2008/10/29

Vito (el extravío de los amigos)

Regresó Vito de España.Volver a vernos después de tantos años sin tener noticias uno de otro sin saber nada de nada de nuestros destinos nos convirtió en el instante mismo del reencuentro en dos seres anónimos a los que la reminiscencia de una vieja amistad, lenta pero progresivamente, nos iba descubriendo de nuevo, algo de nuestra vieja identidad.
Vito se fue en el 77 cuando la cosa en el país hacía rato que ya no daba para más y todos los jóvenes de La Plata que detentabamos algún tipo de beligerancia hacía los cánones del establishment protoburgués estabamos esperando, ocultos en el rincón más oscuro de nuestras guaridas, que nos vengan a buscar, aferrados a la culata de una semiautomática, debo confesarlo, con más posibilidades de amasijarnos por miedo y hastío que de abrir fuego contra el represor.
Con Vito nos conocimos en la casa del Boss Beilinson, una noche de de antología donde el fernet y el diletantismo en cuestión de arte habían trepado, a fuerza de potenciarse mutuamente, a lo más alto del delirio. Hablabamos, entre otras cosas, sobre la multifacética y extravagante persona del pintor Xul Solar. Vito nos contó una anécdota referida por Borges que si mal no recuerdo contaba el breve diálogo que sostuvieron una mañana durante una visita que el propio Borges realizó a Xul.
Como anda Xul, que ha hecho esta mañana?
A lo que Schulz Solari le respondió dejándolo patitieso a Borges.
Entre otras cosas, he inventado doce nuevas religiones.
Las citas que realizan los amigos tienen esa particularidad de quedar prendadas para siempre de su voz y de su rostro. Como si quienes la realizan igual que si fueran parte de sus propios y más íntimos pensamientos fueran sus verdaderos autores.
Vito es un tipo de una sensibilidad rayana en lo extraordinario y dado como todos nosotros en esos tiempos a vivir todos tipos de experiencias no ordinarias. Atrás de esas facciones de rudo y hosco albañil o de empleado ferroviario, que aún posee, se esconde el núcleo perceptivo de un ser exquisito.
Después de algunos rodeos, que no tenian que ver con la fuerza de sus convicciones sino con cuestiones meramente burocráticas y de inteligencia interna dentro del mismo grupo entró de lleno en Montoneros. Toda su enorme capacidad artística quedó al servicio de esta organización político militar, que pensaba y pretendía escalar a sangre y fuego las escalinatas de la Casa Rosada, deponer a los inútiles y alzarse con el poder total, para desde allí imponer la justicia social en todo el territorio nacional. Cosa que a mí desde el vamos, joven pero avezado pesimista, siempre bajo el halo del discurso yippie, hipster o beatnick, me parecían una locura imposible de llevar a cabo.
Vito no solo pintaba muy bien, sino que escribía poesía, cuentos y realizaba sorprendentes guiones de cine que tenía pensado llevar a cabo con las maquinarias filmicas con las cuales se estaba pertrechando el Boss Beilinson. Creo que, en ese momento, le costó mucho decidir lo que llamaba su destino. Debía convertirse, casi de un día para otro, en un soldado de la revolución. Desde ahora y quizá para siempre tendría que aprender a matar, a ensuciarse las manos para poner en marcha las dinámicas perfectas que iban a cambiar el mundo, era el momento no cabía la menor duda en quienes pensaban como Vito, que la historia tenía previsto en el poderoso rodar de su obstinado acaecer, de comenzar a suspender los pinceles para tomar el fusil. A Vito ya no le alcanzaban o ya no creía en las prácticas situacionistas, que inspiradas por gente como los prankster, Jerry García y Ken Kensey había llevado durante algún tiempo a cabo en La Plata. Encender fuego en la fuente de la Plaza, ver cual era el modo de poder meter ácido lisérgico en las tuberías de agua corriente de la ciudad o realizar irrupciones poéticas en los centros neurálgicos de concurrencia masiva, creo que le parecían cosas demasiado inofensivas o inconducentes para subvertir el orden burgués. Ahora, como decian entre las filas del más conspicuo y joven ejercito peronista, solo fusiles y pelotas. Me pregunto cuantos como él y como yo habrán estado ante el mismo dilema, de índole más bien existencial que de naturaleza propiamente política, debatiéndonos en la inmensidad atronadora de una serie interminable de noches de insomnio. Jugando un ajedrez rabioso ante los propios fantasmas de la historia que estaban a su vez incidiendo de forma definitiva y transmutando el cauce de muchas vidas. La decisión de Vito no se hizo esperar demasiado fue contundente y altamente comprometida con las posturas de violencia más extrema que imperaban dentro del mando central, consignas encerradas en el círculo fantasma de la organización y que desde allí se volcaban con intensidad volcánica hacia sus bases. Tiempo después me enteré que a través de sus capacidades para la gestión bélica, cosa que no me sorprendió porque Vito era un verdadero capo en todo lo que se proponía como meta, como objetivo a realizar, primero llegó a ser oficial instructor de tiro de un grupo montonero de Ensenada y de allí pasó a ser parte del grupo más avanzado en ingeniería militar encargado de perfeccionar el nuevo armamento que la organización tenia pensado implementar para su accionar urbano.
Yo podría decir que casi no ví a Vito en esa época. Apenas recuerdo verlo pasar por alguna esquina del centro con el rostro complejo de los que habitan el corazón del peligro. Tuvo la enorme fortuna de salvar su pellejo, tomarse un avión que lo llevó primero a Suiza donde se instalo muy precariamente para después vagar por toda Europa y Africa, no así su compañera desaparecida unos días antes de partir, sabe Vito ahora, en los infiernos del Pozo de Banfield.
Con el barro fresco de la nueva democracia tratando de cimentar una nueva época en el país, en un retorno que no puede ser más que oscuro, melancólico y transido por un vendaval contante de dolores y angustias, Vito ha vuelto. Consiguió trabajo en el estudio de arquitectura de uno de sus primos y se ha vuelto a afincar en Buenos Aires.
Esta tarde estuvimos en el patio de casa junto a sus dos pequeños hijos madrileños mirando el cielo como dos boludos a punto de alcanzar la felicidad y compartiendo algunos tragos.
Todos los que vuelven del exilio, ya he tenido contacto con más de uno, tienen un rasgo particular que a mi modo de ver se concentra sobre todo en el espectro del cuerpo. Como si los ganara una corporeidad ausente dentro de un sachet huidizo igual que si todavía seguirían siendo expulsados de su tierra.
Ni bien tocó el timbre y salí a atender le pregunté como carajo me había encontrado. Eduardito Beilinson me dio la dirección, me dijo sin sorpresa. Nos encontramos de casualidad en Madrid pocos días antes de venirme. Me lo encontré un viernes a la noche en un boliche nocturno de la Gran Vía tocando la guitarra para unos tipos que se hacía llamar Los Toreros Muertos.
(Malísimos los tíos) , dijo entre risas, no se como Eduardito que si mal no recuerdo tocaba tan bien la viola, dió con esos esperpentos musicales y se sumó a una propuesta de gusto indescifrable. Me levanté de la mesa y me acerqué a un costado del pequeño escenario. Llamándole la atención con un chistido le pregunté si en verdad era el famoso Skay Beilinson. Seguimos toda la noche de caravana tomando un par de wiskyes en cada lugar donde parábamos. Me dijo que estaban muy contentos, tanto él como Poli con su aventura en España y que estaban pensando en comprarse una casa. Casi de mañana nos despedimos.
Cuando Vito me preguntó en que andaba yo, si seguía con el tema de los dibujos y la pintura, enseguida me dí cuenta que ni Skay, ni Poli le hablaron para nada de los Redonditos. Sentí que todo se iba a la mismísima mierda. Sentí que sin Skay no hay Redonditos. No me animé, no quise preguntarle a Vito en algún momento de la noche si Skay o Poli habían dejado deslizar la posibilidad de volver pronto a la Argentina. Me sentía hundido. Vito se dio cuenta que una especie de rayo me había electrocutado el alma pero creo que no sabía bien porqué. Seguramente lo atribuyó a la nostalgia y melancolía que provoca la lejanía de los grandes amigos. Yo tampoco me detuve en explicarle, me pareció complicado y a decir verdad me sentía sin aliento para hablarle de la intimidad de Patricio Rey. Seguimos hablando como pude de cualquier otra cosa.

2008/10/28

Escuchar al Indio

Hace ya un tiempo, que los amigos preocupados por la salud mental de sus pares estiman largo, incluso que ya toman y analizan esta verborraria de incadescencia lúdica como parte del patrimonio adquirido por mis mañas mentales y que yo corroboro a cada instante desde que me levanto hasta que me acuesto oyendola en mi interior. Se que muchos secretamente festejan su hecho y de alguna forma la alientan buscando cualquier excusa para sentarse conmigo en una mesa “a escuchar al Indio”. La verdad es que noto cada vez con más claridad las fútiles dilapidaciones de un extraño y extravagante fenómeno que surge y se precipita en el seno de mis maquinaciones y mis pensamientos. Puede que ser que me suceda en solitario o ante mi pequeño cúmulo de amigos, con lo cual la cuestión se verbaliza y – hay ahí algo que no me gusta- de ello quedan como impávidos testigos de disonantes sanatas. Sin disponerme a pensar concientemente en algo en particular, como si la decisión de un azar oculto dispondría a su antojo y en forma caprichosa de mi tiempo mental, me asalta una impostergable necesidad de disertar mentalmente sobre algo, pongamos “Las economías regionales en el Mexico revolucionario”, “El jazz como musa de la escritura hipster” o “Los orígenes de la gastronomía en el período Neandertal”.
De la misma forma azarosa con que aparecen las diferentes temáticas, surgen las primeras ideas. Ideas que comienzan a prefigurar largos caminos ensayísticos, y fantasmalmente a completar esquemas y estructuras que van multiplicando sus posibilidades hasta abrir un abanico de vertientes que se hace cada vez más difícil de dominar.
Al principio la velocidad es natural, como si fuera la lección de un estudiante o la voz en off de un documentalista y en ese caso puedo seguir incorporando datos a lo que podría denominar como la labor de un erudito en ciernes, después la cosa se acelera cada vez más – me es imprescindible para poder seguir tener un cigarrillo continuamente encendido colgando de mi boca- y la diversidad de posibilidades me acerca a senderos de recorrido imposible. Veo como, lejos de mí, se siguen abriendo caminos. Experimento el tic de lo que podría llamar a falta de una denominación más acorde, una elevada pasión gnóstica, un éxtasis y desesperación del intelecto, aunque nada me convence de que estoy ante una absurda ráfaga de producción artesanal de conocimiento, de un quantum indomable, que surge de la más primaria de las intuiciones.
Se lo he comentado a Enrique y al Rafa. Symns entre citas no reconocibles de Burroughs y de Kant me ha sugerido, que tal vez, todo esto no sea más que el producto de iluminaciones, de revelaciones surgidas a través de no se que carajo de cosa. Enrique para poder explicarmelo comenzó a delirar en una línea semejante a mi expuesto problema, como si perteneciera al mismo club de querulantes – cosa que en realidad no me asombra -y como si su tema fuera “Aspectos neuromísticos en el pensamiento del señor Solari”, cosa que, debo confesarlo, llego a inquietarme bastante al verme sometido al exámen y psicoanálisis salvaje de mi amigo, aceleraba a cada conjetura o aseveración sin llegar a completar nunca un círculo. El Rafa, sin dudarlo pero también sin dejar de aderezar lo dicho con aceite de ironía me dijo sencillamente y palmeandome la espalda y fueron las palabras que más sosiego le trajeron a mi mente, que tenía que aflojar un poco con la lectura y sobre todo con los aditivos.

2008/10/27

Transmisión nerviosa

Vuelvo a abrir el fascículo de hojas inmensas, satinadas, rebosantes de color y con esa agitación en el conducto respiratorio que solo provocan las obras inmortales, contemplo una vez más, la reproducción de “Sin pan y sin trabajo” de De la Cárcova. Un fuego filoso e hiriente. Miro el centro del cuadro y percibo en él la misma tensión que oculta, entre una vertiente aliterada de gritos y gemidos oscuros, mi pecho. Mi voz, golpeando sobre la mesa, es el puño crispado de ese hombre que mira por la ventana. Toda una transmisión nerviosa de sueños rotos e irremediabilidad. ¿Por que resquicio de la vida puede aflorar la esperanza? ¿Por qué tanto dolor?

2008/10/26

Volvieron una noche

El martes Skay & Poli volvieron de España. Para recibirlos organizamos un asado en casa. Skay está un poco más flaco, sí todavía más de cuando se fue, y Poli parece, según la delata un destello fractal en sus ojos que por momentos la convierten en una implacable gestora de hechicerías, haber concluido un master en astucia.
Skay nos cuenta a todos los que llegamos a darles la bienvenida algunos aspectos de la famosa movida madrileña. Resalta antes que nada su espantoso rock local, lo hace muy poco antes de confesarnos que por un tiempo formó parte de él confirmando con ello lo me había contado Vito. Después nos cuenta sobre la gran cantidad de camellos marroquíes que a toda hora del día, pero sobre todo cuando se pone el sol, andan ofreciendo heroica por las calles de Madrid e imita las voz secreta de los marroquíes: caballo, caballito... Enrique pregunta si no le han traído algo de esa sustancia intensa extraída de lo más profundo del corazón de la amapolas. Skay le contesta evadiéndolo con la mirada. Sin embargo -pese a que Symns insiste y parece como es su costumbre no terminarla más- pasa a relatarnos una vieja anécdota de adolescencia desconocida por mí y creo por todos los que estamos presentes. Cuenta que estando en Inglaterra, en Londres más precisamente, en compañía de su hermano el Boss y dos alemanas que había conocido esa misma noche compraron a la salida de un recital de The Who una dosis mínima de heroína. Nos pasamos todo lo que quedaba de la noche, encerrados en esa casa con vista a la parte más siniestra del Támesis mirando esa montañita marrón como un pequeño tótem plantado en el centro de la mesa sin atrevernos a tocarla en ningún momento. Cuando el Boss y las chicas se fueron a dormir me acerqué a la mesa y apenas me frote un pequeño terroncito en los dientes. Hasta ahí llegué, dijo con una gran sonrisa.
Poli me habla de la banda como si en todo este tiempo en que estuvieron ausentes no se hubiese producido ninguna fractura, ningún tipo de corte en nuestra relación. Con la elaborada elegancia de quien oculta algo y de quien es capaz de pasar por alto circunstancias que lo comprometen, saca a flote y mantiene vivo algo que para mí estuvo a punto de fenecer. Tengo ganas de reprocharle muchas, demasiadas cosas quizá, a los dos individualmente y en su conjunto, cuestiones que me han tenido a mal traer en estos últimos tiempos, pero cedo pasivo, ante la fascinación que me produce su verba prodigiosamente convincente, su solvencia para argumentar por medio de una ajustada hechicería de elipsis, que jamás pensaron en abandonar, abandonarme en realidad y quedarse a vivir en Europa, que nunca estuvo en sus planes, para nada, dejar de lado nuestro proyecto.
A pesar de la gran incertidumbre que me produjo su partida no he dejado de componer canciones en función de ellos, cosa que ya deberían saber, pero voy a esperar el momento oportuno para comunicárselo.
Rocambole enrolla con sus dedos las fetas de un increíble jamugo andaluz que acaba de cortar con un cuchillo recién afilado haciendo gala de su preciso pulso de artista y sirve además, con su brazo extendido como un oso, más vino para todos. El jamón que estamos comiendo es el regalo que Skay le ha traido de España y el Mono lo comparte con todos. Mi regalo, en cambio tiene forma de vinilo y si no los estamos escuchando en este momento es por mi reservado e inevitable placer de escucharlo por primera vez a solas.
Sin que nadie lo anuncie efectivamente, con la sola puesta en marcha de motores sigilosos y potentes provenientes del fondo de nuestras miradas destapamos más vino y brindamos por, lo que para mí es, la resurrección de Patricio Rey. Skay & Poli me miran asombrados como si nunca lo hubieran dado por muerto. Algún día sabrán…algún día lo sabrán.

2008/10/25

Estamos cerca

Nuestro disco Gulp! se está vendiendo bien. Cada vez con más frecuencia, en general a través de los amigos que andan yirando permanentemente por todos lados de la ciudad, nos están solicitando reposiciones de nuestra opera prima en casi todas las disquerias en que hemos dejado los discos. Algunos, al recibir el nuevo material, se quejan por que las tapas no son las mismas que le entregamos la primera vez, las tapas artesanales hechas con plasticola de color, sino que ahora vienen impresas.
Poli, la encargada de los números, con el brillo ascendente de sus ojos de trueno me confirma que nuestro bergantín con toda su carga de expectativas, va viento en popa. Ya casi llegamos a la cifra necesaria para encarar, al menos desde lo económico, la producción independiente de una nueva placa. Según los estudios realizados por Poli con el dinero que supuestamente obtendremos de las recaudaciones de los shows venideros en La Esquina del Sol, el Parakultural y Casa Suiza estaríamos llegando a cubrir los primeros costos de grabación en los estudios Panda. Skay, no tanto porque desconfie de que efectivamente lleguemos a los montos requeridos para llevar a cabo el proceso de grabación sino mas bien para apuntalar nuestra decisión de manejarnos con independendencia alejados de toda política concerniente a los sellos discográficos que imperan en el país, deslizó la posibilidad de pedirle algo de plata a su hermano. Le dije que no, no por ahora. Prefiero que todo esto, absolutamente todo, sea solo producto de nuestro propio esfuerzo.
No me gusta para nada, como también le sucede a Skay, la tarea de ser el administrador del grupo. Por eso, todo queda en manos de nuestra yuppie milagrosa. La Negra -lapicera en mano y ojos espiando el cielo- es una de las imágenes más poderosas que debe tener la banda en estos momentos.

2008/10/24

Rumble Fish

Después de casi dos horas de relamernos con las intensas imágenes de la película que terminamos de ver salimos del cine con Virginia y con el teacher Rosso como tres niños felices. Recuerdo, ahora la frase de Sartre o de Genet o de Sartre hablando de Genet donde se postulaba, en un tour de force contra las lógicas bienpensantes propio del malditismo francés, que aún en los actos más abyectos puede habitar la belleza. Palabras que cruzan por mi mente debido a que la película que acabamos de ver no es precisamente un cuento de hadas, sino una dura crónica urbana incapaz de transmitir desde su núcleo narrativo algún tipo de felicidad. Pero su componente plástico, su lujurioso entramado visual nos apabulló. Digno del más alto impresionismo alemán y de lo mejor de Cocteau, Rumble Fish nos pareció, sin lugar a dudas, una obra maestra. Rourke escondiendo entre las sombras azuladas todas sus monótonas heridas, mostrando el pliegue severo de una sonrisa sin boca plena de maquiavelismo zen, los blancos y negros despiadadamente majestuosos, todo esa carga visual, todavía persiste en nosotros con la intensidad de algo fabulosamente vivo. Virginia no para de comentar la escena de la pecera. El pez azul y el pez rojo estaban a punto estallar- dice. Alfredo se lamenta porque en los cines no permiten el ingreso de bebidas. Es una película especial para acompañarla con densidad de varios gin tonic. Levanta su vaso y brinda por Cóppola.

2008/10/23

LUCA

Anoche tocamos en Cemento. En un momento del show- casi promediando nuestra actuación- observé los brazos de un primate colgarse de los bordes del escenario, una elasticidad acuosa y desmembrada, erguían sus músculos, compuestos de una extraña fuerza de impulso. Ayudado por alguien que lo empujaba desde abajo pudo dar un salto para instalarse a mi lado. En la penumbra del escenario, bajo los enceguecedores juegos de luces, no alcancé a reconocerlo en el momento. Pensé que era alguien del público, ya que desde hace unos recitales han tomado la costumbre de subirse y tomar el micrófono para cantar algún estribillo. Pero esta vez, no era ninguno de los pibes sino Luca. El inefable Luca Prodán sonriendome con esa mueca que solo los habitantes de un país permanentemente en llamas y de milenario vértigo pueden tener. Unas horas antes habíamos estado en camarines. El Tano con la excusa de venirnos a tirar buena onda y a saludarnos, cosa que hace, como dirían las viejas, “de todo corazón” me pedía alguna canción para reversionarla. Desde que grabó “ Mejor no hablar de ciertas cosas” no pierde oportunidad para pedirme otro temita.
Tenía unas ojeras que parecían de yeso, revoque de yeso azulado bajandole de los ojos, lagrimón soterrado bajo su piel, como si Geniol, el psicoclown de su maravillosa escuadra de mutantes, hubiera, por error, trasladado a su rostro vestigios de su maquillaje. Desde su garganta ascendía sin ganas el son de una voz cavernosa, tibia y apagada. Lo note cansado y dolorido, como si estuviera recuperándose de una larga, muy larga sbornia. Tomaba pequeños tragos inclinando lánguidamente una petaca de gin como quien sabe que la única medicación efectiva contra el envenenamiento, es justamente la ingesta de más veneno. Ni a Skay ni a mí, al verlo en ese estado, se nos ocurrió que estuviera dispuesto o tendría ganas de subir a cantar algún tema con nosotros como parte del show de esta noche, pero allí estaba el pelado junto a mí, a punto de convertirse en una tromba humana, a escasos segundos de comenzar a sacar de su desbarajuste interior todo ese magma explosivo que lo caracteriza y que casi siempre logra tranformar en algo sumamente lírico, convirtiendo la pesadez de su existencia en el alma acabada de soberbias composiciones. Cuando los pibes lo divisaron arriba del escenario estallaron en gritos y comenzaron a vivarlo. Luca, entrando en clima de showman y tratando de salir de esa especie de introspección triste, la misma con la que lo había visto antes en los camarines, les hacía graciosos cortes de manga en señal de afecto.
La introducción de “Criminal Mambo” se deslizaba a lo largo del diapasón de la viola de Skay, era el anuncio de una tormenta eléctrica a punto de desguasarce sobre todos nosotros. A mi lado, como una presencia de momentos espectral y de momentos sólida como un barrote de acero, como si con cada respiro ese hombre cambiara de forma y de peso específico su corporeidad, sentí toda la tensión escénica del Tano comenzar a desplegarse cerca de mí. Sentí la metamorfosis de un gran actor desdoblandose hasta alcanzar una pose mitológica, en alguien que está a punto de legar al pequeño mundo que lo observa pero que solo en parte es conciente de ello, una escena inolvidable. Parecía no estar preparándose para cantar sino más bien, teniendo en cuenta el envión que parecía estar tomando en sus piernas y en su cadera, para dar un salto mortal hacía el vacío. Me deje llevar por la inminencia de un trance, que sabía, quedaría registrado de forma imborrable en cada uno de los chicos que lo viera.
Le sientan bien a Luca las canciones que se forjan sobre una poética minimalista, es capaz de darle diferentes espesores y matices a las escasas palabras o frases que conforman el tema, logrando en todo momento, una vasta expresividad y una inmensa riqueza dramática. En un instante, pense que lo mejor sería que fuera él quién comandara los controles de la canción, que sea Luca el encargado de estrellar la nave musical contra la emoción abierta de los pibes. Yo suelo darle un toque más histriónico a “Criminal Mambo”, desempastarlo un poco del caudal barroso que ya tiene en sí, para darle un aire más ligero y dinámico igual que si la oxigenara un poco, pero el Tano fue a fondo con la impronta de una interpretación bestial y sentida, hundiéndose cada vez más, en el pantano sonoro que su propia voz iba creando. Pude observar, mientras estudiaba en que posición dentro del dúo me tenía que situar, como arrancaba desde abajo con el alarido tenso de una fiera herida hasta que después de expulsar cada fraseo su boca temblaba y se quedaba sin aire, volvía a cargar sus pulmones y sus alaridos volvían a conmover el aire. Los pibes abajo, deliraban y lo escupían, llenando su cuerpo y sus brazos de espuma blanca provenientes de los espesos gargajos que salian de sus bocas, poniendo en práctica ese humillante y desagradable ritual punk de reverencia que a mí particularmente tanto me molesta, pero que a Luca parecía no lograba exaltarlo como a los integrantes de los Sex Pistols, pero si lo disponía de una mejor manera. Después, como lo teniamos previsto, casi sin respiro, seguimos con “Todo preso es político”. Luca había terminado de exhalar lo último de vida sonora que quedaba en sus pulmones, llenando toda la amplitud del ambiente con el grito de guerra de los kamikases japoneses – Banzai!!!!!!!!!!!!!- y después con un extenso fraseo en italiano. Estaba exhausto y agitado con su costumbre de cantar, entre herido y mutilado, como si esto fuera condición sine quan non para imprimirle giros tragicos a su voz. Tiene la capacidad de terminar un recital completo en esas condiciones.
Se quedó arriba bailando como un mono y amasando en su garganta el estribillo de la canción. No acertaba con los compases veloces del tema y en la segunda entrada al quedar pagando, disimuló muy bien el error dando unos giros con su cuerpo como si fuera parte de una coreografía montada por Antonin Artaud, demostrando una gran predisposición actoral y grandeza escénica. Creo que le sonabamos un tanto disciplinados en comparación a su música que propone una estructura bárbara e invertebrada distinta a la nuestra. Con buen tino y viendo que su labor había concluido de buena manera esta noche me abrazó de forma afectuosa y alcanzó a decirme al oido palabras que no escuché bien por la saturación de la guitarra de Skay pero leyendo los rastros de bonanza y satisfacción que surcaban su rostro se que fueron palabras de aliento y agradecimiento. Se bajó del escenario, esta vez, no como un primate, sino con la elegancia soberbia de un scholar de Oxford, al que dentro de su cabeza le han crecido cientos de tempestades.

Posmo no

Vamos a grabar las bases del nuevo trabajo en el estudio Panda. Después buscaremos otro lugar mejor, seguramente Wormo, donde las mezclas salgan con algo más de fidelidad, para darle un acabado final con más precisión en el sonido. Los temas están que se salen de la vaina. Tenemos previsto incluir como invitado a Daniel Melero. Me molesta bastante su pose de excéntrico posmoderno, no puedo lograr que algo de su persona no choque brutalmente contra mí, pero Skay dice que le gustan los arreglitos que hace, que le dan algo de prolijidad que nos estaba faltando. Me lo voy a bancar en el disco pero para el vivo voy a ir buscando un pianista más sanguíneo, más de dientes apretados, que haga eco en sus entrañas el vértigo de este viaje.

2008/10/22

La banda de Viana (carta de los chicos)

Todavía le quedan estampados, en un gris sucio, los pisotones que recibió sobre el escenario, desdoblo sus puntas y me dispongo a leerla nuevamente. Son innumerables las cartas que me dejan sobre el escenario. Dudo si reproducirla completa en este psicodiario o si debo dejar fluir mis propias impresiones. Creo que deambularé por las dos veredas tratando de fundirme en otra narración, de ser como Whitman los otros, los mismos.
Nelson Ochoa, así está escrito, se llama el pibe. Una infancia pobre y sumergida en los abismos deletéreos de Villa Tesei. El padre: un mecánico de poca monta acólito a los dictado más que religiosos de la secta de Robert Plant y Jimmy Page. “Entrar al taller y sentir el olor a grasa roja mezclado con “Inmigrant Song” era lo más parecido a lo que muchos denominan el mundo”. Si, hago la cuenta, y claro que puede y de hecho lo hay, pibes de veintipico con padres rockeros. Pero en Argentina el progresismo del rock en este caso, no era más que un porrito para el barra brava de Independiente que volvía a su casa a hablar de Bochini, de Ford y con saña pegarle a su mujer.
Después de dispararle un tiro que lo dejó rengo para siempre me fui de mi casa enloquecido sabiendo que mamá ahora sería presa fácil del turro de mi viejo, escribe Nelson con prolija letra imprenta. Recaló primero en Morón y después en Ramos, vendió peines en el Sarmiento y después panchos en la Estación Floresta, siempre con la idea firme de volver a concretar lo que había dejado inconcluso, siempre con la obseción de meter la bala más arriba.
Ahí en Floresta, con el paso de los días y mientras me iba despejando un poco de todos los fantasmas que acorralaban mis noches en circulos de terror forjé una gran amistad con un grupo de chicos que solían caer como a las ocho de la noche a tomar vino. El Pelado Edgar, Platini, Sandro Braga y el viejo Viana. La cosa comenzó a gestarse en el momento que Platini llegaba y me pasaba un cassette. Yo ponía el casette del hombre de la voz finita y estos cuatro locos amarrados a los tragos de vino blanco o tinto indistintamente bebidos con una energía por mí nunca vista como si arrojaran a sus entrañas agua de lluvia radioactiva, deliraban. Sus charlas parecían arrancadas de los cuadros de un comic o de alguna película rara de esas de directores europeos, siempre con el hombre de la voz finita de fondo, que después – trasladando como en una relación de sinestesia el contenido de la voz a un físico concreto y siempre en el territorio de la charra imaginación- pasó a ser el gordo Patricio Rey. (Disculpame por imaginarte gordo, sucio y transpirado, ja, ja, ja), se excusa sin acartonamiento Nelson en la carta.
Poco a poco, mientras el destino iba tejiendo sus redes de interrelación, me fui arrimando cada vez más a la banda del viejo Viana, así la denominé sin saber que así la llamaban en todo el ámbito de Floresta. El aspecto de Viana era el de un auténtico lumpen, alguien marginado por completo de la sociedad, amigo íntimo de la desidia y la intemperie. A no ser por cierto brillo en los ojos que denotaban un antiguo fulgor aristocrático hubiese creído que no tuvo más hogar en este mundo que la Estación de Floresta. Después supe que provenía del seno de una familia rica y poderosa. El padre había sido embajador en Túnez y su madre una reconocida novelista mexicana de los años sesenta. A los veinte años dilapidó buena parte del patrimonio familiar jugando a las carreras de caballos. Con esa pinta de lumpen, el tipo era catedrático de Antropología en la UBA y en Sao Pablo. Allí, salida de su garganta aguardentosa, escuché por primera vez la palabra Levi Strauss y supe que no solo era un jean y allí escuché, -no debo negarlo que con algo de estremecimiento- también de de la boca del mismo Viana, mientras Sandro Braga asentía con seriedad, incluso con devoción, que cogerse a la madre o a la hermana no es nada del otro mundo, que el incesto es y fue una práctica habitual en cientos de culturas y etnias en todo el mundo a través de la historia. Como si yo fuera su alumno y bajando cada vez más la voz, Viana me explicaba que el llamado incesto es solo una cuestión burguesa y más que nada otro ardid del capitalismo para seguir aumentando sus fuentes de ingreso. De fondo a estas palabras reveladoras sonaba ahora sí, -por fin se había revelado el enigmático cantor de la voz finita- el Indio Solari, cantando “El infierno está encantador esta noche”. Desde ese instante, ya no fui el mismo, mi piel no fue la misma, el estremecimiento me inyectó de fina subversión, las carcajadas irónicas y descabelladas del viejo Viana fueron para mi andar casi de huérfano mi único hogar. Comenzé a participar de un grupo de lectura -así llamaban a las magníficas reuniones que realizabamos a un costado de la vía bajo las ramas azuladas de un sauce que Viana había bautizado como Barbazul- “El pensamiento salvaje” y “Tristes trópicos” fueron los primeros textos que analizamos bajo la lupa desquiciada y a la vez con algo de verdadera propedéutica para todo tipo de pensamiento por parte de el Viejo. El Pelado Edgar y Platini también estudiaban Antropología en la UBA pero solo iban a las clases oficiales cuando tenían ganas y la resaca los dejaba con alguna neurona fresca con la que pensar. Está de más decir que todo su bagaje cognitivo provenía de las reuniones de anárquica modalidad bajo la sombra del sauce. Sandrito “Termidor” Braga era poeta, un excelente poeta entendí más tarde, un poeta capaz de hacer sonar las palabras como el ritmo maquinalmente proteico que se desprende de las ruedas del tren y hacer que sus largos poemas en prosa tengan todo el aspecto de misiles dirigidos al páncreas de la ciudad. Sus libros “Villa Talasa” y “Desde dentro de la bomba” dan cuenta de ello. Decía habitualmente, sopesándose su miembro con los dedos en forma de pala, que todos los universitarios le chupaban bien la guasca. Esa banda de locos entrañables y de amigos conspirativos fue el punto de partida para mi comienzo con la lectura, una introducción salvaje y febril a un mundo desconocido y de riqueza infinita. En algún momento sentí que estaba asomándome por un tapial para espiar el farfullar ensoñadoramente críptico y excelso de los mandarines. Confieso que en mi puta vida había agarrado un libro, ni siquiera habían causado en mí el más mínimo interés esa acumulación de papel que siempre creí destinada a hombres de anteojos o mujeres, y ahora Sandro Braga que me prestaba a Holderlin y Rimbaud, Platini a Miller y Artaud. Me colgaba- con el libro semioculto bajo el mostrador de chapa- con la lectura de “Heliogábalo, el anarquista coronado” mientras los desesperados atletas del laburo clamaban con urgencia por un pancho , un chori o más chimichurri para el paty.
Si dejaban de venir un día al puesto, los extrañaba. El cassette rojo del hombre de la voz finita quedó para siempre colocado en el grabador. Como el dueño del puesto no le daba importancia a la música ni a la radio, desde que llegaba al puesto de la Estación Floresta sonaba incansable y esfervecentemente estrepitoso Gulp!. Llegar a las siete de la mañana con la mufa de todo laburante mal pago y escuchar la caricia sagrada de “Barbazul versus el amor letal” me eximia de buena parte del dolor. De Barbazul al pianito final después de Criminal Mambo, en ese lapso de tiempo pensaba que nada malo podía sucederme. Me sentía abducido por la inclemencia musical de Los Redonditos. Ya era parte.
Una tarde lluviosa, cuando me lamentaba porque debido a la hora y al estado calamitoso del tiempo, -aunque en realidad este nunca había sido impedimento para que los chicos se allegaran a la estación- la banda del Viejo Viana ya no vendría esta tarde a compartir sus locas conversaciones conmigo, apareció Braga. Lo divisé caminando por el andén recién a pocos metros antes de llegar al puesto, venía con la flaca Simón, una bella flor gitana de Haedo lectora empedernida de Bukowsky, que desde hacia unos meses era su novia. Venian con el paso flojo de quien duda de tener ganas de encontrar el piso y cubiertos tras un ridículo, aunque conmovedor, capote azul que compartían entre los dos para protegerse de la lluvia que cada vez más pesada nos ametrallaba desde el cielo. En Braga, intuí los ojos duros, frios y a punto de resquebrajarse con el más mínimo soplido que adquieren las personas que han sido anoticiadas de la muerte de un ser querido. No solicite permiso para ir. Largué el puesto de panchos, dando un salto sobre el mostrador y nos fuimos los tres al velatorio del viejo Viana. El viejo se había ido de este mundo en un pico de 30. Cuando llegamos me encontré con Platini contando a los más íntimos que la merca que el viejo había traido de Lugano era muy fuerte, que él, cuando le estaba atando la goma al brazo se arrepintió, le parecía que era demasiado para la agitación que llevaba el viejo, pero Viana insistió (Dejate de joder, negro cagón y apretá la vena), dice que le dijo entre el sonido de una poderosa carcajada, y ya era tarde para volver atrás. El viejo Viana se fue de viaje a los confines del tártaro, rígido como una estaca, haciendo gorgoritos de saliva en la garganta mientras intentaba rebobinar el cassette que lo remitiría, según la cuenta que llevaba Platini, por quinta vez a “Roto y mal parado”. Ese tema sonó durante todo lo que duró el velorio.
Eramos ocho personas , un perro y seis porrones de Bols al lado del cajón donde yacía el viejo antropólogo recitando, - primero la flaca Simón y después Braga- casi completo “El ombligo de los limbos” y leyendo algunos párrafos de Celine, desde las páginas de un ejemplar más que castigado de “Viaje al fin de la noche” subrayado con el pulso del mismo Viana.
Esa noche me emborraché sin asco con un tubo completo de ginebra, directamente y sin otra excusa que matar el dolor que me había provocado la muerte inesperada de esa persona que en poco tiempo había llegado a estimar como a un extraño padre. Me seguí juntando con los chicos en el puesto de Floresta y desde que dejé de trabajar allí, nos vemos todos los fines de semana para hacer alguna. De ahora en más y para siempre seguiremos siendo la banda del Viejo Viana .
Tarde unos meses más, después de la muerte del viejo, en debutar en el ámbito sagrado de un recital de los Redonditos. Los chicos me llevaron a la Esquina del Sol. Un tiro mal esnifado, en la esquina, antes de entrar me puso tenso en el debut. Estaba muy ansioso y fumaba sin parar cuando saliste, como por arte de magia desde un costado del pequeño escenario posaste un vaso de wisquy sobre uno de los retornos y te amarraste al pie del micrófono para empezar a cantar abracé fuerte a Marisa y divisé por primera vez la corbata floja sobre la camisa blanca, los ojos secos pero de fuego bravío del Indio Solari eran los mismos ojos cargados de visiones del apocalipsis tecnológico que tenía viejo Viana, nos subimos arriba de una mesa a bailar al compás de Nene Nena y Ñanfifrufi y una masa de calor apasionada – producto del aliento desmesurado de los concurrentes- nos envolvió por completo.
Me pregunté si era posible esa mezcla de ascetismo psicobloche que por momentos convocaba la banda con el desmadre infinito del fervor dionisiaco. Era posible en algún punto juntar a toda esa manga de atorrantes que oficiamos de público. Pseudointelectuales drogones en el aire fresco de la democracia volando esta vez y para siempre sin más rumbo que el de las fiesta increíbles de Patricio Rey.
Acá el relato del pibe se pierde, se ve que se ha derramado cerveza sobre la hojas escritas con birome. La última carilla es casi ilegible. Cierta consideración que podría llamar maldita, porque en realidad no encuentro otra denominación más acorde a lo que la gente ve en el halo que transmite la banda, por momentos me aterra. No me gustaría ser la cabeza visible de un movimiento, digo contracultural abusando de un etiquetamiento que nadie sabe muy bien que quiere expresar pero que en estos momento me sirve para hacer pie en mis cavilaciones, movimiento contracultural de zombies suicidas, no por favor; aunque pensandolo bien en todos estos años no he hecho otra cosa que fomentar a mi alrededor y en torno a los Redonditos una suerte de cofradía de tunantes y pirados de las más variadas especies. Es, para mí, cada vez más inquietante el destino de deriva que parece poseer nuestro público. Cuando más compactos son los grupos que nos vienen a ver, más claro lo veo.
Seguramente no te acordarás pero soy uno de esos chicos que en Stud free pub estuvimos charlando un largo rato con vos y con Skay mientras compartiamos unos tragos. Tu voz y la de Skay quedaron prendadas para siempre en mis oidos, los consideros como al viejo Viana mis grandes referentes en este delirio de dolores que llaman vida. Y es lo último que puedo leer.

2008/10/21

Arte del Mono

Rocambole nos tiene a todos en vilo con el tema del arte de tapa. Ayer- casi como un niño tímido que oculta sus dibujos bajo el codo- me escamoteó una carpeta con dibujos, que según nos dijo, aún tenía que terminar, darle los retoques finales, estamparle de un plumazo extensivo el hígado invisible que le otorga el soplo de vida a la obra. Tenemos plena confianza en todo lo que realiza el Mono. Es un artista plástico, sin lugar a dudas, hecho a medida para lo que creo son las singladuras de esta travesía, para el viaje de Patricio Rey, aunque definitivamente no tengamos lugar donde llegar y nuestros pasos sean tan azarosos como los pasos de un verdadero lumpen vagabundo.
Hace más o menos diez días, en el fondo atormentado de la trinchera de la imaginación, insuflados por la absenta que se esconde en el fernet y el picor de un buen queso de rallar, terminamos de redondear la idea. Lo que podríamos llamar el núcleo de la composición general. Mucho rojo, mucho negro. Esa es la idea base. El rojo de las banderas de la revolución y el negro como símbolo de los anarcosindicalistas. Excusa estética y símbolo, más que ideología panfletaria. Creo que el Mono nos tiene preparada una sorpresa que viene catalogando de einsesteniana. Rosso le ha conseguido una copia en video de “El Acorazado Potemkim”, parece obsesionado con las escenas de multitudes.

2008/10/20

Sonido de cañones

Alfredo, en una maratón sin precedentes en la consecución de un disco, recorrió casi todas la disquerías de Buenos Aires buscando en los sitios más remotos algún material que posea sonidos de cañones disparando o de estallidos de bombas. Esta tarde, cuando el sol ya se había escondido tras los edificios, dejando la ciudad bajo un relente amarillo llegó a mi reducto con el rostro estampado de victoria, con toda la satisfacción de haber encontrado la figurita difícil, que yo, sabiendo que era una de las pocas personas en el mundo capaz de lograrlo, le había solicitado para poner de fondo en la introducción de “Fuegos de Oktubre”. Lo conseguió de casualidad dijo, cuando ya creía que había agotado todas las posibilidades de hallar mis solicitados estruendos de cañón, en uno de esos oscuros sucuchos de Rivadavia, unos localcitos donde se suelen juntar unos para nada simpáticos muchachitos rapados que alardean, -entre simbología heráldica camuflada sobre posters de la ciudad de Berlín en la pared, ejemplares piratas de Mein Kampf, pelo cortado al ras y pose de cancerberos- con el resurgimiento del nazismo. El disco que consiguió Alfredo – me cuenta, riéndose, que lo miraban con caras de pocos amigos, supone por su barba y aspecto neobolche y que dudaron bastante antes de venderselo- es un disco que contiene discursos referentes a la Segunda Guerra y los fachitos lo guardaban como una reliquia porque en una de las pistas contiene la voz de Hitler arengando a la tropa alemana antes de partir a Rusia.

2008/10/19

Conceptual

Alfredo me dice que por suerte el COMFER ya levantó la ridícula medida que prohibía la difusión de “Criminal Mambo” por todas las radios de la Capital, argumentando que la canción incitaba a la violencia. Exprime mas limón sobre su vaso de Gancia y se recuesta para atrás en la silla, ahora me habla de los diversos intentos en la historia del rock de realizar un álbum de tipo conceptual, me habla primero de Pink Floyd, Yes, Génesis y después de varias bandas más, que si no me equivoco solo él las debe haber escuchado en la Argentina. Está casi tan ansioso como yo ante la inminente culminación del nuevo disco. Me habla de un disco donde prima una idea matriz y una suerte de unidad sonora, lugar desde donde se van soltando, todas las canciones. Sin decirlo, está aludiendo a OKTUBRE . Encuentro en lo que dice un vector algo totalizante, algo no muy saludable para la creación artística. Pero no es a Alfredo a quien debo decírselo, el seguro habla de otra cosa. Son solo percepciones que parten y terminan en mí.

2008/10/18

Palladium

Vengo del furioso y taumatúrgico show que dimos en Palladium. Me siento afiebrado y levitando dentro de una enorme volatilidad que despeja en forma clara el tonelaje de dolor y angustia, el peso del mundo, prefiero llamarlo que desde hace años producto de una mente que se hace responsable de repensar una y otra vez la miseria humana se ha asentado definitivamente en mi cuerpo. La fiebre y ese estado de liviandad narcotizan mi cuerpo y mi alma de forma plena. Los grados de temperatura de más le infunden y agregan calor heroico a la plasticidad liviana del planeador feliz en que se ha convertido mi cuerpo desde hace ya unas horas.
Sobre la mesada dispongo una taza de café, media botella de Jonhy Walker etiqueta roja (regalo de Pupeto) , una tableta de cafiaspirina y un trozo de queso Camembert.
Demoro en ir a ducharme buscando una excusa para quedarme detenido en esta suerte de éxtasis catártico mientras el sudor seco sella mi cuerpo como una placa de barniz para que nada de mí se escape, se pierda. Tomo tres cafias y comienza el vértigo de rememorar, una a una, todas las imágenes que mi mente ha capturado durante el recital. Ell rostro poseído de Andrés Teocharidis ejecutando su contundente y arqueológico órgano Hammond. Fue suya la idea de abrir el recital con la obertura 1812 de Tchaicosky. Andrés es un fruidor demente de música clásica puede colgarse días enteros acostado sobre el piso escuchando disco de Bach, de Mozart o Debussy. Le comenté que a mi también me gusta explorar con atención la infinita riqueza de las composiciones musicales, pero tengo un problema, la música clásica no me sugiere más visiones que situaciones palaciegas, princesas bajando escaleras, pajes reverenciando a sus monarcas y demás banalidades de palacio. Andrés se ríe.
Skay poseso, equidistante de la muerte y blanco perfecto de las diabluras de Dionisios. Otra imagen que me desborda. Ejecuta los acordes del “Blues de la libertad”. Preso de una embriaguez de todo su contorno, como un místico de la rocknrrol culture.
En general, siempre soy yo el que recibe los elogios de los periodistas como frontman, se que tengo algún tipo de cualidades escénicas -no lo niego- pero Skay también tiene las suyas. Ha adquirido, desde ya hace un tiempo, un estilo que es enteramente suyo. Al principio creo que se notaba demasiado la influencia de Keith Richards, esos contoneos y aprontes de un disparador mágico de notas musicales. Las carácterísticas básicas de sus cuerpos son similares y eso colabora en las analogías que se pudieran trazar, pero poco a poco, como un freak que se constituye en base a sus propias cualidades fue despegando del arquetipo hasta originalizar su actitud física en un modo de gracia perfeccionada desde sus inmensos atributos para ser un consuetudinario artista de rock. El sombrero de cowboy y los anteojos espejados lo convierten en un Burroughs vital. Los chalecos y las camisas gitanas que le elige Poli también le dan un toque muy especial a todo el marco de su esmirriada fisonomía. Por momentos, si alguien sobre el escenario repara estudiosamente en él, da toda la impresión de ser un vaquero intergaláctico que muta a fuerza de su cuerpo plegado en contorsiones en gato de Angora en lord inglés en viaje a Oriente, o que en un pase de magia de su guitarra deviene en fibrosa onza de la sabana.
De la multiplicación de polaroids de la noche, de la proliferación extática de imágenes provocadas en el show me quedo, sobre todo, con la de la gente, La gente iluminada con los reflectores rojos, la de esos chicos sumergidos en el gas rojo y envolvente del clima interior de nuestro recital. Me gusta ver la reacción que tienen cuando Skay con los distintos acordes excita sus corazones de diferentes modos, hoy noté el ritmo cadencioso al que se abrazaron en “Semen- up” como si les hubiera suministrado, con la sola hilación de cuatro notas, un bolillón de opio pakistaní, una mucilaginosa trampa musical de encantamiento extrañamente bailable. También note la implacable furia marcial que les inocula la intro de “JIJIJI”. Por momentos me siento un general cartaginés a punto de entrar en las entrañas de Roma. Esto me inquieta y me da cierto temor.

2008/10/17

Espejos

Hoy, ni bien me levanté, me miré en el espejo. Hacía muchos años creo, que no me miraba con este tipo de detenimiento ante el espejo. Desde la adolescencia que tengo mis reticencias a los espejos y a las fotografías. Pese a la inmovilidad de la imagen sentí un enorme vértigo de tiempo escurriéndose por sus fisuras como si una música insoportablemente aguda portara, en su esencia sigilosa, la sombra de un remolino de años. Me detuve ante el espejo, no me lave la cara, como casi todos los días, de forma distraída. Hoy me detuve en honda y patética observación reflexiva de mi mismo. Como una Medusa, en un movimiento rápido, incrusté mis ojos en mis ojos, me deposité visualmente en el centro de mi imagen real y me divisé en la lejanía. Me sentí lejos como si los dínamos y la espesura técnica de mí alma no se correspondiera en nada casi con la figura raleada que configuraba y me devolvía el antojadizo espejo. De a poco, enfocando mis ojos como faros de luces huidizas fui centrándome sobre mi mismo, me observaba sostenidamente en la mirada reflejada e inventando un ejercicio de yoga existencial, por medio de pausas en la respiración busqué relajarme. Mi cabeza calva brillaba por efecto de la transpiración, mi barba de tres días se erizaba. Es difícil contemplarse, y llegar a decir con total seguridad este rostro es mío.
Corto las conjeturas de identidad, sus delirantes pasos que pueden conducirme, no diría sin retorno pero si con elevada intensidad a los oscuros callejones de las inmediaciones de la locura. No se puede profundizar sobre imágenes, no se puede conjeturar sobre representaciones, ya lo he aprendido con anterioridad en acabadas lecciones de los maestros de la noche. Con decisión, intentando que mi mente pase a otro tema, con el peine mojado tiré para atrás el pelo que se aglutinaba detrás de las sienes. Me miré por última vez con los ojos entornados en el centro del espejo, por un instante fugaz pero que me dejó una impresión profunda y aterradora, me sentí viejo y a la vez eterno como si vida y muerte fundiendose sobre el eje de una temporalidad totalizadora, fueran tal vez la misma cosa.

2008/10/16

Escher

Me quedo hipnotizado ante un dibujo de Escher. Los cocodrilos forman una ronda en torno al escritorio. Entre plumas, pisapapeles, tinteros y hojas escritas; una ceremonia circular. Giran y giran sin detenerse un instante. Doy un salto desnudo hacia el centro. Me sumerjo en el poderoso mundo de Escher.

2008/10/15

Colaborador de Cerdos

Enrique pretende que yo escriba en todos los números de la revista. Invirtió casi todo el transcurso de la noche -mientras dabamos cuenta de varias botellas de vino y algunas copas de grappa- intentando por todos los medios existentes, de poder convencerme. Desde que estuvo leyendo muchos de mis escritos ha quedado fascinado con ellos. Le gusta mi estilo Burroughs. Dijo que mis textos eran lo más parecido que había leído a “El almuerzo desnudo” que es sin dudas, tanto para Quique como para mí, uno de nuestros libros preferidos. Me contó que ha pasado noches enteras tratando de imitar la voz cariada y venenosa de Burroughs y que nunca encontró del todo, el modo de hacerlo, que no puede hacer coincidir en su escritura, esa síntesis que según el yo he logrado de forma excepcional. Le dije que sin embargo todo lo ha salido de su pluma tiene el fuerte sabor acre de nuestro beatnick maldito. Pero no llega a convencerse y mira con desdén hacia una de las ventanas del bar para arremeter otra vez con eso de que le de vía libre para publicar mis cosas. Se entusiasmo más cuando le dije que todos estos escritos formarían parte de una futura obra titulada: “El delito americano”. Ahí cometí el error de decirle que llevo escrito más de veinte cuadernos, con lo cual Enrique pensó que hay material de sobra y que yo estaría dispuesto a publicar todo ello en la revista. Me gusta jugar al cantante escritor al estilo Leonard Cohen. Sospecho que en un tiempo lograré un buen volumen de escritos con los cuales tendré que hacer algo. No sé. A esta tarea le dedico menos tiempo, el viaje parece haber sido disparado hacía otro lado, entonces muchas veces la parte exclusivamente literaria queda trunca sin la correción correspondiente. Textos expectantes de ese toque final que ha veces tarda tantos años en llegar.
Me negué rotundamente al pedido de Symns le dije que por ahora no quería comprometerme en nada más que en los discos y presentaciones en vivo de los Redonditos. El sabe que soy un tipo exigente con todo y que dejar que publique todo lo que hay en esos cuadernos es una irresponsabilidad artística. Enrique me miró dándome a entender que la Cerdos no puede comprometer a nadie más que a la perdición. Le deje en claro que cuente conmigo solo cuando yo tenga ganas y algo me parezca publicable. Symns quedó duro blasfemando contra el piso.

2008/10/14

No te ilusiones, Polaco

Sábado 19:30. Fernet y queso provolone cortado en bastones sobre una mesa en las inmediaciones del bar Británico, pocas horas antes de que la noche abra sus compuertas y nos abra paso al simulacro del infinito y de la eternidad, siempre y cuando el peruano Roque llegue con lo que tiene que llegar.
De pronto como si nos envolviera una red de palabras pronunciadas con el más demarcado curso de poesía crepuscular a la vez íntima, cotidiana y porteña; “Naranjo en flor” seguido de “Pa’ que bailen los muchachos”, descargaron sus compases desde los parlantes de la vieja radio que está atrás del mostrador. Nos quedamos en silencio dejandonos arrastrar por esos sonidos de elevada magia popular. Cuando el locutor de la radio comenzó a hablar continuando con el programa y todavía persistía en el aire del bar, la voz del cantor y los ecos del fuelle. Rosso, pidiendo otra vuelta más de Branca, -ahora uno con cola el otro solo con agua me refirió una anécdota tan graciosa como maravillosa. En algún lugar de la noche del tango – Caño 14 o algún lugar por el estilo, dijo Alfredo tratando de escenificar la acción- el dúo Goyeneche-Troilo, esa suerte, si la anacronía lo permite de verdaderos Stones criollos emocionaba a su público con sus encantadoras cualidades de enfangados seres celestiales. En una práctica, al parecer, habitual el Polaco aprovechando un solo intermedio del pianista se agachó sobre el hombro de Pichuco y apoyando su nariz sobre el saco azul del Gordo aspiro profundo. Troilo sin mover casi su cabeza, meciendo el bandoneón como a un niño le dijo: No te ilusiones Polaco, es caspa.

Libros

En mí los libros despiertan un curioso espíritu de contradicción y desafío. Mi casa estaba atestada de libros, tanto papá como mamá eran grandes lectores pero salvo en escasas excepciones yo accedía a esos volúmenes. Los miraba depositados en los anaqueles e intuía las millones de bestias bifrontes que conformando una especie de Infierno Musical a la manera de El Bosco no cesaban de multiplicarse dentro de las páginas.
Los cuentos de Edgar A. Poe han iniciado a muchas generaciones en el la senda interminable de la literatura. Todavía recuerdo con profundo desagrado los efectos que causaron en mí la lectura de esos cuentos, esas ensombrecidas ensoñaciones de borracho auscultando mi alma de niño. Desagrado y espanto por el simple hecho de que palabras, solo palabras, revelen en realidad un mundo. Fascinación en el fondo por que si alguien era capaz de tal hechicería, con esmero y con algo de suerte yo también lo sería. Desde ese instante busco en los libros sus claves secretas. Suelo mofarme a menudo de los escritores a los que es muy fácil descubrirle los piolines con que mueven sus muñecos. La constitución de un universo ramplón extraído de las más estúpidas obviedades de la imaginación. Me gustan los orbes complejos, callejones de infinitas salidas que se bifurcan en diversas direcciones y que te transportan por una senda imposible de desandar. Kafka es un buen ejemplo de esos monstruitos capaces de perderte en la inmensidad de sus resacas de imaginación.

2008/10/13

God

Eran los ingleses, querramos o no, una venganza dentro de la pequeñez del fútbol, pero lo estabamos esperando, sabíamos que ganarle a los ingleses tendría una implicancia mayor al la que se obtiene en el mero triunfo de un macht deportivo, así que al menos a mí me había entrado una urgencia terrible por ganar y un terror único por que nos dejen afuera del Mundial.
La soda que diluía el Gancia me había hinchado un poco, estaba molesto y no sabía como acomodarme en el sillón. Con ese fastidio me encontraba cuando Diego saltó con Shilton. Skay, que desde hacía un rato nos miraba como a extraterrestres por vernos con la tele y la radio encendidos al mismo tiempo, con su inocencia en cuestiones de fútbol dijo -Pucha lo metió con la mano-.
Para mi fue eterno el tramo de tiempo que pasó desde que la pelota cruzo la raya hasta que me aseguré, buscando con vista obsesiva las señas del línea y del árbitro, que ahora sí indicaba con el índice y corría hacia el centro del campo y que habían convalidado el gol. No habíamos terminado de festejar con un estruendo brevemente interrumpido por la duda y de explicale a Skay que un gol con la mano a los ingleses es doblemente glorioso que nos sumimos en ese plano mayor del éxtasis que fue el segundo gol de Diego. La jugada me había hecho que me fuera levantando poco a poco del sillón como si fuera parte de la coreografía de un mimo. Fui aproximándome a cada tranco de Diego y a cada inglés que iba cayendo vencido e impotente sobre el césped mexicano hacia el aparato de televisión hasta quedar en el último quiebre de cintura de Diego con la cabeza pegada a la pantalla. Solté uno de los alaridos más estridentes que di en mi vida. Música, creo que siempre voy a ver ese gol como música, forma pura. Cada toque imperceptible que Diego le daba a la pelota mientras avanzaba hacia el arco inglés, dejando a cada uno de los defensores que eliminaba como en un rapto de paraplejía, aumentaba un crescendo melodioso que iba componiendo una obra maravillosa única y definitiva.
Cuando terminó el partido me tomé dos sertal y dos novalginas. Más tarde nos fuimos a ensayar henchidos de victoria, gordos de placer. Semilla improvisó una base después de “Yo no me caí del cielo” donde coreamos el nombre de Diego hasta terminar el ensayo como una hinchada de locos encerrada en un sótano.

2008/10/12

Enrique

Cumpleaños de Enrique. Es como penetrar en el anverso más cargado de gotas de un cartón de ácido californiano. Como una vieja Enrique evitó decir cuantos años cumplía, con tono macarrónico nos eludía diciendo que cumplía su polvo un millón o su saque N 12000.
Enrique solo admite que en su cumpleaños le regalen merca. Fuera del capricho le compré “Los vagabundos del Dharma”.Tenía en el momento de recibirlo tan dureza solemne que hasta se emocionó.
En un rincón del living, Deborah exprimía limones sobre lo que aparentaba ser una gigantesca olla de caipirinha. Daniel sacaba un disco de Olodum para poner uno de Cocteau Twins mientras como al descuido le arrojaba, unos corazoncitos de cartón rojo a la olla.
Bajo el vocinglerío de las princesitas dementes de Cocteau Twins y cuando la gente ya empezaba a extrañar un poco los acordes de un furibundo rocknroll fue que entró el Petiso al departamento. Entró agarrandose con sus dos brazos el pecho. Los soltó para abrazar a Enrique, recién cuando Enrique lo separó un poco de su cuerpo nos dimos cuenta que tenía un terrible corchazo en el estómago. Pedía por favor que no lo lleven a ningún lado, a ningún hospital quería decir que lo curen hay mismo por que tenía desde hace tiempo pedido de captura. Lo llamanos al Turco que tiene cuarto año de medicina y lo atendió en la cama de Enrique. Por suerte la intervención del Turco dio resultado y el Petiso terminó bailando flamenco con la bala de la .9 que le sacaron de la panza sobre la cabeza. Después nos enteraríamos que el Petiso venía de tirotearse con varios polis. Según nos conto después le había mexicanedo un buen terrón de materia lunar a un comisario de la zona, lo siguieron por Córdoba hasta que chocó contra otro auto en la esquina de Jean Jaures. Ahí se produjo la balacera que hirió al Petiso: todo por hacerle un buen regalo a Enrique, dijo alguien. Una vez que el Petiso se hubo repuesto continuó la fiesta, fiesta que en realidad nunca se había detenido, siempre con las chicas bailando sobre la mesa y los alcoholes y los ingredientes sofocando las bocas y las narices de todos. Daniel y Kiki siguieron sacando faroles descomunales de caipirinha de la olla para los presentes hasta que la rigidez producto de la grandilocuente torta que trajo el petiso prevaleció sobre el delirio dinámico de la hierba y el alcohol que hasta el momento habían guiado el rumbo de la noche. Cuando llegaron Skay & Poli, Enrique estaba en su mejor momento, descalzo y parado sobre el respaldo de un sillón recitando una versión muy particular de “Aullidos” donde, en cada verso nos incluia a cada uno de los presentes como parte del poema de Ginsberg. Más tarde, muy entrada la madrugada, Skay tomó la guitarra y me conminó a que cantáramos Preso en mi ciudad y Motorpsico. Aprecié desde esa montaña de demente lucidez que habitaba en mi cabeza, como esas dos canciones fueron calando fina y subterráneamente, la fibra íntima de los amigos. Entreví la melodía trágica de mi voz penetrarlos muy al fondo de sus puntos primordiales.

2008/10/11

Tom Lupo

Estaba ensimismado como de costumbre en estos últimos días en el centro de los compases catárticos de mi pensamiento mientras me aprestaba a comprar puchos en un kiosquito de la estación Once cuando dí con ese tipo que dios sabe como se llama en realidad pero que el insiste en que lo llamen Tom Lupo. Se paró detrás de mí esperando su turno en el kiosco. Cuando me dí vuelta para irme, encerrado entre el vidrio de la vidriera y su codo extendido, no pude escabullirme para no saludarlo. Lupo, el psicoanalista chaqueño con ínfulas de galán a lo Bogart y de palabrista inusitado a lo Girondo. Enseguida acomodó con impronta de simpatía su gesticulación recia para parecer más cordial y me estrecho un leve abrazo. Apenas cruzamos unas palabras, donde los dos nos preguntamos lo mismo, si sabíamos algo de Deborah, si había vuelto de Machu Pichu o había decidido instalarse en Bahía, decidimos que los poco menos de treinta minutos que quedaban hasta que parta el tren lo invertiríamos en unos rápidos tragos en la barra de unos de los barcitos de comidas rápidas que hay en Once. Lo conocí hace un tiempo en casa de Deborah. Los asistentes a aquel – por denominarlo de algún modo- mitín poético reventón, reunión propia del talante de esta incipiente democracia con sus sed profunda en abrevar en los mares de la mas ambigua libertad más que en un revival sesentista, donde yo vendría a hacer el papel del oscuro cantante de rock con buenas letras, -y que entre otra cosas, debo confesarlo, estaba más allí por una presencia femenina que me estaba consumiendo, noche a noche y sin compasión el hígado, que por otra cosa- se habían congregado bajo la dura y nicotínica voz del juglar Tom Lupo. El tipo parecía conocerme, yo en cambio no. Deborah, delicada cicerone de almas, hizo las presentaciones de rigor mientras nos servía unas copas tremebundas de fernet, un néctar negro como agua de río rebalsando las copas y en aquel apretón de manos y en ese abrazo reconocí a un tipo con una energía nebulosa y sombría, aunque, debo reconocerlo, no exenta de humeantes resplandores, propio de los personajes que se han dado cita hasta ahora en el rumboso viaje de Patricio Rey.
Lupo tenía en ese momento un programa de radio a la medianoche, en una radio que, como dicen cuando se trata de una estación ignota, se caía del dial, pero con una audiencia de lo más granada y fiel, donde me contaron, pasaba mucho de nuestros temas e inventaba – de acuerdo a una mitología bastante apócrifa acuñada como los viejos relatos orales, en el pasaje de boca en boca de hechos anecdóticos y de catadura semi épica- un poco nuestra historia.
Aquella noche en el living de la casa de Deborah - un cálido lugar atiborrado de objetos hindúes, humo de sahumerios y una bodega colmada de bebidas espirituosas- , donde sobresalía parada sobre una mesa ratona una monumental esfinge de Shiva construida con un pesado metal de color dorado, traída por Marcos de su último viaje por los laberintos de la profunda Delhi, Tom Lupo, en su esforzada versión poeta y abrazado a la diosa hindú no paró un instante de recitar de memoria al portugués Pessoa. Algo que en un primer momento llego a sorprenderme y a atraparme para terminar sencillamente aburriéndome.
En algún momento de la velada cuando el fernet como la noche se fueron consumiendo en el epicentro de su monolítica negrura, se me acercó y convidandome un Gitane me confesó su admiración por lo que venimos haciendo con los Redonditos. Siempre temí, lo que considero una capacidad especial de la percepción y que denomino con el nombre de: lectura del revés de la baldosa. Paso a brevemente explicarlo: el pensamiento como una baldosa despegada de la vereda, su revés: la tierra adosada, las irregularidades del pórtland, los ácaros, lombrices y tuercas oxidadas. Con frecuencia me niego a levantar la baldosa pero esta se empecina en mostrarme su colgajo de impresiones que tomando en consideración las de Tom Lupo destilaba la más previsible de las envidias. En algún momento pensé que se trataba de algún tipo de broma. Después de decirme si sabía que en sus comienzos Manal, la mítica banda de Javier Martinez, así la llamó, buscando un nombre similar a los de sus admirados Cream se habían puesto Ricota, soltó al pasar que él ya había pensado en montar un espectáculo de monólogos con música rock de fondo con el nombre de Octubre, donde a través de presupuestos, “marxistas y freudianos” llevaría a cabo una radiografía letal de la sociedad posmoderna. Dejé que descargue su curioso arsenal empático disponiendo en mi rostro una oronda cara de poker. Llegó a tal punto la cosa, -también tenía un cuento muy similar a la historia de Roxana Porcelana- que de la bronca inicial pasé a una suerte de simpatía por el obstinamiento en mostrar similitudes creativas. Acoté grageas graciosas al análisis lacaniano de Barbazul y me dije que después de todo el chaqueño no podía ser sino un acólito ferviente, un verdadero fiel de Patricio Rey y que si quería rivalizar o pasarme factura de derechos de autor lo hacia de una forma tan abiertamente devota que lo agendé enseguida entre nuestros seguidores más desmesurados.
Tom Lupo, antes de tomar el último trago de cerveza, compró una petaca de wiskey que el tipo que atendía saco del mismo aparatejo de vidrio donde guarda los pebetes y nos fuimos los dos, caminando con rapidez hacia al andén para tomar el tren eléctrico que, en segundos nomás nos arrojaría hacia el oeste de la Capital. Tom se iba a Moreno a visitar una paciente de su diván que al parecer, entre sesión y sesión, le había mordido el corazón y yo volvía a Ramos. Nos acomodamos en los desvencijados sillones de cuerina del tren y en un principio nos dejamos llevar por el sopor tumefacto de este tipo de viajes. En silencio me pasó la petaca de wiskey y me señaló con el indice riendo sordamente una inscripción con birome en la parte de atrás del asiento. Ni bien pasamos Caballito comenzamos ha conversar acerca de las pintadas en las paredes. A los dos nos sorprendía su constante multiplicación en la paredes de toda la ciudad, su diversidad temática y de que forma las tribus barriales iban encontrando nuevos modos de ir tanto delimitando sus zonas como abriendo nuevos espacios de expresión. Tom Lupo me decía con su voz grave que estos grafittis contienen, pese a su grafía muchas veces deforme, ilegible, o superpuestas unas a otras una información maravillosa que va desde las internas sindicales de los ferroviarios hasta el ascenso de la última bandita de rock barrial y que son mucho más interesantes que cualquier revista de actualidad que pueda encontrar en los puestos de diario. . Me habló de “Los Vergara”, un grupo artístico dedicado a pintar frases ingeniosas en los paredones vacíos de Buenos Aires. El como yo, tenía memorizado muchos de los grafittis más famosos del Mayo Francés, los fuimos intercalando a lo largo de lo que restaba del viaje como si no solo estuviéramos ante el paisaje semiapocalíptico del gran Buenos Aires sino también ante los antiguos muros de la Sorbona y del barrio Latino. Me contó que uno de los más famoso graffitis de esa época el que decía algo así como seamos sensatos , pidamos lo imposible, lo había ideado un uruguayo llamado Escari que formaba parte del entorno cercano del otro uruguayo, el entre otras cosas dramaturgo Copi. Me prometió acercarme un pequeño librito con una recopilación de estos así tambien como unas fotocopias con el trabajo de Los Vergara .Como si hubiera ido contabilizando cada una de las pintadas que visualizamos en este tramo del viaje. Lupo me arrojó las cifras de su balance. V8 ganó por muerte me dijo al despedirse, cuando bajé en la estació Ramos Mejía.
Mientras caminaba hacia mi casa recordé la pintada a la altura de Floresta con aerosol verde, “Los ojos ciegos bien abiertos” y aquella otra “al planeta un bombazo le vamos a dar”. Una nueva forma de emoción me recorrió la médula, emoción parecida a la que experimento durante los show. Aquel mapa de la cultura urbana inscripto en paredones marginales y en el hierro de viejos galpones encerraba un gran poder de simbolización y un nuevo campo de pertenencia para los jóvenes. Leyéndolos se podía acceder a zonas no reveladas de los pibes, a la bodega secreta de sus sueños y desvelos. Con esto se ha recuperado o vuelto a inaugurar un modo de expresión que desde quizá las cuevas de Altamira pasando por las amenazas pintadas con carbonilla en la Edad Media hasta el Mayo Francés y más para acá toda la cultura callejera neyorquina del Bronx y de Chinatown por ejemplo se ha erigido como la voz de los que no tiene otro sitio de expresión. Iba intentando esta torva arqueología de la pintada callejera buscando sobre todo la diferencia esencial que tendrían con las pintadas políticas de la decada pasada cuando entre las sombras de la noche tres pibes se daban a la fuga luego de garabatear algo en la pared vecina a mi casa. Hice fuerza para que sus piernas fueran más veloces y hábiles que las ruedas del patrullero que los perseguía. Antes de entrar a casa vi como todavía chorreaban los trazos de aerosol fresco sobre la pared. Milicos Hijos de Puta decía con grandes letras rojas.

2008/10/10

The Cure en Ferro

Pese a todo – a mis primeras negativas y después de varias insistencias a mis aceptaciones en suspenso- Poli – mujer obsecada si la hay- nos llevó a Ferro. Ella se encargo de ir a comprar las entradas y de arrastrarnos hacia un taxi que nos dejó en las inmediaciones de Caballito a pocas cuadras del estadio. Yo le he explicado en más de una oportunidad – sobre todo cuando pone discos de The Cure y me mira como esperando algún comentario que surja de mí - que no me banco esa cosa existencialista del dark, ese continnum de lamento degollado. Y le explico que no los tildo de existencialistas solo por que su último hit “Matándo un árabe” esté inspirado en un libro de Albert Camus, no ese facilismo, no, la cuestión es más de fondo, en los estribillo en esa cadencia de eterna problemática adolescente que añora como campo de solución, el suicidio, la muerte. En más de una ocasión he vuelto a afirmar que si formamos parte de la cultura rock como creemos, es solo para remendar esas heridas inevitables, por lo cual todo ese papo de tristeza letárgica de los ingleses sería la antítesis de lo que consideramos rock.
Pero no se ven demasiados shows internacionales en Argentina. Así que fuimos a ver como sonaba esa banda inglesa.
Poli es fanática de The Cure y hace bien en apropiarse un poco de ese glamour oscuro de los dark, con ello logra dulcificar un poco sus zonas macabras de psicokiller bajofondera. En ella, bajo su piel dura de pantera, entre la sombra de sus garras y sus dientes, la verdad, las penitas existenciales, trocan en sofisticada ironía.
Después de tomarnos unos buenos tragos en el depto. de Skay & Poli, bajamos y nos tomamos un taxi para Caballito , bajamos cerca de una pizzería a cinco cuadras de la cancha. Les dije que por nada del mundo me iban a ver haciendo cola para entrar al estadio. Que ni lo sueñen. Poli comprendió enseguida que esta vez era rotundo con lo que decía y que no iba a haber forma de hacerme cambiar de idea. Con mucha cancha lo aceptó. Decidimos que nos quedariamos tomando algo, en la pizzería, hasta que entrara toda la gente al estadio. Pedimos cerveza y fernet. En los primeros tragos busque salirme de las circunvoluciones internas de mi cerebro que me internan lejos del olor a la realidad y me convierten en un fantasma invisible. Me dispuse a salirme de mi mismo, desintrospectarme y sentir el juego de vanidades estéticas que se daba cita en la veredas de todo Caballito. Desde mi silla en la pizzería comencé a divisar la diversidad del zoo urbano que acudia al recital. Esta noche parecia que todos los jóves y no tan jóvenes estetas se habían dado cita en Ferro. Pululaban punks de todas las edades, los más sanitos, en ardua competencia por el largo de su cresta, homéricos engrudos de Lord Chesseline se elevaban desde la base de sus cabezas semirapadas, las crestas verdes le ganaban a las anaranjadas que parecian más femeninas, entre los punks más reventados la competencia parecia tener que ver con ver quien iba con más Artane, Rhoypnol o Cyclopentolato encima, en una épica esperpéntica de barbitúricos, las rodillas se le doblaban a cada paso marcandole un contoneo bastante gracioso. Pensar que todo eso Luca lo vivio hace casi diez años en Londres. Pibe y pibas bien, extraídos de los algodones más pomposos de Barrio Norte con la estampa de Sid Vicius en pecho como cifra de toda rebeldía, increíbles gatas enfundadas en cueros negro y maquilladas para la ocación en grupos de a seis o siete que parecían sacadas del back stage de Blade Runner, heavies escabiados hasta el alma con vino barato o con ginebra, con el inconfundible paso pesado del borrracho gritando por la calle con esa voz aprisionada de cencerro mal golpeado que solo los desangelados del gran Buenos Aires tienen, modernos de todo tipo maquillados de blanco y con los ojos surcados por delineadores negros o rojos, con el tic constante de mirarse en los vidrios y arreglarse sus pelos con spray. Estaba absorto, apabullado ante tanta producción estética. Poli y Skay seguían dándole de beber fernet a sus palabras mientras yo me ponía a comparar a esta gente que había invadido Caballito con los pibes que están viniendo a nuestros recitales. Por lo general un jean gastado y una camisa transpirada es la camiseta de nuestro público. Nuestras chicas si tienen un poco más de charme con sus camisolas hindúes o algún cuero caro rehenes de una noche de lujuria.
Por fortuna después del recital, un tachero que de casualidad pasaba por ahí nos levantó en medio de una batahola infernal, un quilombo padre, de corridas gritos y algunos gases no se sabe todavía muy bien por qué fue originado. La parte más sangrienta de la batalla estuvo dada en la calle adyacente a las plateas donde los chicos se trenzaron duro con los ovejeros de toxicomanía. Algunos medios registraron en sus notas que varios de estos perros terminaron destripados.

2008/10/09

Sr. Rey

Me preguntan, cada vez más seguido, por Patricio Rey o en muchas ocasiones me tratan directamente como si yo fuera el mismo Patricio Rey. De las dos opciones prefiero la primera, la otra comenzó siendo algo cómico, tipo gag de comedia de Woody Allen o de los hermanos Marx hasta que terminó por transformarse en un malentendido realmente fastidioso y pesado. Explicar que uno no es Patricio Rey se torna, con el tiempo, después de disfrutar de las mieles de la despersonalización, un poco latoso y hasta aburrido en cambio explicar al verdadero Patricio me divierte más, me gusta delirar un rato con tal cuestión hasta que los señores se ponen pesados y exigen datos concretos del susodicho. -¿Y no tenés el teléfono? -pueden llegar a preguntar o -¿en que bar para?-
Me gusta improvisarle diversas biografías, distintas vidas de Mr. Rey. A veces lo presento como un embajador munificente con sede en Bruselas otras como una entidad abstracta fruto de la condensación gaseosa de los redonditos de ricota que preparaba el Doce, como un chamán que procura constantemente conjurar todas nuestras cobardías o verlo como un vagabundo itinerantes de las grandes redes cloacales de la ciudad.
Patricio Rey es sobre todo misterio, enigma sin revelar, magnifica estructura falsaria, eterno combustible de nuestras maquinaciones y trampolín que nos dispara por sobre los decorados del rock.

2008/10/08

Atila

Hoy a las dos de la tarde, justo cuando me estaba sumergiendo en lo mejor de esa novela inigualable que es “El Castillo” y que tanto me gusta nombrar en mi presunto alemán, Das Kastle, Das Kastle repito antes de abrir el libro, mi cuerpo había transmutado en el cuerpo del señor K. y Frieda me miraba desde los pies de la cama con mirada de mármol desolado, esperando que derrame toda mi cerveza oscura sobre sus ubres, sonó el timbre. Abrí la puerta sin ganas, esperando que no sea nadie para volver a la cama, a la senda inextrincable de K. Enseguida divisé el sobretodo beige tipo Dick Tracy, salpicado cada vez más de lamparones y aureolas procedentes de los avatares noctívagos de la agitada vida nómade de Symns. Era Enrique, si, mi querido amigo Chinasky su barba rala y sucia parecía erizada de emoción, atrás de este y con los ojos vitrificados como dos bolitas japonesas llegué a divisar al Negro Atila. Venía escondiéndose detrás de uno de los hombros de Enrique, como si le costara volver mirarme después de tantos años, su rostro era el mapa de la más cruda desolación, el rostro de los que retornan de las sombras depiadadas de la cárceles. Cuando me abrazó, lo senti sollozar como a una criatura, me heló el alma, ese bandoneón humano estructurando una melodía sin par en su tristeza. Un duro, un arquetipo de la más pura integridad ante la crudeza de la existencia, a punto de quebrarse por completo. Por suerte acudió a su arsenal de anticuerpos contra la congoja y se separó de mí esbozando una sonrisa oscura y más que resignada, desafiante. Acababa de salir de Caseros. Homicidio. 8 años y medio. Junto a Enrique estuvimos durante este tiempo haciendones cargo de su familia, andando un poco detrás de sus hijos intentando que la ausencia del padre no los hunda en la miseria total, más o menos cada quince días nos tomamos un bondi hasta Quilmes y le dejamos unos manguitos para que vayan tirando. Quique quería que salgamos a festejar el regreso del fabuloso Atila por lo que proclamaba exaltado, sin cuestionarselo como en noches anteriores y creo que al solo efecto de cambiarle la cara al Negro, al mundo de los libres. Llevaba un cuadernito de anotaciones y su pequeño grabador de mano que acababa de recuperar después de tenerlo empeñado desde ya hace más de un mes en lo de Guindi, con lo cual preparaba una nota para la revista. Salimos. Me sentía un poco tenso ante la presencia del Negro, me parecía que cualquier comentario podía herir su susceptibilidad postprisión, hasta que el Enrique infrahumano ese que se desboca y que es capaz de cualquier barbaridad y sobre todo de cuestionar el termino barbaridad le dijo: – Negro no te habrán hecho el rosquete allá adentro, que andas tan calladito. El Negro Atila estalló en una carcajada hosca y limpia como un vendaval. Me relajé un poco y le conté los de los Redonditos y los invité al próximo recital.
El negro llegó a Caseros luego de dispararle un balazo entre los ojos al Japonés, un buchón de la poli que había batido a su primo Robi. Nada se pudo hacer por la libertad de Atila. Le dimos unos cuantos pesos a un abogado pero la cosa estaba muy podrida. Atila comenzó a contarle a Enrique su odisea en el penal, para esto ya estabamos instalados en “Duncan” tomando unos fernet. Me distraje de las palabras de Atila de las que aún escuchaba “los viernes a la noche deseaba más que nunca estar afuera, no sabía como contener esa tormenta de adrenalina que anuncia un fin de semana salvaje”, para mirar el televisor en un rincón del bar. Catástrofe espacial anunció un titular con iridiscentes letras blancas. Atila continuaba con sus relatos carcelarios, Enrique miró a Atila y después al televisor. Estalló en el espacio el transbordador espacial Challenger.
Yanquis hijos de puta – gritaba Enrique- así van a volar todos por el aire, esparciendo toda esa puta mierda que tienen en el craneo. Las gentes de las mesas contiguas lo miraban como quien mira a un alienado irremediable mientras los ojos de Atila se iban bebiendo toda la libertad que emanaba el aura anárquica de su viejo amigo, con una sed inagotable.

C. Cornelio

En una velada de lo más apacible en una de las mesas del Crónico, remarco lo de apacible porque desde hace unos meses las noches parecen azotadas por todos los vientos del mundo, simunes de alta intensidad, tifones de corazón abierto, Poli nos presentó a Claudio Cornelio. Hace unos días lo vio tocando con su banda y le pareció que podía aportar los golpes de batería que Skay y yo venimos requiriendo. Entre trago y trago, el pibe fue cayendonos bien. Nos contaba que estan terminando de grabar un disco formidablemente destructivo. Un disco suicida, así lo llamó. Después de la exaltación que evidentemente le provocaba la grabación de su último trabajo, se puso a reflexionar, presentó ciertas preocupaciones por el cantante de la banda un tal Palo, que según Claudio no anda nada bien de la cabeza. Skay y yo lo miramos con algo de asombro ante tal confesión. Siguió relatando algunos avatares de la vida de este pibe, de su poesía irresistiblemente suicida y de sus desatrosos avatares para ganarse la vida. Cuando el pibe se fue, entre otras cosas muy contento con la propuesta que le hicimos para que sea nuestro invitado, con Poli pedimos otra vuelta más de fernet y mientras la Negra bancaba mi silencio hablado pitando fuerte una tanta larga de Parissienes me quedé pensando en las actitudes suicidas dentro de la cultura rock, ensayando mentalmente mientras miraba por la ventana las calles casi vacias de esta Buenos Aires de madrugada. Morrison, Hendrix, Brian Jones.¿Ese amasijarse en escena como un strip tease de la muerte tiene algo que ver con los que siempre hemos creido son los latidos fundamentales de la cultura rock? Puede haber accidente y puede haber exceso, nadie está al margen de ello, pero puede el rock vehiculizar las pulsiones de muerte ser esta su única y obsesa viajante?. Si así fuera la historia, el rock estaría emparentado directamente con los imperativos posmodernos que de algún modo -cada cual a su modo- intentamos combatir. Un autofascimo orgánico y físico que no me gusta. Existe otra actitud posmoderna peor que el pedito de color del granjero Rick Asley, digo de la frivolidad y la pelotudez, de la liviandad y la frivolidad, de Soda Stereo y los ultraliberales y es la actitud de intentar vencerse su propia sangre, demostrar con la propia muerte que el estado de cosas es así de inmodificable y con la muerte me voy a un lugar mejor. Si dentro de nosotros habita un enemigo, ese es el que abandona.

2008/10/07

Dupla

Skay en varias ocasiones tiene la buena costumbre de terminar los ensayos entregandome la cinta de un TDK con material previamente grabado en su casa. Todavía no entiendo bien porqué no me los presenta directamente en la sala antes de comenzar a tocar. Creo que tiene el buen presentimiento o la intuición de que las cosas por algo en especial, que todavía no alcanzo a comprender del todo, deben ser así. Yo debo irme a mi casa con la dinamita de su guitarra guardada en el bolsillo de mi camisa a desbrozarla en soledad. Confieso que me gusta llegar a casa, servirme un wisky mientras pongo su cinta en el grabador y sumergirme, adentrarme como un explorador en tierra vírgen, en el núcleo encantado de sus grandes enigmas musicales que yo de alguna manera - soy el poeta de la banda no?-, debo resolver en canciones.
Últimamente nuestro método compositivo comienza a ser el siguiente. Me tira riff y melodías y yo intento poblar esa selva con animales-palabras, fauna-prosa. Comúnmente repentizo en seguida su intención nunca demoro demasiado en asimilar a donde nos quiere llevar ese contenido musical y enseguida con una especie de automatización poética como si estuviera jugando a algún juego de un grupo de surrealistas en un a terraza de la Rue Grignard, emergen dos o tres palabras claves de un cadáver exquisito en la soledad de mis heterónimos o bien una frase que oficia de base para lo que será ineludiblemente la cabeza de la nueva criatura. Pero esta vez me puso en un aprieto. Tenía, el engrendro de Skay, por momentos el pulso de una marcha militar turca y por momentos una vertiginosa zona de ripios, laberínticos acordes de rebeldía y libertad, mucho caldo de congrio en el que nadar. Estuve todo el momento con algo en la punta del cerebro. El muy hijo de puta me miraba desde la cinta como si me estuviera desafiando. El son de una retorcida gloria subía desde el puente de su Ibánez. Rememorando ese momento acuden a mi mente hordas hambrientas descendiendo desde la montaña para arrasar una ciudad. Fuego , también veo fuego. Me dijo que esta me iba a costar y nos fuimos cada cual a su casa.Cada día creo más en la maestría de Skay, es un tipo muy parecido a su hermano, pero con más misterio, más tapado. Su soberbia humildad lo beneficia sobremanera. Cuando asoma un filamento de su ego parece una hebra de oro balanceándose sobre una bolsa de arpillera.
Los dos formamos un buen grupo compositivo, no tengo duda en cuanto a ello. Pienso en las grandes duplas de la música, por ejemplo en Jagger y Richards, en Lennon y Mc Cartney, en Gardel y Lepera y trato de desentrañar los secretos que hicieron posible esas grandes alquimias que no deben haber diferido demasiado, en cuanto al misterio de sus producciones, que a esto que nos sucede con Skay. Entre Skay y yo el vínculo, aunque suene cursi, es más bien mágico, palabra que surge para poder designar aquello más alejado de la prolijidad racional. No hay un orden lógico en el que pueda descansar algún tipo de reflexión. Me gusta pensar que estamos en manos de una organización cósmica-emocional que toma cuerpo en Patricio Rey. Antes de irme a acostar busco algunos libros. Gramsi- Artaud- Kafka.

2008/10/06

Borges

Me recosté en el sillón a dormir la siesta. Puse la radio baja para que esa letanía insípida y chabacana purifique un poco ni negro estrés poético. Necesito un poco de frivolidad, de hielo seco para distraer las hemorragias de palabras y las locas avalanchas de sentido y sinsentido, que por estos días estan atravesando todo la extensión mi continente mental. Estaba por caer en un breve pozo de sueño cuando escuche que acababa de morir en Ginebra, el viejo Borges. No sentí pena ni nada soló una frenética manía por enumerar todas las charlas que ya sea con Kleiman con Rosso o con Enrique hemos sostenido en torno a la figura de Borges. Una a una fueron pasando como diapositivas hasta detenerse en Kleiman envuelto en una bufanda roja en una de las mesas del Británico. Esa noche nos deslumbró a todos con una brillante y geométrica analogía entre las pesadillas de Funes el memorioso y los efectos insomnes de la merca. Alguien contó, seguramente el mismo Claudio que Borges alguna vez jaló una que otra raya y a su parecer le parecio una golosina mentolada que no le produjo ningún efecto. Por primera vez desde que nos conocemos tanto Enrique como yo, teniendo mucho que aportar al tema en cuestión, nos quedamos mudos, dejando que fluyera como un oráculo revelador las palabras de Kleiman. Enrique lo terminó puteando porque dijo que eso lo tendría que haber pensado él – No vos Claudito.
Después de la noticia de la muerte de Borges debo confesar que cierta estúpida solemnidad se planta en mí como siempre ha hora de la muerte de un escritor- abandoné la idea de la siesta para buscar entre mis libros alguno de Borges. Leí un poco Ficciones y recordé las discusiones que hace no muchos años se suscitaban en torno a la figura de Borges. Estaban los que defendía a ultranza su literatura por sobre todas sus miserias y los que lo condenaban sin vueltas como a un facho irremediable.
Fui hasta uno de mis cuadernos y donde tenía escrito “los ojos bien abiertos”, le inserte entre “ojos” y “bien” la palabra ciegos.

2008/10/05

Esos cassettes que me deja Skay

Mañana es día de ensayo. Skay dispara dinamita desde su guitarra. Desde que grabamos Gulp su inspiración se ha desasatado con la fuerza de un simún creativo. Hoy a la tarde le dejó un cassette al Piojo Abalos. Lo tomo como otro bello problema a resolver. Ya creo tener las coordenadas de aquella otra cinta, esa que mis capacidades sinestésicas revelavan como fuegos y texturas oscuras. Ahora con detectivismo poético trato de desentrañar esta suerte de polka rusa que Skay nos ha dejado. Para esto llevo escrito varias hojas del block. Nunca o en escasas excepciones me pongo a escribir una letra directamente. Me gusta probar las posibilidades de un texto. Ejecutar prosa hasta que se haga visible algun relieve, alguna especie de excepcionalidad en las frases, para ello afilo la punta del lapiz con un cuchillo, dejo que el grafito sea un bisturí cortante sobre la pulpa del papel.
Me complace ser el letrista de la banda. Tener la responsabilidad literaria si se quiere. La inspiración me atrapa en cualquier momento. Hoy al mediodía mientras asaba un par de chuletas, un chillido musical comenzó a lustrarme el balero. “Divina tv fuhrer mi amor, donde quieras que vayas eveready estará”

2008/10/04

Campeones del mundo

Es difícil explicarlo. No me gustaría caer en una suerte de psicología palurda y decir que la sociedad asimila triunfos abstractos para palear derrotas concretas o creer en pose de sociólogo que el campeonato mundial sirve para tapar las iniquidades que el Estado no llega a solucionar.
El fútbol es parte de esta menesunda y esta alegría no es en joda. Disfrutemos de su efímero amargor de demonio bajando por la garganta y dilatemos lo más posible este tiempo. No seamos como Enrique Symns que gritó los dos goles de Alemania para ahondar el vértigo de las caídas. La derrota es el peor de los vicios.
Ni bien terminó el partido cayó el Rosarino, nos dejó a todos con un ojo en la repetición del gol de Burruchaga y otro en sus manos dibujando concéntricos círculos blancos en una bandeja. Esperábamos salir a festejar pero el imperio de la paranoia nos cercó todas las puertas. Enrique miraba con mil ojos por las hendiduras de la persiana, Skay se quedó recostado en un sillón farfullandole a la nada. El Rosarino, gallina a muerte, no paraba de hablarle al Piojo de la influencia de Ruggeri y Pumpido en el triunfo de la Selección mientras miraba hacia los costados como si vinieran a esposarlo. La más tranquila, como siempre era Poli, se paseaba por el dpto. con un vaso de fernet en la mano balbuceando irónicas palabras en alemán.

2008/10/03

Los nuevos chicos

¿Está cambiando buena parte de nuestro público? Esto fue lo que me preguntó Poli anoche, mientras tomabamos unas copas y mirabamos el diseño de la entrada que Rocambole a boceteado para la presentación de Oktubre en Palladium, con voz meliflua e ironizando cierta petulancia de pertenencia como si a traves de ese rasgos de humildad querría dejar en claro que no somos los padres ni los dueños exclusivos de ninguna grey. Tarde en contestarle dandole vueltas al hielo de mi wiskey. Esta en lo cierto Poli. Yo particularmente veo muchas caras nuevas y tambien, en menor medida, muchas caras que ya no están que poco a poco han ido desapareciendo del otro lado del escenario como si la inclemencia de una nueva era geologica los hubiera tomado sin la adaptación necesaria para sobrevivir en estos nuevos climas.
Desde siempre Poli es una gran escrutadora de mesnadas humanas. Sus ojos cuentan, pesan, radiografian y controlan desde los más pequeños a los más grandes flujos humanos con una capacidad asombrosa en su exactitud. Por ejemplo con una mirada desde la vereda de enfrente a la mesa de un bar puede decirte que en tal mesa, en la del fondo la más proxima al baño de damas, están transando pepas un chongo y dos trolas o descifrar que en el acto de Cafiero en Atlanta había tantos barras de Boca, tantos de Chacarita y tantos de Chicago. No suele fallar. Todos nos reimos mucho cuando afirma con extrema severidad que aquella noche en lo del Polaco en Salta la concurrencia ascendia a dieciocho parroquianos, un gato y dos milicos infiltrados.
Yo a decir verdad he perdido un poco la cuenta. En un momento cuando eramos pocos los que asistíamos a las dionisiacas celebraciones en torno a Patricio Rey, podía, sin exagerar, hasta recordar el rostro de cada uno de los presentes, contabilizarlos, registrar nombre apellido y apodo como si se tratara de un viejo puñado de amigos que se reunen en torno a un asado previamente organizado pero esto ya se ha vuelto imposible, además nos hemos habituado a permanecer casi todo el tiempo antes del show dentro de los camarines , aportando cada vez menos en la barra de los boliches por los que tocamos. No se bien todavía por que sistemáticamente nos encerramos a hacer la previa en los camarines muchas veces improvisados, creo que es como si quisieramos preservar algo de misterio ante la nueva gente que nos viene a ver.
Salvo desde arriba del escenario cuando salgo a cantar yo veo muy poco a la gente. Se que muchos viejitos nos siguen viniendo a ver, son ellos los que golpean insistentemente la puerta de los camarines, aquellos próceres que nos acompañan desde los Lozanazos, la épica caterva no nos abandona, pero también hemos sumado a un montón de pibes nuevos, seguidores de Sumo, me dicen, que sobre todo a traves del boca en boca van llegando cada vez con más frecuencia y en mayor número a nuestros recitales. ¿Verán en nosotros algo del complot contracultural que de alguna forma comenzó a urdir el Tano, en su fugaz pero contundente paso por la Argentina?
Suelen ser tipos jóvenes que curten buen rocanrrol. Susceptibles se podría decir a cierta experimentación poética sin llegar ser los lectores desquiciados como los amigos de la vieja caterva, sino que todo su bagaje literario con el cual se alimentan surge de las letras de las canciones rock que en algún lugar han visto traducidas y que con fortuna han ido incorporando a su imaginario. The Doors, The Clash, Hendrix, Marley, ese palo. Muchos suelen venir de lejos, de los distintos barrios del conurbano, lugares donde historicamente a imperado el rock duro desde Manal a Riff. También hay en torno a Patricio Rey un club de marginetas incondicional. Transeros, chorros, maricas y asesinos. Record de prontuariados- bromea Poli. Esto es culpa de Enrique le digo siguiendo la broma. Yo solo canto para dandys exquisitos y morochas puro Keruac.

Comer con los amigos

Kleiman y Rosso me estuvieron cargando buena parte de la tarde. Cuando caí a la disquería para ver como andaban los encontré con la Cerdos & Peces en la mano leyendo la nota que me hizo Symns para el últino número. Estudiaba en las bateas las novedades discográficas que ha traído Alfredo mientras mis amigos terminaban de leer la nota apoyados sobre el mostrador. Sos un hijo de puta- dijo Claudio- solo alguien como vos puede saber cuanta guita sale el kilo de flete en un taxi espacial. Alfredo se había tentado de risa, pese a que son los dos grandes amigos, la situación me estaba poniendo más que nervioso. Cuando llegaron a tildarme de “diputado verde de la socialdemocracia” la cosa pasó a mayores y los conminé a que se dejen inmediatamente de romper las pelotas. Nos cagamos de risa los tres y decidimos salir a comer unas mollejas. En el trayecto les fui comentando que estamos por preparar la presentación de Oktubre en Palladium. Tanto Alfredo como Claudio se dispusieron a colaborar en la promoción, uno en la radio y otro desde la revista. Pese a la crisis económica del país las cosas nos están saliendo bastante bien. Alfredo me acaba de decir que solo le quedan tres discos de los cien que le trajimos la última vez. Le digo que me haga el favor de guardarme la guita correspondiente que ya pasará Poli a buscarla. Si no fuera por mi fatalismo endémico diría que los Redonditos en algún momento nos van a salvar.
Alfredo putea porque la molleja está cruda. Claudio con una sonrisa socarrona me pregunta a que me refiero con eso de “Una vez le hice el amor aun drácula con tacones” pero como buen lector de poesía no espera ninguna respuesta que le clarifique nada. Kleiman es sin lugar a dudas uno de los máximos admiradores de mis letras, sus elogios y sus enriquecedoras interpretaciones son pequeñas perlas que le dan valor agregado a cualquiera de mis canciones. Ha sido el primero en darse cuenta que “Canción para naufragios” esta inspirada en la película “El sacrificio” de Tarkoski, dice que es la mejor película hecha canción. Sus anteojos parecen humear el mismo metal del que están compuestos. Un humo brillante que le presta la imagen de un dibujo de Otto Dix.

Preparando la presentación

Fuimos con Skay & Poli a ver, recorrer, y estudiar las planicies y mesetas alfombradas de los interiores de las instalaciones de Palladium. Esa discoteca que suponemos es el lugar más acorde, de entre todos los que vimos en el último mes, para la presentación de Oktubre y que de la manera de tres topólogos desorbitados auscultamos, una y otra vez, subiendo y bajando por su variado suelo. Nos quedamos encerrados desde las tres a las cuatro y media de la tarde con el dueño del lugar observando cada uno de los rincones y sobre todo cerrando el trato de manera firme para que no nos vuelva a pasar lo mismo que nos pasó con la presentación de Gulp! Cuando la exitosa Valeria Lynch extendión fechas en el teatro Astral desplazando nuestro show al querido pero cada vez más pequeño Cemento. Poli exigió que todo quede rubricado en forma de contrato, para lo cual, sorprendiendonos a todos se había llevado dentro de su cartera unas papeletas prolijamente mecanografiadas que comprometian seriamente al local a respetar, bajo todo punto de vista las fechas pautadas. El tipo firmó sin ningún problema, garantizando que todo estaría en orden.
Skay me dijo que, pese a no tener un diseño específico para que toquen bandas de rock la acústica es, o tendría que ser lo bastante buena para que la presentación salga joya.
Me subí sobre el escenario y me imaginé, en la explanada principal de Palladium a más de mil personas saltando al son de Oktubre. Indudablemente tenemos que buscar espacios grandes, las nuevas camadas bailan de forma desaforada esa danza cruda y tribal que según me dieron a entender se llama pogo. Según Kleiman, este bailecito tiene su origen en el seno de la noche londinense practicado en los distintos pubs por las bandas de punk inglesas. El pogo se nutre de movimientos desacompasados, choque, empujones, liberación catártica de energías, licuadora humana. Personalmente no me gustaría para nada estar envuelto en semejante maelström humano donde la emoción más alta que podria recibir es un rodillazo en los huevos. No tiene nada que ver con mis pretenciones de dandy de izquierda pero no me molesta. Los chicos expresan con su cuerpo la carga imaginaria, el container de energía desvelada que nosotros, del modo de una gigantesca y conjetural canción con la potencia de una buseca radioactiva le proveemos desde el escenario. Está claro que no los invitamos a bailar ningún vals. Pero, ¿inspiramos tal brutalidad?
Palladium vacio y oscuro parece el interior de un sarcófago de lujo. Son así todas las discotecas. Cuando se llene de sudor juvenil estó se parecera al interior de una galera romana. Miles de esclavos vivando por su liberación.