedlabandademicalle” terminamos abrazados y luego agitando los brazos hacia arriba como si el que conducia la cabina de música fuera el mismisimo Indio Solari. Sin que pudieramos recuperar fuerzas con un trago de fernet de los vasos que dejamos contra la pared, el tipo conmovido por el show nos largo como una centella que venía hacia nosotros “Aquella solitaria vaca cubana”. Creo que Nano, si creo que era él se sacó la remera con la bandera roja, azul y blanca de Cuba y la susodicha vaca estampada en el medio, para que nosotros sus adoradores la veneremos flameando sobre nuestras cabezas. El Loco Pintos prendió un cigarrillo y semejando creo que un porro hacía fumar a la vaca, mientras el Indio decía que “la civilización la amaba y justo a tiempo...”. Cuando nos encaramabamos a dar los saltos mortales del estribillo fue que entró la banda de Cecil. Vi muchas camperas de cuero, remeras de Oktubre y una flaca de casi dos metros que con la misma mirada de bruja linda de la Negra Poli y su cabeza enfudada en una gorra de lana gris, dominaba con su vista toda la escena. nos sacaron a codazos y patadas de la pista, Nano me decia después que nos habían ttomado de improviso, de sorpresa hijos de puta que si hubieramos sabido que eso iba a suceder nos hubieramos plantados de tal forma sobre la pista de baile que ni empujando con una ariete de roble de esos que utilizaban para derribar las puertas de los castillos nos hubieran desplazado, nos cagó el factor sorpresa repetía igual que si fueramos un pelotón de combate madrugados por el enemigo en medio de la jungla. Bailaban el pogo más desaforado que ví en mi vida. Cecil permanecía inmutable en su bastión de casi dos metros de altura en el borde de la pista. Cuando el Indio comenzó a estirar con su voz magníficamente teatral el final de la canción, el gordo Julio me miró como diciendo: ¿que hacemos?.Inmediatamente el chabón de la cabina pincho el surco 4, Presos políticos. Los de Cecil, - el Largo, Caniche, Javier de Lugano, el mohicano Juárez, cubrían la pista como si estuvieran prestos a la defensa de un abordaje mientras deshacian la filigrana arrebatada de sus últimos pasos de pogo, miraban alrededor con atención, como si supieran la que se les venía.
El primero que encaró fue Nano, atrás lo seguí yo y aprovechando que los de Cecil cruzaban sus muñecas sobre sus cabezas, gritando detenganos, detenganos, arremetimos hacia el centro de la pista. Al principio el entrevero fue duro, hubo piñas, cabezazos y rodillas levantadas a la altura del pecho. El liderazgo redondo costaba sangre, podría haber escrito un periodista trasnochado. Debe haber sido la voz del Indio o no se que mierda colorida del destino pero lo que pintaba como una batalla campal con una importante cifra de contusos con sus respectivos charquitos de sangre, en cuestión de segundos, como por arte de magia se volvió pogo compartido y amigo. Nos empujábamos con toda la onda de quienes tienen algo en común y el Lechu Aschero ya había copado la cabina y le hacía poner al pibe “La Bestia Pop” para terminar de consolidar la confraternidad de las tribus. Cecil que se mantenía todavía a un costado iluminaba sus ojos. Me acerqué a ella y del modo de estar sellando un pacto de no agresión cruzamos nuestros vasos de fernet. La Siberiana nos invitó a ir a la pizzería que está cruzando las vías. Salimos agitados y transpirados, cantando “El Regreso de Mao” y ametrallándonos a preguntas y respuestas sobre Inéditos testeandonos para comprobar que estabamos ante auténticos redonditos. Cuando Nano los agarró en un renuncio al no conocer “Nene no comprendo tus ambiciones” los conminó a que los que tenian que pagar la birra en la pizzería eran ellos. Cecil sin hablar indicó que aceptaba la pequeña derrota. Ya en “La Pizza de Héctor” nos enteramos que los chicos eran casi vecinos que no había más que cruzar las vías para toparse con su barrio. Un barrio redondo por cierto.